“Si falla el capitalismo, podemos probar con el canibalismo”. Andrés Rábago García
La semana pasada, las audiencias mexicanas fuimos testigos de un hito en materia de producción audiovisual con contenido socialmente responsable. La miniserie “Caníbal: indignación total”, superó todos los pronósticos en cuanto a penetración en los hogares del país, alcanzando más de 30 millones de televidentes a lo largo de los cinco días que duró su transmisión.
De acuerdo con comunicados de la empresa Televisa, durante el horario que se transmitió “Caníbal”, tan sólo en ese canal (“Las Estrellas”) el público superó en una proporción de cuatro a uno a la competencia, colocando a la miniserie en niveles de audiencia no vistos desde la aparición del internet.
Pero el raiting alcanzado no es el único aspecto digno de resaltar. Lo es el hecho mismo de que una serie de ese tipo se haya transmitido por la televisión mexicana, bajo la producción de la Suprema Corte de Justicia y con una dirección visual que no sólo enfocó las miradas del público en el que es quizás el fenómeno más aberrante de nuestros días, el feminicidio, sino también captó el interés de una sociedad ávida de contenidos innovadores.
Durante cinco días, los mexicanos nos fuimos enterando de cómo la desaparición de una persona (Reyna, esposa de un policía de Tlalnepantla) desencadenó una serie de hallazgos que condujeron a la captura del homicida serial más terrorífico de México hasta nuestros días.
Guíados por la conducción de Gabriela Warkentin -y apoyados con testimonios de quienes vivieron en carne viva el horror, pero también de reconocidos especialistas como la famosa criminóloga Feggy Ostrosky -, las audiencias fuimos descubriendo con total claridad la densa telaraña que representa en México el sistema de justicia, el cual es culpable justamente de que los feminicidios permanezcan impunes.
Sin duda es loable el esfuerzo de quienes se atrevieron a diseñar, producir y publicitar esta serie, que retrata en todas sus formas la maraña de trampas y obstáculos que significa en nuestro país querer alcanzar justicia para todas las mujeres asesinadas, para las desaparecidas, pero que también permite que tipos como Andrés Filomeno, El Caníbal de Atizapán, puedan delinquir durante más de 30 años sin ser aprehendidos.
Que quede claro: de los feminicidios de Andrés somos cómplices todos. Lo es la Policía, que no cuenta con la capacitación necesaria para atender los primeros reportes de desaparición de mujeres, que no tiene la instrucción requerida para salvaguardar una escena del crímen, y no está sensibilizada ante la forma en que debe apoyar a los familiares de personas no localizadas, victimizándolas repetidamente.
Lo son también las fiscalías, que se encuentran plagadas de funcionarios corruptos, quienes atienden más bien a sus intereses económicos y políticos antes de poner a las víctimas en el centro de sus investigaciones. Son cómplices los jueces, incapaces de juzgar con perspectiva de género. Lo son los legisladores, que tampoco apresuran penas más fuertes, ni preveen los resquicios legales por donde los delincuentes se pueden escapar y así no ser juzgados.
Son cómplices igualmente los profesores y padres de familia, empeñados en seguir (mal)educando a niños con base en valores machistas, que no proveen alternativas como la instrucción de nuevas masculinidades, que siguen reproduciento estereotipos y roles según los cuales, la mujer es instrumento y objeto de deseo, “motivo de dolor” para el hombre, pero nunca un ser de carne y hueso capaz de decidir sobre sus propios cuerpos y sus vidas.
Y desde luego que es cómplice el presidente, los gobernadores, para quienes cualquier marcha feminista no representa la expresión genuina de un sector de la sociedad hastiado de tanta muerte, sino que forma parte de un “complot” o plan calculado políticamente por parte de medios de comunicación, oligarcas y opositores con el fin de arruinarles el día.
Los propios vecinos de Andrés Filomeno fueron cómplices también, indiferentes ante lo que ya desde años atrás advertían, sobre la cantidad de mujeres que entraban en su casa y ya no salían, o bien salían con la ropa manchada de sangre.
Pero también hay complicidad por parte de los medios de comunicación, que seguimos trivializando el grave problema de la prostitución forzada, desaparición de mujeres y feminicidios, presentándolos como un encabezado llamativo que provoca “clicks”, o bien una noticia fugaz altamente vendible, no importando la forma en que revictimizamos a las familias.
De acuerdo con Javier Tejado Dondé, productor de la miniserie “Caníbal”, cuando él propuso la idea de hacer un especial televisivo basado en los crímenes de Filomeno, se topó de lleno con la negativa de muchas autoridades e instituciones, al grado que incluso existieron amenazas por parte del Ayuntamiento de Atizapán, para que los policías municipales no declararan frente a las cámaras.
De ese tamaño es el sistema que protege a los feminicidas en vez de velar por la integridad de las mujeres. Así de grandes son los intereses que se tocan cuando se evidencia sin tapujos, sin decoraciones ni maquillaje, la forma ruin y desgraciada en la que decenas de mujeres son asesinadas en nuestro país cada día.
“Vivimos tiempos de agitación, vivimos tiempos interesantes”.