Jacqueline Steffanoni / @jacquelinesteff
El reloj marcaba las 11:30 de la mañana cuando llegué al Hospital General de Cholula, uno de los que están al borde del colapso debido al aumento de contagios de coronavirus en el estado.
Desde el primer momento, la escena se tornó oscura. Decenas de personas esperaban al exterior del nosocomio para recibir información de sus familiares. La angustia se reflejaba en sus rostros por el miedo de no volver a ver a sus seres queridos con vida.
Después me dirigí a la entrada de Urgencias, por donde ingresan todas las ambulancias o pacientes que llegan por su cuenta al hospital y al mismo tiempo es la salida de carrozas fúnebres que retiran a una persona fallecida.
Con mi cámara documenté la velocidad con la que entran personas contagiadas y salen otras que no resistieron los efectos del COVID-19.
Diez minutos después, arribó personal de una funeraria para llevarse el cuerpo de una persona que perdió la batalla contra el coronavirus.
Aprecié a los dos trabajadores de la funeraria cubiertos de pies a cabeza, con cubrebocas y lentes. Ingresaron al hospital con un féretro, mismo que después sacaron con una víctima del virus de Wuhan, pero envuelto con plástico.
Solo tuve que esperar 30 minutos más para ver cómo otra carroza fúnebre ingresó al hospital para retirar a una persona que no logró recuperarse del virus. El panorama se hacía cada vez más desolador.
Yo no los conocí, pero es imposible ser indiferente al dolor de la familia, porque se unen a los 7 mil fallecidos en Puebla por COVID-19 a los que nadie les llora más que sus seres queridos.
El reloj marcaba las 12:45 cuando empecé a ver un carrusel de personas que ingresaban para ser atendidas. Observé el ingreso de un paciente en una ambulancia, quien, ante el sobrecupo en el hospital, tuvo que esperar a que el personal médico encontraba un espacio para atenderlo.
Iba encapsulado y conectado a un tanque de oxígeno. Los paramédicos que lo trasladaron portaban trajes protectores, cubrebocas especiales y gafas que les cubrían los ojos.
La situación empeoró pasadas las 2 de la tarde, pues en 45 minutos, fui testigo de del ingreso de dos personas más. Una llegó en una ambulancia y otra por cuenta propia.
A las 2:15 de la tarde, un vehículo médico llegó al área de emergencias, inmediatamente descendieron a una mujer de aproximadamente 55 años, quien iba despierta y conectada a un respirador.
Los paramédicos que la trasladaron, desinfectaron toda su ropa y la ambulancia; se quitaron los trajes protectores para desecharlos.
Después de 20 minutos, pude ver que una camioneta se estacionó afuera de la entrada de emergencias con un paciente conectado a un tanque de oxígeno, sin embargo, tuvo que esperar por más de media hora para poder ser atendido.
Parecía que no tendría atención médica por la demora para ingresarlo, pero después, capturé la escena cuando lo trasladaban a la entrada del hospital en silla de ruedas, mientras cargaba el cilindro con oxígeno.
Este número elevado de ingresos a los hospitales COVID de Puebla se ha mantenido desde la segunda quincena de diciembre y se espera que continúe hasta febrero. Lo que se vive en el hospital de Cholula, es sólo una parte de la crisis que enfrenta Puebla en todas las unidades académicas.