“Tenemos una amistad de años”, fue la frase –tras la reunión que sostuvo con Claudia Sheinbaum– que reventó en los incrédulos tímpanos de los malquerientes del gobernador Miguel Barbosa, quienes a diario aseguran, sin ningún sustento más que los dichos mentirosos de sus patrocinadores, que el gobernador de Puebla no tendrá ninguna injerencia en la designación del abanderado de Morena para las elecciones sucesorias del 2024.
Barbosa Huerta, está claro, no solo tendrá derecho al veto, también su voto será uno de los tres, sumado al de Andrés Manuel López Obrador y al del que sea el candidato o candidata presidencial de la 4T, que forzosamente el perfil que representará las siglas y colores del Movimiento Regeneración Nacional en Puebla deberá obtener.
El mandatario poblano, por supuesto, estará en la mesa política de negociación de las candidaturas que se repartirán para los comicios estatales que renovarán todos los cargos de elección popular a nivel federal y local.
Qué equivocados están aquellos quienes piensan que el control del Comité Ejecutivo Estatal de Morena en Puebla y del Consejo Político es un asunto menor, pues solo basta recordar que de estos órganos partidistas salen las propuestas de los cuadros que serán medidos en las encuestas con las que se definirán a los candidatos que disputarán el gobierno del estado y las principales alcaldías de la entidad, como la capital y los municipios de la zona metropolitana.
Menospreciar la valía de estas posiciones es un graso error de los opositores barbosistas.
Además de ser el grupo hegemónico en el morenismo poblano, la nueva clase política barbosista, como lo hemos señalado en diferentes entregas de esta columna, es el único grupo en la Cuarta Transformación en Puebla capaz de sacar adelante y con buenos resultados una elección estatal al contar con una estructura política-electoral capaz y funcional.
Nadie, ni cerca, le hace sombra o puede suplir al grupo del gobernador del estado en tiempos electorales.
Es por esto por lo que Claudia Sheinbaum, la “corcholata” más aventajada y preferida de López Obrador, con el único liderazgo que acuerda y que se reúne públicamente es con el propio Barbosa, en quien confía y necesita para sacar adelante su proyecto rumbo al 2024.
La reunión del pasado martes entre el gobernador de Puebla y la jefa del gobierno de la Ciudad de México, en la que también participó su par de Veracruz, Cuitlahuac García, es la muestra clara que la virtual abanderada presidencial de Morena reconoce en el exsenador al único jefe político de la entidad y al gran operador de la izquierda en la región.
Claro que Claudia y Miguel abordaron la situación política actual en Puebla y la de los aspirantes que ya alzaron la mano para pelear por la candidatura al gobierno.
No por nada, Sheinbaum Pardo no ha venido a hacer precampaña al estado –a diferencia del poco ético Adán Augusto López, quien ya tiene en Ignacio Mier a su delfín– con los marginales que se asumen como sus representantes u operadores electorales, como los Rivera Vivanco, los Herrera Villagómez o los Méndez Márquez.
En una luminosa radiografía de la realidad del búnker de la jefa de la CDMX publicada por el periodista Alejandro Mondragón en su columna Al Portador del lunes detalla que la “corcholata” consentida de AMLO no tiene emisarios ni representantes en la entidad poblana que hablen o acuerden a su nombre, tan es así que ha evitado cualquier encuentro que no sea con el gobernador Barbosa.
Y es que, Claudia Sheinbaum sabe a la perfección que, si bien el gran líder del ejército morenista se llama Andrés Manuel López Obrador, los sargentos que sacarán adelante la continuidad de la Cuarta Transformación en el país son los 20 gobernadores emanados del partido, más los de dos de la alianza (Morelos y San Luis Potosi).
Así de claro.
En números, los gobiernos de Morena en estas entidades se traducen en 68.3 millones de personas, más de la mitad de los mexicanos en todo el país (126.01 millones), de acuerdo con el censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
El camino se allana para los alfiles destapados desde hace meses por el gobernador de Puebla.
Barbosa camina en la misma ruta de Claudia Sheinbaum.
Casa Aguayo: derecho de voto y veto.
Lalo Rivera, el grito en el Palacio y la cordialidad política
Aunque las semanas previas al Grito de Independencia de este jueves fueron un poco álgidas entre el gobernador Miguel Barbosa y el alcalde Eduardo Rivera, ambos políticos demostraron que por encima de las filias y las fobias están los poblanos y su bienestar.
La cordialidad mostrada por el mandatario poblano en respuesta a las cortesías de anfitrión del edil capitalino durante el Grito de Independencia, que regresó al Palacio del Ayuntamiento de la Angelópolis, son ejemplos claros que Barbosa Huerta y Rivera Pérez son dos políticos de altura que saben en qué momento poner pausa y hacer treguas para conservar el buen ambiente social que se vive en el estado.
A nadie le conviene otros desplantes o faltas de oficio como los mostrados por Claudia Rivera que orillaron al gobernador de Puebla a organizar el Grito de Independencia en la sede del Ejecutivo local, en Casa Aguayo, el año pasado.
Aunque ya son cada vez menos las coincidencias políticas entre Barbosa y Lalo Rivera, como un proceso natural en el preámbulo de la contienda por la sucesión del 2024, el gobernador y el alcalde demostraron que jamás los intereses personales o partidistas estarán por encima de los de Puebla.
El estado vivió una noche de fiesta, su noche mexicana, como hace tiempo no se presentaba y que tanto se necesitaba tras superar la pandemia del Covid-19.
Un grito a la altura de los nuevos tiempos en Puebla.
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