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Comprar espejitos

Columna Cuarto Propio

Hace mucho pero mucho tiempo, en vísperas de elecciones, los contendientes tapizaban los postes con carteles que se apilaban uno sobre otro, porque no importaba mantener limpias las calles, sino ganar más terreno en la ciudad. Sin embargo, el éxito de una campaña y las probabilidades de un futuro “gane” eran más evidentes cuando el candidato, a donde quiera que fuera, lograba llenar zócalos, plazas y salones con militantes del partido que se apelotonaban para vitorear su nombre a cambio de unas tortas, unos frutsis, una manzana, una gorra y una playera que terminarían usando para lavar el carro.

Los operadores políticos llenaban sus padrones con los datos del IFE de todos los acarreados a los que prometían despensas y otros apoyos que durarían mientras el partido fuera elegido y se mantuviera en el poder. Las miseras limosnas eran la gloria para las jefas de familia que debían alimentar a una familia entera con los pocos pesos que el hombre de la casa decidía dar después de guardarse lo de la parranda del fin de semana, lo de su coquita diaria y lo de sus casettes pirata; también para aquellas a quienes los inútiles padres de sus hijos dejaron sin siquiera avisar que no volverían jamás, asimismo lo eran para las personas de la tercera edad que, abandonados por sus hijos, no tenían más remedio que “vender” su voto para no morir de hambre.

Con la llegada del “cambio” a México, el asistencialismo menudista que caracterizaba los gobiernos del PRI se transformó en un asistencialismo corporativo, típico del panismo, con la implementación de políticas públicas que siempre traían consigo una gran inversión por parte del sector privado: el Seguro Popular, los Pueblos Mágicos, la Guerra contra el Narcotráfico, entre otras. Ni uno ni otro lograron erradicar las problemáticas que aquejan a México desde su origen como Nación y, como resultado de los constantes cambios en la forma de gobernar al país, el resentimiento social se ha incrementado en todos los estratos de la ciudadanía pues a todos les ha tocado perder privilegios.

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En este sexenio hemos visto de todo un poco, el Gobierno que se vendió como la solución a todos nuestros problemas ha ido olvidándose de sus propias promesas conforme avanza el periodo presidencial. El líder morenista que llegó a Palacio Nacional y que parecía ser el más comprometido con las causas sociales se ha peleado con los intelectuales en favor de la supuesta austeridad nacional, con el feminismo porque las mujeres se mueren para atentar contra su gobierno, con los desaparecidos porque se “pierden” para dar una mala imagen del país. Los egoístas son los ciudadanos que se quejan y que no comprenden el verdadero objetivo de la revolución: luchar permanentemente contra la oposición, lo que sea que eso signifique o represente.

En su intento por erradicar todo rastro del asistencialismo panista, el ocupante de la silla presidencial quitó el apoyo a guarderías y a estancias infantiles con la finalidad de que ese dinero fuera directamente a manos de las madres de familia, también eliminó el Seguro Popular y decidió repartir dinero a todos los ciudadanos que pudiera: madres solteras, estudiantes, personas de la tercera edad. Lo importante es “comprometer” a todos aquellos que representen un voto más, que teman perder los apoyos al votar por la oposición, para no tener que preocuparse por su permanencia en las próximas elecciones, es decir, el mero asistencialismo priista pero recargado.

Los comicios para elegir al sucesor del Presidente se acercan, la imagen de los partidos políticos que gobernaron por varios años el país está tan desgastada que los únicos nombres que resuenan para la contienda son los de los morenistas y, aunque los análisis se inclinan por una o por otro, lo cierto es que la incertidumbre que deja la cruda de la “regeneración nacional” fallida mantiene a todos peleándose como fieras por los votantes “seguros” que aún quedan en el padrón electoral.

Tras una pandemia, ante la decepción de los votantes más experimentados, el desinterés de las nuevas generaciones por la política populista, las nuevas estrategias para el posicionamiento de las figuras públicas ¿valdrá la pena seguir pintando bardas? ¿de verdad servirán los espectaculares anunciando libros que, se sabe, no son de la autoría de quienes aparecen en la foto? ¿llenar el Zócalo con el Grupo Firme y con La Rosalía garantizará el voto de los asistentes? ¿ahora qué le van a prometer a la población con menos privilegios? ¿y a los aspiracionistas?… Para terminar, solo un breve mensaje para los lectores: vean los espejitos, pero no los compren.  


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