Ya no es noticia que la seguridad de la Secretaría de Defensa Nacional fue vulnerada. Hablamos del máximo “ataque” a la ciberseguridad de la máxima institución de Seguridad Nacional, irónico en muchos sentidos. Una filtración que con 6 terabytes triplica la información expuesta por los Pandora Papers, lo que ya dice demasiado.
Ahora, en perspectiva, vale la pena reflexionar cómo ha impactado o incluso cómo y por qué se ha diluido esto como noticia. Desde finales de septiembre y diariamente este hackeo nos ha provisto de más y más información, pruebas de cómo los recursos económicos y humanos de SEDENA han sido enfocados en labores que contradicen los valores democráticos.
Más allá de la atención prestada al estado de salud del presidente, esta filtración ha expuesto la complicidad en la venta de armas a grupos de crimen organizado, la vigilancia a grupos de defensores de derechos humanos, la complicidad institucional con poderes fácticos, etc. Solo por mencionar algo de lo mucho que ya ha sido publicado.
Con esta información en mano, evidencia concisa y verídica de lo que desde el poder se ha hecho y deshecho, ¿Qué ha cambiado en la ciudadanía?, ¿cómo hemos tomado esta información? Lo que sucede hoy es la prueba de un país que es tolerante a la crisis y cómplice del deterioro institucional.
En 2014, con el desafortunado y muy vigente hecho de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, más la polémica Casa Blanca, el gobierno de Peña Nieto pendía de un hilo. La oposición fue firme, la ciudadanía aún más. El rechazo al pasado gobierno era inminente, el hambre de información fue constante y provechoso para arremeter contra un gobierno poco aprobado. Las famosas “cortinas de humo” no funcionaban, la sociedad estaba harta y descontenta, se sabía.
Hoy, con otro gobierno, que además goza de altos porcentajes de aceptación, la evidencia de malas prácticas parece no hacer cosquillas. Nunca es deseable una crisis política, pero es deseable que la sociedad siempre permanezca crítica y alerta de aquello que le rodea. En México por menos hemos hecho más.
En un contexto donde la SEDENA ya era la institución protagónica de la coyuntura pasaban tres cosas: Primero, apenas transcurrían días de los 8 años del caso Ayotzinapa con nuevos hechos que desmienten la verdad histórica. Segundo, en el poder legislativo se había aprobado la permanencia de los militares en las calles hasta el 2028. Tercero, se aprobó la incorporación de la Guardia Nacional a la SEDENA.
Es decir, hablamos de que este hackeo fue y es una bomba mediática con la capacidad de tronar la confianza hacia nuestra figura de autoridad y sus elementos de fuerza. Sin embargo, es sorprendente la pasividad ciudadana con que hemos recibido toda la información del hackeo y es incluso incompatible con la transformación que se anhela desde este gobierno. Sin duda, vale la pena seguir prestando atención a las noticias. Lo que a la fecha sabemos gracias al Guacamaya Leaks es solo la punta del iceberg.