Puebla

Historias SAD de desamor de los poblanos: Parte 2

Historias SAD de desamor de los poblanos Parte 2

Además del salario relativamente alto por lo poco que hacía en aquella oficina del centro, lo único que hasta este momento impide que presente mi renuncia es Elías, la persona que más amo y, para bien o para mal, mi mejor amigo.

Nuestra historia comenzó poco antes de que la pandemia llegara a nuestro estado. Ambos llevábamos poco más de un año siendo compañeros de trabajo en un despacho del Centro Histórico de Puebla, pero pocas veces habíamos cruzado palabra alguna más allá de los obligados y educados “Buenos días”,  “¿Cómo te va?” y los “Hasta mañana”.

A leguas se notaba que en ese tiempo no existía interés alguno de ambas partes en hacer el intento de entablar siquiera una conversación. De su parte, me confesó él mismo tiempo después, no estaba muy interesado en hacer amistades en ese trabajo porque tenía la intensión de ahorrar e ingresar a una maestría con beca y toda la cosa. Por mi parte, en esos momentos disfrutaba y sufría de una de mis tantas tragedias amorosas.

Para inicios del 2020, el mundo ya hablaba de la pandemia. Nuestra oficina no era la excepción. Incluso, se hizo una apuesta sobre la fecha de llegada del coronavirus a la ciudad. Para cuando el virus nos alcanzó, las bromas se detuvieron, las medidas sanitarias aumentaron e incluso se comenzó a implementar una de estrategia de trabajo que nos permitió no tener tan llena la oficia la mayoría de los días.

En uno de los días en los que me tocó acudir a la oficina, coincidí con Elías en la entrada. Nos saludamos cordialmente y nos dirigimos a nuestros lugares de trabajo. También coincidimos durante la hora de comida. En esa oficina se tiene habilitada una habitación para que los trabajadores podamos comer sin tener que salir del edificio. Así que allí me topé con él. Como éramos los únicos dos en ese “comedor”, no tuvimos de otra que romper el silencio un poco.

Poco a poco él me contaba primero de su vida, después de lo que buscaba hacer más adelante , lo que quería  y yo de lo mal que me la había pasado con mi peor es nada de turno (porque para ese entonces ya se había terminado esa relación sad), sobre mi historia y banalidades como los detalles que me gusta que tengan conmigo.

Desde ese día comenzamos a platicar más y más. Al mes ya estábamos saliendo en plan de amigos. Íbamos a lugares como el Mccarthys o el Pallets a comer bien después de trabajar. También incluimos en nuestra rutina el caminar juntos a lo largo del Parían y del Barrio del Artista. Comer chalupas y elotes ahí era divertidísimo porque entre broma y broma que nos hacíamos, se nos solían caer y terminábamos comprando otro.

Incluso, ya entrados en entera confianza, en tener intimidad.

Él siempre fue muy atento. Incluso, cuando me quedaba en su casa, solía darme el desayuno, llevarme hasta mi casa e incluso llegó a llevarme comida preparada por sí mismo. ¡Era tan lindo! Les juro que era la pareja perfecta. Pero el gran detalle es que no lo éramos. Nunca tocamos el tema. Incluso, algunas veces, quizá sin darse cuenta, remarcaba lo bonita que era nuestra amistad.

Al principio no tuve problema alguno, pero mientras más me cuidaba y detallista era, fui sintiendo más por él. Por más que intenté dejarme en claro que era una amistad, no pude y terminé embobada por Elias.

Fue hasta hace poco, por noviembre, que intenté hablar con él de mis sentimientos. Le externé que me siento muy cómoda con él, que me hace reír, que me siento segura y protegida y que me gustaría llevar la amistad a otro nivel. Al principio lo entendió y dijo estar interesado en la idea de intentar algo más. De hecho, lo intentamos dos semanas. Sin embargo, un día ya no volvió a trabajar.

Le cuestioné la razón por la que había renunciado, pero no me dio más razones que ya tenía dinero para continuar con sus estudios y ahora necesitaba un trabajo de medio tiempo. Poco a poco comenzó a portarse más y más distante. Al principio era comprensiva, yo sabía que su prioridad era su maestría y traté de darle espacio. Pero llegó el momento en el que ya no me respondía los mensajes por días.

Ahora intento de tener un poco de amor propio y dar por terminado esto, pero es bastante doloroso hacerse a la idea de que también estoy perdiendo a una amistad a la que aprecio mucho.

Ahora no me queda más que comerme un elotito del Barrio del Artista, llorar y continuar con la vida.

Historias SAD de desamor de los poblanos: Parte 2
Entrada anterior
Sicarios asesinan a balazos a presunto narcomenudista en el Barrio de San Antonio
Entrada siguiente
Denuncian a estafador de Tinder poblano; Barbosa promete que lo investigarán
keyboard_arrow_up