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El gran reto es convertir las marchas en votos

columna historias de un joven reportero Gerardo Ruiz 1

Por primera vez desde que dejó el gobierno del entonces Distrito Federal –ahora Ciudad de México–, Andrés Manuel López Obrador, ese gran fenómeno electoral que México no había visto jamás, tendrá su gran referéndum en las elecciones federales y locales del 2024.

Durante 12 años (del 2006 al 2018), AMLO se reinventó en múltiples ocasiones y pasó de ser la gran víctima del supuesto fraude electoral contra Felipe Calderón, a luchar contra la Mafia del Poder de Enrique Peña, a ser la “esperanza del pueblo” que llegaría a Palacio Nacional para cumplir aquella utopía del primer presidente pobre tras Benito Juárez.

Ahora, la figura del tabasqueño será puesta en el banquillo de los acusados para ser calificado y a su gobierno por todos los mexicanos en sus comicios sucesorios, un escenario que le es ajeno, pues durante más de una década él fue el único gran opositor de los dos últimos presidentes emanados del PAN y del PRI.

Esta vez, López Obrador será el juzgado.

Y lo que se ve no se juzga.

A pesar de todos los intentos de la oposición partidista, la popularidad del presidente de la República sigue gozando de cabal salud, pero existe cierta preocupación por el malestar ciudadano que ya es más que latente y comprobable con las dos marchas a favor del INE, que han tenido como epicentro a la CDMX, ese bastión histórico de la izquierda desde 1997.

Pero, Morena ya no tendrá a su estrella en las boletas.

El problema no es menor.

¿Es real la aprobación del Andrés Manuel o existe un efecto similar a lo que sucedió durante la fallida reelección de Donald Trump en el 2020, cuando casi todas las encuestadoras daban como un hecho la victoria del candidato republicano, pero el voto secreto y de castigo marcaron la derrota del presidente en funciones de los Estados Unidos, quien tuvo que entregar la Casa Blanco a un descafeinado Joe Biden?

La preocupación en Palacio Nacional tras la “toma del zócalo de la Ciudad de México” es real y así se pudo comprobar en la mañanera del lunes en la que AMLO minimizó dicha marcha y la calificó como un movimiento político para eludir el poderoso mensaje que la ciudadanía lanzó en la capital del país contra el titular del Ejecutivo federal.

Por supuesto que la segunda marcha #ElINENoSeToca fue un fuerte golpe contra el lopezobradorismo y contra Morena, ya que la ciudadanía, que si bien está identificada en su mayoría como de clase media-alta, está comenzando a dar constantes mensajes de rechazo en contra de las políticas públicas y decisiones del mandatario mexicano.

Lo que también preocupa en Palacio Nacional es que la base del voto duro del Movimiento Regeneración Nacional, la que está identificada como media-baja, está cada vez más en contra del presidente de la República y mostrando un hartazgo que hasta hace dos años no se tenía.

La crisis económica va a dictar mucho la intención del voto en los comicios federales en puerta, pero ese será tema de otro análisis y de una futura entrega de esta columna.

No se puede perder de vista que los mexicanos siempre votan con la mano en el bolsillo y los ojos en su cartera.

La elección federal intermedia del 2021, en la que se renovó la Cámara de Diputados y las alcaldías de la CDMX, fue un indicativo claro de que en Morena las cosas no están caminando tan bien como lo pregonan, pues los resultados finales marcaron un crecimiento notable del bloque opositor conformado por el PRIANRD tanto en San Lázaro como en las delegaciones de la capital del país.

El voto oculto se tradujo en voto de castigo.

El gran reto de la oposición de partidos políticos es ahora buscar a ese perfil que pueda aglutinar todo el rechazo social que está sufriendo Andrés Manuel López Obrador y que pueda plantarle cara las “corcholatas” de Morena en las próximas elecciones presidenciales.

Hasta el día de hoy, ese cuadro que abandere a la oposición no existe.

Y es que, entre la baraja de aspirantes de la coalición “Va por México”, no existe un solo perfil competitivo que se le pueda acercar a los alfiles de AMLO, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López o Ricardo Monreal, quienes buscan recibir la estafeta de la 4T en el 2024.

El hartazgo social contra el lopezobradorismo va creciendo, pero la oposición luce aletargada y no ha podido colocar en el colectivo a un cuadro que pueda ser el “López Obrador” de López Obrador.

Si bien dos años es tiempo suficiente para trabajar en un cuadro, que podría surgir de la sociedad civil y que podría ser arropado por el PAN, PRI y PRD, la realidad es que no existe ni un esbozo que pueda capitalizar el rechazo mostrado en las marchas contra la reforma electoral lopezobradorista.

El gran reto de la oposición del PRIAN, insisto, es traducir en votos ese grito ciudadano que está reclamando un cambio.

¿Lo lograrán para el 2024?

Ya se verá.


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