Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc
Aún ni la derrota, una bastante humillante, le sirvió a Claudia Rivera para recapacitar y corregir un poco del desastre que provocó los últimos dos años y medios en Puebla capital.
La “Compañera Claudia” jamás se pudo quitar el traje de activista para enfundarse el de presidenta municipal de la Angelópolis y gobernar así para todos y no solo para las minorías que les eran cómodas.
Perder la alcaldía a pesar de ser la edil en turno, con todas las ventajas que eso implica; el aborrecimiento que la gente le mostró en campaña; y los más de 21 puntos porcentuales de diferencia con Eduardo Rivera, su rival del PAN y a quien deberá entregarle el municipio, fueron insuficiente para sacudir a Rivera Vivanco.
La candidata reeleccionista fallida sigue siendo presa de su soberbia y de sus odios.
Qué diferente hubiera sido todo y que útil le habría venido a la edil con licencia reconocer de inmediato el triunfo de Rivera Pérez, en un acto de madurez y civilidad política, precisar que su candidatura fue un error pues fue un acuerdo político y una imposición que atropelló los ideales de Morena y darle la cara a esos 170 mil poblanos que aún confiaron en ella a pesar de su ineficiente y carente gestión.
Rivera pudo, pero no quiso.
Prefiero esconderse, guardar silencio y mandar a sus siervos a prolongar, de manera innecesaria, su agonía.
Al siguiente día, la candidata fallida siguió en la misma tónica que los últimos meses: soberbia, ensimismada y rencorosa.
Ni un guiño de autocrítica ni culpa se asomó en su rostro.
El nuevo discurso que han enarbolado Claudia Rivera y su séquito de liliputienses “compañeros” en el que aseguran que conservan su dignidad intacta a pesar de la estrepitosa caída del 6 de junio es el reflejo de que la edil con licencia y su primer círculo siguen encapsulados y sin reconocer la realidad de los hechos.
Y es que, para Rivera Vivanco la derrota en las urnas del pasado domingo no fue a consecuencia de su desastroso gobierno municipal, calificado por los poblanos como el peor del país, ni por los escándalos de corrupción ni sexuales que solapó al interior de la Comuna capitalino y mucho menos su pésima campaña como abanderada de Morena en la Angelópolis.
La alcaldesa, quien todavía se dio el lujo de tomarse una semana de vacaciones tras culminar el proceso electoral, asegura que fue víctima de las traiciones, de la falta de operadores, del abandono de las dirigencias estatal y nacional de su partido, y de los medios de comunicación que ejercieron violencia política con razón de género en su contra.
Todos fueron culpables de la derrota menos ella, por eso “su dignidad está intacta”.
¿En serio Rivera Vivanco sigue con la necedad de que los poblanos, quienes la hundieron como la peor candidata desde el panista Antonio Sánchez Díaz de Rivera, no la repudian por nunca poner orden en el municipio y por todos la corrupción e infamias que se vivieron en el Charlie Hall desde que rindió protesta como alcaldesa en octubre de 2018?
¿A qué dignidad se refiere exactamente Rivera Vivanco?
La soberbia de la edil que está pronta a regresar con la derrota en los hombres a la presidencia municipal debe de reconocer ya que la corrupción, el desvío de recursos públicos, el mal uso de los programas sociales como la leche entregada al SMDIF y los ventiladores patitos y de segunda mano, haber solapado al acosador sexual Andrés García Viveros y revictimizar a Karina N. le quitaron toda la dignidad que dice aún conservar intacta.
El inverosímil discurso claudista ya también fue adoptado por dos de los protagonistas del fracaso electoral de Rivera Vivanco: Magaly Herrera, la excoodinadora de Comunicación Social y exvocera de la candidata, y por el marinista Leobardo Rodríguez, quien va a seguir viviendo del erario otros tres años más a la espera de que la justicia no lo alcance en breve.
Magaly Herrera también se equivoca al pensar que mantiene su dignidad intacta, pues deberá de aclarar, de manera urgente, el desvío de los cinco millones de pesos supuestamente empleados en una campaña turística fantasma en medio de la pandemia del Covid en el 2020.
No solo eso, la periodista doblada a vocera también necesita justificar la fallida estrategia de comunicación del gobierno de Rivera Vivanco en la que incluyó medios de comunicación creados al vapor por sus amigos y hasta por su exnovio, Luis Gabriel Velázquez, supuesto director del portal Conéctate Puebla, que inició labores, de manera bastante conveniente, en junio de 2020 y cuyas redes sociales no alcanzan ni los 300 seguidores.
Otros casos indignos como los de Magaly Herrera López son los que se presentaron en la Secretaría de Administración municipal, durante la corruptísima gestión de Leobardo Rodríguez.
De la Mafia de la Secad aún hay mucho que contar, pero en el horizonte ya se tienen bien identificados a los principales operadores con los que Rodríguez Juárez desvió cientos de millones de pesos desde la dependencia municipal como el caso de Ilse González, Francisco Balbuena, Susana Sánchez, Betzabé Martínez, Mónica Campos, Enrique Gómez Haro, Antonio Frías y Jacqueline Cervantes,
En próximas entregas de esta columna se darán más detalles con documentos oficiales y fotografías de todas las pillerías que hizo el marinista Leobardo.
¿A esta dignidad intacta es la que se refieren estos indignos?
Claudia Rivera, si su soberbia la deja, aún tiene cuatro meses para pedir disculpas a los poblanos por encabezar el peor gobierno municipal de Puebla y, ahora sí, mostrar un poco de dignidad antes de dejar el Ayuntamiento de la capital.
Con la dignidad, sí, pero en los suelos.