El poder, sin ninguna duda, es para ejercerse.
En el régimen oscuro de Rafael Moreno Valle el poder sirvió para enriquecer al megalómano que soñó un día con ser presidente de la República y a su grupo de gánsteres, quienes hoy buscan refugio con la heredera del trono acéfalo Genoveva Huerta, que lo acompañaron durante los ocho años que gobernó a la entidad en tres diferentes periodos, uno oficial y dos de facto.
El poder morenovallista se sostenía con dinero, que servía para apuntalar la maquinaria electoral que dejó en ruinas al PRI hasta que Morena irrumpió en el mapa geopolítico de Puebla y a nivel nacional.
Con el presupuesto a su disposición, el siniestro Rafael compró cuánto pudo, desde políticos de oposición, operadores, movilizadores, órganos electorales, jueces, magistrados, para crear una red que siempre obedeció a sus más locuaces órdenes.
Cuando el dinero no alcanzaba, Moreno Valle ejercía el poder a través del miedo. Las persecuciones, asedios, amenazas y órdenes de aprehensión a la medida era otro capítulo en el manual de cómo ejercer el poder del expriista, quien rentó la franquicia de Acción Nacional para saciar sus ambiciones.
En los últimos tres años hemos sido testigos de una nueva forma de hacer política y ejercer el poder por parte del gobernador Miguel Barbosa.
El primer mandatario de Puebla emanado de la izquierda dio un giro de 180 grados en la dinámica del poder en la entidad.
El combate al antiguo e indecente régimen morenovallista necesitaba un nuevo modelo político y nuevas prácticas de poder, que Barbosa Huerta supo emplear a la perfección.
El poder también es momento y oportunidad.
Desde su toma de protesta, muchos poblanos exigieron desde el primer minuto que el gobernador Barbosa iniciase una voraz e inmediata persecución en contra de Antonio Gali, sus exsecretarios y en contra de las viudas y huérfanos de Rafael, quienes habían quebrado las arcas del estado.
Pruebas no faltaban de los delitos cometidos durante el morenogalismo.
Sin embargo, Miguel Barbosa nunca se dejó presionar y no permitió que nadie le marcara agenda, pues su proyecto de estado tenía sus propios tiempos y circunstancias.
De manera inédita, el primer político en caer en la era barbosista no fue alguien del primer círculo de Gali Fayad o de Moreno Valle, sino uno de sus más cercanos colaboradores, alguien a quien el propio mandatario lo nombró, en su momento, como su “hijo político”: Felipe Patjane, el exalcalde de Tehuacán preso por peculado y corrupción durante su primer año como edil.
La cruzada contra la corrupción barbosista ha entregado resultados a manos llenas a su propio ritmo y con su propio derrotero, sin que nadie, más que el gobernador diga cuándo y cómo.
Hoy, Puebla capital y Eduardo Rivera viven su propia batalla con un escenario similar al del gobernador del estado.
Desde el primer día de su administración, los poblanos ruegan por ver tras las rejas a la impresentable Claudia Rivera por sus probados casos de corrupción, desvío de recursos públicos, nepotismo, abuso de autoridad, hostigamiento y acoso sexual, protagonizados por ella o por sus más cercanos colaboradores.
Nadie puede negar que Rivera Vivanco es la enemiga pública de la Angelópolis.
Limpiar y componer el desastre que dejó Claudia es una tarea titánica de la que Rivera Pérez está consciente y en la que se pueden ver las primeras acciones.
En medio de una lucha interna por el control del PAN, Lalo Rivera destapó el pasado jueves la cloaca de las finanzas del Ayuntamiento que heredó Rivera Vivanco.
De inmediato, comenzaron las exigencias de proceder de manera penal contra la exalcaldesa y sus hampones como Leobardo Juárez, Andrés García Viveros o Roberto Zatarain, quienes se vieron beneficiados del esquema con el que la morenista desvió cientos de millones de pesos del erario municipal.
Como sucedió con el gobernador Barbosa, Eduardo Rivera es dueño de sus propios tiempos y de su forma de ejercer el poder.
Él decidirá cuándo le parece más redituable iniciar las denuncias en contra de Claudia Rivera conforme al timming político marcado por los comicios sucesorio del 2024.
Aunque los voceros de Genoveva Huerta y gran parte de los ciudadanos queramos ver ya a Rivera Vivanco enjuiciada por los delitos cometidos en su ignominiosa administración, que será recordada como la peor de la historia en la ciudad de Puebla, la realidad es que Rivera Pérez se ganó el derecho de ejercer el poder a su ritmo y bajo sus circunstancias.
Algo olvidan quienes dudan de la cacería que Lalo Rivera emprenderá en contra del Cártel de Rivera Vivanco.
Y es que, el alcalde cuenta con todo el respaldo ciudadano para enjuiciar a su antecesora, a quien nadie se atrevería a colocar como una perseguida política.
Ahora bien, que, si Rivera Pérez no se quiere ensuciar las manos, el gobernador Miguel Barbosa ya dejó claro que a él no le temblará la mano para denunciar ante la FGE a Claudia Rivera por todas las atrocidades y delitos cometidos como alcaldesa de Puebla.
¿Es redituable quemarse la bala de Rivera Vivanco tan pronto?
¿Jugará en el escenario del 2024?
La ley en la era barbosista está por encima de cualquier renta electoral.
El poder se ejercer.
Momento y oportunidad.
Lo que es un hecho es que la cacería de Claudia Rivera y su cártel ya dio inicio.
La Dama va a caer, de una forma u otra.
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