Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc
Mario Marín fue uno de los grandes corruptores en la historia de México.
El ex gobernador de Puebla, a base de ‘billetazos’ y de negociaciones políticas, compró impunidad a nivel nacional tras corromper al gobierno federal, que en ese entonces encabezaba el panista Felipe Calderón, y a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que en su momento exoneraron al mandatario por la tortura, tráfico de influencias, abuso de autoridad y demás delitos en contra de la periodista Lydia Cacho.
Pero, los largos tentáculos de Marín Torres no alcanzaron para corromper a las cortes internacionales que fueron las que sentenciaron al góber precioso luego de que la valiente Lydia Cacho jamás bajó los brazos en su cruzada por la justicia que se le fue negada durante más de 3 lustros.
Tras la publicación del escándalo que condenó a Marín, la prensa poblana ha vivido momentos convulsos a lo largo de estos 15 años.
Sin duda, el marinismo marcó un antes y un después para la entidad poblana.
Y es que, la historia de Puebla comenzó a rescribirse desde que el oriundo de Nativitas, Tlaxcala, llegó al gobierno del estado.
Con Marín, quien personificaba a los más rancio y putrefacto del decadente priismo, el estado comenzó a caer en una espiral de la que hoy, poco a poco, comienza a salir.
Pocos fueron los periodistas que no se dejaron corromper por el tenebroso Mario Marín.
Tras su gobierno condenado a vivir en las sombras, Puebla vivió por primera vez una alternancia fallida de la mano del siniestro Rafael Moreno Valle. Con el priista comenzó otra oscura época para la entidad al instaurar un régimen intolerante y corrupto que hundió al estado en la miseria.
El antecesor de Marín, quien jamás tuvo el valor de encarcelarlo a pesar de tener todas las pruebas porque su valía electoral superaba a la justicia, murió en un accidentre aéreo tras un fraude electoral para imponer a su esposa Martha Erika Alonso en el gobierno del estado para asegurar la continuidad de su dictadura aldeana.
Puebla, una vez más, fue el epicentro de las noticias nacionales e internacionales.
La narrativa de hoy nos entrega a un gobernador, quien, por fin, pagará tras las rejas sus delitos; y otro quien tuvo una muerte trágica como castigo divino por tantas atrocidades cometidas en la cima del poder.
Muchos de los periodistas que hoy se burlan de la detención de Marín Torres fueron grandes benefactores y cómplices del priista.
La prensa aldeana, también, fue el punto de quiebre para muchos de los que hoy están al frente de los principales periódicos, canales de televisión y noticieros radiofónicos del estado.
El periodismo de Puebla se dividió entre “los marinistas” y “La Prensa Negra”.
A los pocos meses del escándalo de Lydia Cacho pasaron apenas unos meses, cuando en el estado se dejó de hablar, en la mayoría de espacios, de Mario Marín.
Muchos de los críticos se convirtieron en particulares, choferes y carga maletas de Javier García Ramírez, Javier López Zavala, Alfredo Arango, Valentín Meneses, entre otros.
El fuego era apagado poco a poco por los fieles escuderos de Mario Plutarco.
También surgió el Grupo de los Gordos, que conformaban los principales locutores de radio y conductores de los programas de la televisión local, quienes mes a mes eran consentidos y bien remunerados por su silencio por el entonces director de Comunicación Social del marinismo y del Director del desaparecido Sicom.
Al igual que “Los Gordos” nacieron los “12 fantásticos”, cofradía que integraban los columnistas “más influyentes”, en su momento, de la prensa en Puebla.
Así nacieron los “periodistas-constructores” en la era marinistas. Las plumas más críticas eran silenciadas con contratos de obra pública, que eran repartido por el famoso y prófugo “Rata” Ramírez, además de los convenios de publicidad gubernamental y de los millonarios chayos que eran enviados desde la oficina del intransitable David Villa Issa, “El Cuñadito”.
Dos de los periodistas, quienes se venden como los grandes perseguidos y censurados por el gobierno marinistas, fueron los que más se aprovecharon del escándalo de Mario Marín. Cada uno de sus golpes asestados desde el periódico que dirigían y desde sus columnas encarecían la negociación de su complica silencio.
La supuesta persecución no fue más una puesta en escena para estirar la liga y lograr más que sus colegas.
Sabían a la perfección que Mario Marín estaba dispuesto a pagar lo inimaginable para evitar que su imagen fuera más vapuelada.
Si uno de ellos, cuyo silencio ya es bastante incómodo y conmovedor, había recibido 70 millones y un rancho para dedicarse a los toros de lidia, ellos podían conseguir más.
La tregua con los dos “prensa negra” no llegó hasta que Villa Issa les regaló una rotativa de 10 millones de pesos y elevado contrato extraoficial para evitar defender en público al góber precioso.
Como era de esperarse, este par fueron dos de los grandes beneficiados de Moreno Valle a su llegada a Casa Puebla.
Marín corrompió a todos, hasta la prensa.
Ya nada fue igual en los medios de comunicación de la aldea tras el affaire Marín-Cacho.
El góber precioso vició el ambiente y dejó prácticas deleznables que a la fecha perduran en este ingrato oficio.
Ahí fue donde todo comenzó a descomponerse.
Pocos fueron los periodistas, quien en esos años eran reporteros y hoy dirigen portales de noticias propios, quienes no se dejaron sucumbir por las canonjías marinistas.
Que no se quieran vender como los grandes luchadores de la libertad de expresión.
Todos conocemos de sus negociaciones en lo oscuro y el precio de su silencio.
Todos conocemos sus nombres.
A nadie engañan.
Tantita vergüenza, señores.