Don Felipe y su historia en la BUAP llegan a El País

Almanaque / @AlmanaquePuebla
El ejemplo de superación de Don Felipe Espinosa quien se graduó de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla a los 84 años, ha traspasado fronteras, pues llegó al periódico español El País.
En su edición del 22 de mayo, este medio de circulación internacional publicó una entrevista con él señor de la tercera edad quien se dedica a vender fruta y verdura en el mercado.
Aquí parte de la entrevista de El País:
Felipe Espinosa ha alcanzado una edad en la que dar explicaciones resulta poco menos que una pérdida de tiempo. A los 84 años todo resulta tan obvio, tan evidente y definitivo, que se ahorra hasta el final de las frases, dando por supuesto que su interlocutor cazará el resto al vuelo. Da lo mismo que la conversación transcurra en la hermosa librería del centro cultural de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), su alma mater, que en el coche camino al mercado donde trabaja, que en el mismo mercado, junto a su puesto de tomates y chiles. “Vamos y usted verá”, dice en referencia al mercado, sin dejar claro qué es lo que hay que ver. Espinosa es un ingeniero de pocas palabras.
Hace unos días, la BUAP divulgó un boletín para felicitar a Espinosa, un graduado especial. En 2016, se matriculó en la carrera de Ingeniería en Procesos y Gestión industrial, estudios que cursó en cinco años. Egresado de la tercera edad, la universidad celebra su éxito y publicita su ejemplo: no es normal tener graduados con sus años. El viernes pasado, los encargados de comunicación le habían preparado entrevistas y sesiones de fotos. Espinosa llegó a la librería antes de mediodía cargando un costal de tela blanca y un bastón. Enjuto, acaracolado, la piel de su cara parecía un nopal pelón, con pinchos despuntando caóticamente en sus mejillas. “¿Dónde me siento?”, preguntó. En su bolsillo izquierdo cargaba una botellita de vinagre y en el trasero una ramita. “Así me cuidé”, decía, mientras mojaba el palito en vinagre y lo chupaba. Se refería a la pandemia.
El hombre supo que quería estudiar hace 48 años, cuando trabajaba en una empresa petroquímica. “Yo entonces barría”, cuenta, “pero era más bombero que trabajador. Había explosiones y tenía que agarrar la manguera para apagar el fuego”. Apenas duró tres años, pero los procesos de la fábrica le fascinaron: “Allá convertían gas en materia prima”, dice. Lo que no le gustó tanto fue cuando un día le preguntaron que a dónde mandaban su cadáver en caso de muerte. “Y yo dije, ‘ah, caray, pues ahí nos vemos”. Y se fue. De todas formas, aquella atención que puso en el trabajo de la petroquímica trazó un camino subterráneo que afloró, ya en la vejez, cursando materias como Razonamiento Algorítmico o Logística Inversa.
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