Osvaldo Macuil / @OsvaldoMacuil Fotos: Jacqueline Steffanoni
Don Víctor Manuel San Vicente se sienta por las tardes en la sala de espera de sus clientes en la renovadora de calzado que tiene en El Parían. Con la mirada fija hacía la calle observa con melancolía la falta de actividad de uno de los puntos más transitados en la Angelópolis.
La renovadora de calzado La Reforma se encuentra en la 6 norte entre 6 y 4. En ese lugar tiene 15 años. Pero es un negocio de tradición que se fundó en 1925.
“Yo soy la tercera generación, el negocio es mío hace 30 años”.
Él es uno de los comerciantes que se niegan a dejar morir su establecimiento ante el coronavirus. Pese a la tercera fase de la pandemia y a que él es un hombre que se encuentra en la población en riesgo, sigue yendo todos los días abrir su negocio y recibir a sus clientes, los pocos que lo siguen buscando.
“Yo voy al día. Entonces lo que entra lo uso para comer para mi renta, luz, impuestos. Si no percibo lo que entra diario no puedo subsistir”.
Don Víctor Manuel tienen cuatro empleados. Hasta el momento no los ha dejado solos. Les redujo su sueldo y días laborables, pero les sigue pagando.
Él paga 2 mil pesos semanales en sueldos. La crisis del Covid-19 provocó que su actividad sea menor y por ello solo puede conseguir 600 pesos.
Vive con su esposa y no tiene quien lo mantenga, pues sus hijas ya formaron su propia familia. Así que no tiene contemplado cerrar si ninguna autoridad lo obliga.
“Si no me obligan no vamos a cerrar. Estoy esperando todo lo que entra diario. De otra forma no puedo subsistir”.
Aunque el nombre dice que solo renueva calzado, en realidad repara varios artículos de piel como mochilas, bolsas, chamarras y portafolios.
Con incertidumbre ve lejos el fin de la cuarentena. Aunque sabe que debe hacerlo para subsistir y mantener a su esposa.
Una vez que pase esta crisis, su negocio tendrá una oportunidad de crecimiento, ya que mucha gente que se quede sin dinero preferirá arreglar sus zapatos que comprarse unos nuevos.