Los feminicidios son la máxima expresión de violencia de género. Lo son a pesar de que en redes esta afirmación no ha dejado de cuestionarse tras el lastimoso presunto feminicidio de Ariadna Fernanda López, quien con 27 años desapareció el pasado 30 de octubre y fue hallada sin vida la tarde del 2 de noviembre.
¿Qué es lo que abrió el debate y puso en “jaque” el concepto de feminicidios?
De acuerdo con la investigación del caso, Vanessa N, amiga de Ariadna ha sido detenida por su presunta implicación. Esto ha generado que en redes sociales el tema no sea la violencia de género, sino la vinculación de mujeres ejerciendo violencia de género. Lo que ha buscado restar legitimidad a la lucha feminista.
Por donde se mire, el debate no solo está haciendo girar la atención a perspectivas misóginas, también está distrayendo la atención del verdadero problema. Si bien, las mujeres no estamos exentas de perpetuar violencia, no somos las beneficiarias principales de un sistema que se ha construido desde el androcentrismo.
En este sentido, es relevante profundizar en lo que antecede el concepto. La Comisión Interamericana de Mujeres por la Organización de los Estados Americanos (OEA) en su “Declaración Sobre El Femicidio” expresa la evolución del concepto: En 1992 Diana Russel y Jill Radford, dieron una definición al ‘femicidio’, el asesinato de mujeres por hombres motivados por el odio, el desprecio, el placer o la suposición de propiedad sobre las mujeres.
Sin embargo, fue Marcela Lagarde, reconocida feminista mexicana, quien promovió que el concepto ‘feminicidio’ alcanzara mayor profundidad, para Lagarde el problema va más allá de un asesinato y amplió el término para hacer alusión al problema como un reto estructural. Es decir, tomando en consideración la impunidad, la construcción social y el por supuesto el género.
En Latinoamérica destaca como antecedente el ‘Caso Campo Algodonero’ en México, mismo que llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Este caso fue documentado como el primero que incitó a la Corte a posicionar una opinión sobre el feminicidio, como parte de la sentencia se nombró que el delito que se juzgaba era: «homicidio de mujer por razones de género, también conocido como feminicidio”. Un precedente histórico que hoy sigue siendo importante para entender la tipificación del feminicidio.
Lo que se debe considerar es que el concepto ‘feminicidio’ acuña las diferentes aristas que dan solidez y estructura a un sistema que desfavorece a las mujeres. Lo que no se traduce en que solo los hombres pueden ser responsables de un feminicidio. Sin embargo, enunciar la discusión desde cómo las mujeres también podemos ser parte del problema carece de perspectiva de género. La violencia existe para hombres y mujeres, pero se enuncia que la violencia también tiene género debido a las relaciones de poder que se sustentan en la desigualdad entre hombres y mujeres.
Priorizar la perspectiva de género en procesos de violencia contra las mujeres es crucial, porque la realidad que ellas viven no es la misma que la de ellos. Utilizar un caso de presunto feminicidio para desacreditar la movilización feminista y desestimar la violencia de género como una realidad latente en un país donde suceden 10 feminicidios al día, es redundantemente misógino.
Señalar el feminicidio no se trata solo de identificarlo por lo que es, importa también trabajar por hacer mayor difusión de lo que este crimen significa, enfatizar en el trasfondo con lo antecede como la impunidad, la discriminación, la intolerancia y el claro Estado de Derecho laxo. Un caso de violencia de género no debería ser plataforma para promover discursos machistas, si no de reflexión y solidaridad con las víctimas. #JusticiaParaAriadna