Nadie duda de las capacidades políticas, de su valía como gran y única heredera del lopezobradorismo en el país y de sus notables esfuerzos para alcanzar la postulación como la futura candidata presidencial de Morena en 2024, sin embargo, el liderazgo de Claudia Sheinbaum aún no termina por permear ni ser del todo aceptado entre todas las corrientes, sectores y grupos del partido fundado por Andrés Manuel López Obrador.
La maldita banda grupera, que terminó por poner al PRD, la consolidación del primer partido de izquierda con alcances nacionales, en vías de la extinción.
Si bien Sheinbaum Pardo recibió hace ya casi un mes de manos de López Obrador el bastón de mando, tal parece que este solo se quedó en un acto simbólico por parte del tabasqueño como cerrojo perfecto al proceso interno de unción del abanderado de su movimiento para los comicios del próximo año.
Sí, un bastón, pero uno sin mando.
Y es que, la designada coordinadora nacional de los comités de defensa de la Cuarta Transformación todavía no ha sabido poner orden y poner a todos a raya luego de ser nombrada por AMLO como la siguiente jefa política del Movimiento Regeneración Nacional y sus aliados.
Lo que López Obrador no padeció en su ascenso al poder en el 2018, ahora Claudia Sheinbaum comienza a sufrirlo: una rebeldía y subversiones al interior de Morena.
Algo que ayudó mucho al hoy presidente de la República fue que su voz era la única que se escuchaba al interior de su partido y sus determinaciones y órdenes se acataban sin que sus seguidores, compañeros y subordinados chistaran o las contradijeran.
Una dictadura partidista, en el más estricto sentido del término.
¿Quién se podría oponer a las decisiones del gran líder moral, político y fundador de su propio partido político?
Hoy, la situación es otra en plena sucesión del lopezobradorista.
Sheinbuam Pardo, dueña de un carácter bastante fuerte y sin filtros –basta recordar la imagen de su dedo flamígero apuntado sobre el pecho de Alfonso Durazo en los días previos al inicio de la interna presidencial para comprobarlo– aún no logra que su liderazgo y su bastón de mando sea justo eso, un poderoso instrumento de control y sumisión.
El poder se ejerce, no se comparte.
El caso de Omar García Harfuch, la carta fuerte del claudismo a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, y la guerra sucia desde el interior de las corrientes de Morena en la capital del país es muestra perfecta de ello.
Si nos remontamos a hace seis años cuando López Obrador impulsó a la propia Claudia Sheinbaum como la jefa de la CDMX podremos recordar que, a pesar de la disidencia de Ricardo Monreal, Martí Batres y Mario Delgado, el “ciudadano” impuso a la que hoy es su gran heredera.
Nadie, a pesar de sus amagos y pesos políticos, en ese entonces se atrevió a ir en contra de Andrés Manuel y su proyecto electoral para la capital del país y su ruta para el futuro, que hoy es un presente en marcha.
Los ataques coordinados por parte de Clara Brugada, la otra aspirante a abanderar a Morena en la CDMX; de Gerardo Fernández Noroña, vocero de Sheinbaum, pero abierto aliado de la alcaldesa de Iztapalapa; y hasta de Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, quien confirmó que el extitular de la SSC capitalina sí está en el informe clasificado por su participación en el caso Ayotzinapa, y hasta de los periodistas afines al lopezobradorismo demuestra que Sheinbaum Pardo atraviesa su primera crisis como la portadora del bastón de mando de la 4T.
Ver: Sergio Salomón, una voz autorizada
¿Superará esta prueba de fuego sin terminar tiznada o quemada?
La realidad es que Claudia Sheinbaum se ha mantenido cauta y hasta en cierto grado permisiva de todas las voces discordantes en su contra, pero nadie duda que en cualquier momento comenzarán los manotazos en la mesa y a ajustar las tuercas necesarias para que todos marchen al son que ella dicte.
Insisto, el poder se ejerce.
Al final de cuentas, nadie en su sano juicio se quiere pelear con la futura presidenta de México.
El primero en entenderlo así fue Marcelo Ebrard, que si bien mantiene su rebeldía en contra de Claudia no rompió ni con Morena ni López Obrador sabedor de que lleva todas las de perder si desde Palacio Nacional deciden “meterlo en cintura”.
Es un hecho que si Claudia Sheinbaum logra imponerse en la Ciudad de México y demuestra que su poder no es solo de ornato al impulsar a García Harfuch como su sucesor en la Ciudad de México pocos podrán ahora se atreverán a conspirar en su contra.
El primer gran mensaje de poder se dará en la capital del país y se replicará en los ocho estados restantes, Puebla entre ellos, que renovarán sus gobiernos locales.
¿Acaso alguien se atreverá a decirle que no a los planes que Sheinbaum tiene para la entidad poblana a pesar de “la bufalada”, “la cargada” y demás amagos que solo funcionan en las obnubiladas cabezas de los seguidores de aquel aspirante que jura que aún puede doblegar a la candidata presidencial morenista y quien jamás estuvo en los afectos de López Obrador?
Yo lo dudo mucho.
Dejarse doblegar por sus correligionarios será una muestra de un vacío de poder, algo que ningún futuro presidente quiere demostrar.
Lo que suceda en la Ciudad de México será la clave.
La visita a tierra poblanas de la abandera de Morena, su mensaje y su actitud dirá mucho de esto que cometamos.
El bastón, por fin, podrá ser el “bastón de mando”.