¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?

Austeridad de pasarela: el nuevo lujo de la Cuarta Transformación

Claudia Sheinbaum, presidenta de la República, respondió con sobriedad: “El poder se ejerce con humildad y sencillez”. Una frase que, dicho sea de paso, suena mejor cuando no está acompañada de recibos de cinco estrellas.

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La austeridad republicana, esa joya discursiva de la Cuarta Transformación, ha pasado de ser un ideal revolucionario a un accesorio de temporada. Hoy se usa como playera o gorra, la cual se coloca para las fotos oficiales y se guarda discretamente en el bolso cuando llega la hora del viaje a Tokio, la boda en Madrid o el coctel en Lisboa.

El último capítulo de esta tragicomedia lo protagoniza Andrés Manuel López Beltrán, alias Andy, secretario de Organización de Morena e hijo del presidente. Fue captado en el Hotel Okura de Tokio, donde las habitaciones “baratas” cuestan lo mismo que un mes de salario mínimo… de alguien que trabaje todos los domingos.

Claudia Sheinbaum, presidenta de la República, respondió con sobriedad: “El poder se ejerce con humildad y sencillez”. Una frase que, dicho sea de paso, suena mejor cuando no está acompañada de recibos de cinco estrellas.

Ricardo Monreal, por su parte, decidió que el aniversario de bodas merecía escenario europeo y se hospedó en el Rosewood Villa Magna de Madrid, un hotel donde hasta el servicio de almohadas podría figurar como gasto de campaña. Mario Delgado, líder de Morena, ha hecho lo propio en sus giras, y Sergio Gutiérrez Luna no se queda atrás, cultivando un estilo de vida que haría sonrojar al mismísimo Porfirio Díaz.

La secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, ya parece la tía sensata de la familia: pidió a sus compañeros que eviten “la exhibición de opulencia”. Lo que no dijo —quizá por prudencia— es que la opulencia existe, aunque no se exhiba, y que las fotos filtradas y los videos de celular no necesitan permiso para circular.

La austeridad, en teoría, debía ser el sello moral de Morena: nada de lujos innecesarios, nada de dispendio, nada de privilegios. Pero entre viajes, bodas, fiestas y camionetas blindadas, la “justa medianía” se ha convertido en un club exclusivo con barra libre y vista al mar. El problema ya no es la oposición, sino la coherencia. Porque si el partido que prometió gobernar sin excesos termina protagonizando un reality de turismo de élite, no hará falta campaña negativa: las redes sociales ya hacen el trabajo gratis.

En la política mexicana, la incongruencia es como la humedad: entra por las rendijas y, cuando te das cuenta, ya se comió la pared entera. La austeridad republicana no murió de pobreza, murió de abundancia. Y sus dolientes están, curiosamente, en un hotel de lujo… esperando el servicio a la habitación.

El riesgo para Sheinbaum

Sheinbaum lo sabe: cada boleto de avión en primera clase comprado por un militante de alto perfil es una bala que la oposición guarda para 2027. La presidenta enfrenta un dilema de manual: si ignora estas conductas, la mancha crece; si sanciona a sus propios aliados, se abre un frente interno. En ambos casos, la narrativa de “austeridad y honestidad” se erosiona. En política, el capital moral es como una cuenta bancaria: fácil de gastar, difícil de recuperar. Y Morena, a juzgar por las últimas semanas, está retirando más rápido de lo que deposita.

Porque si en el escenario nacional la austeridad se convierte en souvenir de lujo, en Puebla la historia no es muy distinta: los partidos, sin importar color, ya aprendieron a vestir de “pueblo” para las campañas… y de etiqueta para la cena posterior. La pregunta es si los poblanos seguirán pagando la cuenta.

Y aquí la gran pregunta… ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?

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