Sí, el lopezobradorismo tuvo su punto de quiebra el pasado viernes.
Tanto el gobierno federal, como su presidente Andrés Manuel López Obrador y su movimiento bautizado como la Cuarta Transformación serán unos antes y después del ataque artero y ventajoso en contra del periodista Carlos Loret de Mola.
Se podrá estar o no a favor del trabajo y las opiniones del director de Latinus y exconductor estrella de Televisa, pero jamás se podrá tolerar que el presidente de un país utilice a las instituciones del Estado para atacar a un periodista, hostigarlo, amenazarlo, retarlo y exhibir sus ingresos públicamente, además de exigir al SAT que se le investigue.
López Obrador cruzó todos los límites permitidos y mostró su peor rostro.
Un rostro lleno de rencor, intolerancia, dictatorial y capaz de cometer cualquier tipo de infamia con tal de acallar a uno de sus mayores críticos, quien lo ha puesto contra la pared con sus reportajes, filtraciones y videos.
Reitero, se podrá o no estar de acuerdo con los montajes, la sobreactuación, la victimización y la adicción a los reflectores de Loret de Mole, pero no podemos acostumbrarnos o no indignarnos por la arremetida que el presidente de la República emprendió en contra del comunicador.
Más allá del atentado en contra de la libre expresión y el derecho humano a la privacidad de datos personales, AMLO demostró que su respeto por la ley, las instituciones y por la constitución política de México es nulo.
Morena, como es obvio, será el daño colateral de los arranques iracundos del presidente en contra de la prensa independiente.
Y es que, Carlos Loret de Mola no es el único que ha sufrido de los embates de Andrés Manuel. Ahí están los casos de Carmen Aristegui, Julio Hernández “Astillero”, Sergio Sarmiento, Joaquín López Dóriga, Carlos Marín o Víctor Trujillo, quien escenifica a “Brozo”.
Ahora, el despropósito del “Quién es quién en las mentiras de la semana” ya no es lo único por lo que los periodistas se deben de preocupar.
A los periodistas en todo el país los están exterminando.
Con su discurso de odio y su polarización, el gremio periodístico vive bajo constante amenaza, que a diario se agudiza con los arranques de López Obrador.
Son 61 colegas que han sido asesinados en lo que va del sexenio de AMLO.
Sesenta y un voces que fueron calladas.
El gobierno del tabasqueño ya superó las cifras de periodistas asesinados con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Vaya récord para el eterno candidato que siempre se dijo a favor de la libre prensa.
Pero, el asedio al periodismo no es putativo de la 4T.
En Puebla, los periodistas están siendo perseguidos de una forma alarmante y descarada.
Al menos una decena de periodistas hemos sido denunciados por daño moral en el último semestre.
Los directores de MTP Noticias, Periódico Central, Diario Cambio y La Jornada de Oriente fueron demandados por Jorge Alberto Domínguez Martínez, el impresentable exprofesor de la Escuela Libre de Derecho, quien fue despedido de la institución tras revelarse el acoso sexual que cometió en contra de una alumna en el 2019.
El dueño de La Ke Buena, José Hanan también está en medio de un juicio por las mismas acusaciones tras documentar todos los excesos e irregularidades de la Directiva actual del Club Puebla, encabezada por Rogelio Roa.
Lo mismo sucede con el conductor de Efekto Noticas, el periodista Ricardo Morales, quien se está defendiendo en tribunales por la denuncia que presentó en su contra Arturo Márquez, hijo del exedil de Zacatlán, Luis Márquez Lecona.
El director de Exclusivas Puebla, Jesús Arroyo, también fue demandado por Roberto Zatarain, pareja de Claudia Rivera.
Las querellas por violencia política de género en contra de reporteros, columnistas y periodistas siguen llegando por montones al Instituto Electoral del Estado.
Este reportero también tiene su propia pelea por un charlatán que se mareó en su ladrillo solo por ser cercano a una de las peores políticas en la historia de Puebla capital.
En Puebla no nos están matando, pero sí nos quieren callar.
Todo aquel que resulte incómodo es asediado, hostigado y demandado.
Solo basta revisar los ataques que a diario reciben los periodistas que no respaldan o critican al movimiento #UDLAPLibre por parte de las granjas de bots orquestadas por los marignales Rubén Furlong, Héctor Rodrigo Ortiz y patrocinadas por el impresentable Luis Ernesto Derbez.
O los embates que Genoveva Huerta y su tonto útil Oswaldo Jiménez han protagonizado en días recientes.
Parece que la máxima es matar al mensajero.
Pero, lo que todos estos políticos, de primer nivel o de uno marginal, olvidan es que sus puestos son pasajeros y nosotros seguiremos haciendo periodismo trienio tras trienio o sexenio tras sexenio.
Ya bien lo dijo Loret de Mola:
“Seguir haciendo periodismo al costo que sea”.