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Pulverizar el voto azul

columna historias de un joven reportero Gerardo Ruiz 1

Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc

En la elección del 2018 fue la primera vez que se utilizó la estrategia del voto diluido. El morenovallismo, ante el tsunami lopezobradorista, intentó fallidamente dividir el voto pro Morena para rescatar la gubernatura, aunque en el camino se tuvieran que sacrificar la mayoría en el Congreso del estado, la alcaldía de la capital y los ayuntamientos de la zona metropolitana y de municipios importantes como el de Tehuacán, Zacatlán e Izúcar de Matamoros.

La maquinaria electoral del siniestro Rafael Moreno Valle, que hasta ese entonces era invencible, diseñó un plan en el que cuatro partidos se disputaran el voto de oposición y este no se concentrara únicamente en el Movimiento Regeneración Nacional.

Además de repetir la megacoalición de tres partidos “grandes”, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, más dos satélites como el PSI y Compromiso por Puebla, el morenovallismo integró a su plan electoral al PRI, al Partido Verde Ecologista y a Nueva Alianza, para que estos tres partidos funcionaran como esquiroles del bloque aliancista “Por Puebla al Frente” con el objetivo de restarle votos a Morena y a su entonces abanderado Miguel Barbosa.

Ver: Arranca Morena con ventaja de dos dígitos sobre el PAN en la lucha por el Ayuntamiento de Puebla y el Congreso: BEAP

Los infames Enrique Doger, Michel Chaín y Alejandro Romero Carreto, quien más tarde declinaría por la esposa de Rafael, se convirtieron en aliados de facto de Alonso Hidalgo, a quien criticaban de manera laxa para mostrarse como una alternativa frente al electorado de oposición, pero enfocaban todas sus energías en arremeter contra Barbosa Huerta.

La lógica y los cálculos de la estrategia morenovallista no encontraban fallos, pero el fenómeno electoral que representaba Andrés Manuel López Obrador era una empresa imposible de vencer en las urnas. El arrastre del hoy presidente de la República provocó que su partido arrasara a nivel local y nacional en los comicios sucesorios de hace tres años.

La historia la conocemos: la estrategia de Rafael de triturar el voto de oposición fracaso por el factor AMLO y tuvieron que recurrir al Plan B, el cual consistió el reventar las elecciones con el uso de la fuerza pública y de grupos armados de choque, además de fraguar un fraude electoral evidente, con la complicidad del IEE y del TEEP.

Ver: No, señores, no se dice “voto diferenciado”, es “fraude electoral”

Este 2021, el modelo de pulverizar el voto de oposición será empleado otra vez, pero ahora en contra del PAN.

Algo que los panistas no han sabido leer.

Las circunstancias de hoy juegan a favor del voto establishment, es decir al partido en el poder, en este caso Morena. La pandemia y las características de una elección intermedia, las cuales se definen a través de las estructuras y del famoso “voto duro”, dejan al partido lopezobradorita con amplias posibilidades de retener la alcaldía poblana y la mayoría en el Legislativo local.

En la capital, Acción Nacional es el único partido que conserva un voto base que ronda los 220 mil votos, de acuerdo con los resultados en los últimos comicios. En el 2013, obtuvieron 254 mil; para el 2016, fueron 228 mil; en el 2018, alcanzaron los 253 mil; y en el 2019, registraron 228 mil otra vez.

En cuanto al Movimiento de Regeneración Nacional aún no se puede medir si cuenta con una base de votos estable en la ciudad de Puebla, pues en las elecciones intermedias federales, proceso en el que debutó a nivel nacional como partido político, alcanzaron apenas los 68 mil votos en la capital; para la del 2016, lograron 72 mil; en el 2018, gracias al tsunami de López Obrador, rebasaron los 343 mil votos; y en la extraordinaria del 2019, disminuyeron a 161 mil votos.

Morena aún no se mide en una elección local, por lo que su “voto duro” aún es difícil de calcular, pero podría rondar entre los 180 y los 200 mil votos.

Al decir de diferentes analistas y encuestadores, la participación ciudadana en las elecciones de este año en la capital difícilmente superará el 40%, un escenario similar a los comicios del 2016, cuando solo estuvo en juego la minigubernatura de 20 meses.

En esa ocasión, la votación en la capital del estado fue de poco más de 433 mil sufragios.

El número mágico para los partidos es llegar a los 225 mil votos, cifra que en automático lleva a ganar el Ayuntamiento de Puebla.

Al reventar la alianza con el PRI y con el PRD, la obnubilada presidenta de Acción Nacional en Puebla, Genoveva Huerta, no midió que el voto duro del partido azul difícilmente alcanzará los 220 mil sufragios, como en las elecciones anteriores en las que se aliaron con el Sol Azteca, MC, y la chiquillada de partido locales.

El PAN tendrá que pelearse con Morena cerca de 20 mil votos, pues los otros 30 mil, el famoso ‘voto switcher’, estarán en disputa entre los partidos que postularán candidatos en solitario, como Movimiento Ciudadano, Verde Ecologista, y los nuevos Fuerza Social por México, Redes Sociales Progresistas y Encuentro Solidario.

No resulta fortuito ni mucho menos poco calculado que en los bunkers de FSM y del PVEM ya hayan elegido a perfiles “panistas” para buscar el voto en la capital en las figuras de Rafael Moreno Valle Buitrón, quien podría confundir al electorado al llamarse igual que el fallecido exgobernador; y a Roberto Ruiz Esparza “El Capi”, quien siempre ha estado más ligado a la derecha que a la izquierda.

Ver: Ruíz Esparza es el candidato del Verde para la alcaldía de Puebla

Como es previsible, MC también postulará un perfil con tinte empresarial para dividir aún más el voto panista y RSP hará la propio al ya haberse alineado a los intereses del barbosisimo.

La operación de pulverizar el voto azul está en marcha.

Tampoco hay que perder de vista la excelente relación que el gobernador Barbosa mantiene con el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno “Amlito”, pues esto podría ser un factor determinante para que la dispersión del voto termine por hundir al PAN en la Angelópolis.

Aunque el tricolor ya perdió su base electoral en la capital desde el 2016, aún aporta cerca de 60 mil votos, los cuales podrían ser decisivos en una elección de tercios.

Mientras, el abanderado panista Eduardo Rivera le apuesta todo a que el Revolucionario Institucional lo postule como candidato común; en el CEN priista ya se prepara a un cuadro para que el tricolor compita en solitario en las elecciones del 6 de junio.

Con esto, el fiel de la balanza se inclinaría, invariablemente, a favor de Morena.

En el war room barbosista ya se tiene todo diseñado para poner en marcha la maquinaria electoral, desde un tejido fino, mano dura en el equipo compacto para evitar conspiraciones en contra de la carta marcada, hasta un plan ganador a la espera de que el disparate, que impulsa desde la CDMX el grupo de Bertha Lujan y Alfonso Ramírez Cuellar, de que Claudia Rivera repita como la abanderada de Morena en la capital se desvanezca ante el riesgo latente de la catástrofe.

Ver: Desde México ya operan imposición de Claudia Rivera como candidata de Morena

La idea de la reelección de Rivera Vivanco pone en riesgo la ruta del 2024, pues la deprimente alcaldesa hundiera a Morena en la entidad poblana y con ello el cuarto padrón más importante del país.

Las cartas ya están abajo y sobre la mesa. El tiempo de definiciones en la esquina morenista está pronto a llegar.

Ganar o perderlo todo en Puebla.

El dedo de oro de Palacio Nacional la tiene sencilla.

¿O no?

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