Osvaldo Macuil / @OsvaldoMacuil
El 5 de marzo de 2020 entró en la historia de Puebla. El día que 150 mil estudiantes de 80 escuelas se apoderaron de las calles para unir sus voces y lanzar un grito al unísono: seguridad, alto a la violencia y justicia para tres de sus compañeros que fueron brutalmente asesinados en Huejotzingo. El crimen que avergonzó a Puebla ante el mundo y por el que se originó este movimiento inédito.
Los jóvenes poblanos dieron cátedra de organización. Fueron capaces de llegar ordenados a cada uno de los puntos en donde se les citó. Todas las escuelas llegaron con sus cordones de seguridad para controlar su andar y evitar infiltrados.
Definieron a la perfección sus roles. Fueron solidarios con víveres y agua para hidratar a todos, pues a pesar de que la marcha inició a las 8 de la mañana, el intenso rayo del sol parecía de mediodía.
En este movimiento no hay prestigio de las escuelas. La BUAP y la UPAEP encabezaron el movimiento porque desgraciadamente a estas escuelas les tocó ser deudos de los tres universitarios asesinados y el conductor de UBER.
Conforme iban llegando los contingentes se iban sumando al movimiento. La UDLAP y la Universidad Tecnológica de Puebla iban palmo a palmo sin importar la diferencia en el precio de sus cuotas y el estatus socioeconómico de sus estudiantes.
Uno de los puntos más emotivos fue cuando Medicina de la BUAP llegó al Paseo Bravo y le dieron el lugar que le correspondía al frente del contingente.
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Este es un movimiento natural. La muerte sin sentido de Ximena, Francisco Javier, Josué y José Antonio los llenó de indignación. No quieren saber nada de las aulas hasta que se les garantice que no serán los próximos.
En la #MegaMarchaEstudiantil no hay partidos, no hay organizaciones y eso se puede saber solamente con escuchar sus arengas.
La famosa canción de “eeeeel Chucky Lozano”, la cambiaron por “eeeexigimos justicia”.
Al mismo tiempo que llegan al zócalo, en donde más gente externa había de todo el recorrido, comenzaron a cantar el Cielito Lindo, tal vez para sembrar en los observadores una semilla de esperanza de que pronto Puebla dejará de estar convulsionado, de que Puebla volverá a esos orígenes en los que podíamos caminar sin miedo a perder las pertenencias o la vida misma.
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En el bulevar 5 de Mayo, el contingente que partió de la Juárez se encuentra con uno igual de extenso que viene de Ciudad Universitaria.
La marcha llega a su clímax y una marea de estudiantes toma más fuerza para llegar como un Tsunami a Casa Aguayo.
Ahí, en la sede de la Secretaría de Gobernación había una barricada con policías. Los jóvenes no se acercaron a ellos, no protestaron por el cerco. Siguieron su camino y se apostaron en las jardineras del barrio de El Alto.
Miles y miles de estudiantes seguían subiendo sobre la 14 oriente. Fue inédito. Ni los desfiles de la Batalla de Puebla reúnen tantos estudiantes.
El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa Huerta salió sorpresivamente de su oficina para hablar con los jóvenes. Los jóvenes no lo esperaban. El militante de Morena les aseguró que van a resolver el problema de seguridad. Aunque les pidió que lo ayuden porque es un tema de sociedad.
Durante dos horas, la marea de estudiantes siguió llegando a Casa Aguayo. Cada escuela tiene una historia negra de inseguridad. Por eso el asesinato de cuatro personas —tres de ellos estudiantes— los despertó y los llevó a generar uno de los movimientos más importantes de Puebla. El que gritó ya basta a la delincuencia, y el que estará unido cuando toquen a otro de sus integrantes.
