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“Narcomichi”: decomisan droga adherida a un gato en cárcel de Costa Rica

El caso, ocurrido la noche del martes 6 de mayo, volvió a encender las alarmas sobre el uso de animales en operaciones de contrabando dentro del sistema carcelario costarricense.
“Narcomichi”: decomisan droga adherida a un gato en cárcel de Costa Rica

La creatividad del crimen organizado alcanzó un nuevo y desconcertante nivel en la Penitenciaría de Pococí, donde autoridades penitenciarias interceptaron a un gato doméstico que transportaba sustancias ilícitas adheridas a su cuerpo, por lo que fue apodado en redes como Narcomichi.

El caso, ocurrido la noche del martes 6 de mayo, volvió a encender las alarmas sobre el uso de animales en operaciones de contrabando dentro del sistema carcelario costarricense.

El caso de narcomichi

El hallazgo se produjo durante una ronda rutinaria en el perímetro del centro penal, cuando agentes de la Policía Penitenciaria notaron a un felino blanco con manchas grises que mostraba un bulto anormal sobre el lomo. Al inspeccionarlo, descubrieron que el animal llevaba dos paquetes adheridos con cinta industrial y envueltos en plástico negro.

Los análisis del Organismo de Investigación Judicial revelaron que los envoltorios contenían 235.65 gramos de marihuana, 67.76 gramos de pasta de crack y dos hojas de papel utilizadas comúnmente para envolver narcóticos.

El animal fue inmediatamente asegurado y trasladado a una zona segura dentro del penal, donde especialistas retiraron los paquetes.

Posteriormente, fue entregado al Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) para evaluar su estado físico y descartar cualquier tipo de maltrato. En redes sociales, el gato fue apodado “narcomichi” y se convirtió rápidamente en tendencia, generando una mezcla de sorpresa, indignación y humor.

Un patrón creciente en Costa Rica

Aunque el episodio parece sacado de una comedia negra, no es un hecho aislado. Las autoridades penitenciarias han detectado un patrón creciente en el uso de animales —principalmente gatos, pero también palomas y perros— como herramientas de contrabando en cárceles del país. Entre 2015 y 2024, se registraron al menos siete intentos similares.

Uno de los casos más recordados ocurrió en agosto de 2018 en el Centro Penitenciario La Reforma, en Alajuela, donde un gato fue detenido con un pequeño morral al cuello que contenía marihuana y teléfonos celulares.

La investigación determinó que el felino estaba vinculado a un exrecluso, lo que permitió procesarlo por intento de introducción de objetos prohibidos.

“Narcomichi”: decomisan droga adherida a un gato en cárcel de Costa Rica
Un gato llevaba varias bolsas de droga adheridas al cuerpo

Situaciones similares se presentaron en julio de 2021, cuando dos gatos fueron sorprendidos en cárceles distintas —el CAI Jorge Arturo Montero y el CAI Nelson Mandela— portando drogas y un cargador. Estos casos obligaron a las autoridades a reforzar los protocolos de vigilancia y coordinar con servicios veterinarios estatales para detectar estas prácticas con mayor eficacia.

Práctica internacional

El fenómeno no se limita a Costa Rica. En abril de 2021, en Panamá, un gato fue detenido mientras intentaba ingresar cocaína, marihuana y crack en la prisión Nueva Esperanza, en Colón. En esa ocasión, el felino llevaba una tela con droga atada al cuello.

Rusia también reportó un caso similar en octubre de 2024, cuando dos personas fueron arrestadas por usar un gato atigrado para introducir estupefacientes en la cárcel de Novomoskovsk.

Las autoridades hallaron hachís y anfetaminas escondidas en el collar del animal, que había sido mascota de un exconvicto y regresó a la prisión tras su liberación, sin despertar sospechas.

Un desafío para la seguridad penitenciaria

Expertos en criminología señalan que estos métodos representan un reto importante para los sistemas penitenciarios, ya que los animales son utilizados como portadores involuntarios y la trazabilidad penal se complica.

La confianza en la supuesta “inofensividad” de los animales, sumada a las dificultades logísticas para vigilar los perímetros de los recintos, permite a los grupos criminales aprovechar este vacío operativo.



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