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De la barbarie a la indiferencia

columna historias de un joven reportero Gerardo Ruiz 1

La masacre del sábado en el estadio la Corregidora de Querétaro durante el juego entre los Gallos Blancos y el Atlas no es más que el reflejo de una sociedad que se pudre y cuya violencia nos ha rebasado.

El ejemplo de la descomposición social del que hace poco hablamos en este mismo espacio.

Para quienes intentaron politizar el asunto del bebé Tadeo señalando a Morena y sus gobiernos, hoy callan y minimizan las atrocidades de la entidad queretana, que es el gran bastión de Acción Nacional.

La podredumbre de la sociedad, claro está, va más allá de filias y fobias políticas.

México vive una severa crisis de violencia multifactorial, en la que mucho tiene que ver el Estado fallido y la descomposición social.

La fallida estrategia de seguridad del gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador de los “abrazos y no balazos” y la falta de empatía e indiferencia de la sociedad es la muestra clara de que nuestro país, desde hace mucho, está en agonía y vive regulado por la “ley del más fuerte”.

Lo mismo sucede con el discurso del gobernador panista Mauricio Kuri, quien se niega a reconocer a personas fallecidas durante la trifulca de La Corregidora y quien a la fecha no ha logrado anunciar ninguna detención.

La creciente crisis de violencia necesita que todas las fuerzas políticas del país y la sociedad unan de una vez por todas fuerzas y esfuerzos para evitar que en México siga manchado de sangre y que ahora ni en los lugares de recreación y entretenimiento se pueda estar en paz, seguro y tranquilo.

Y es que, la cadena de impartición de justicia está más que viciada a nivel nacional.

No resulta casual ni fortuito los audios filtrado en los que se le oye al fiscal de la República, Alejandro Gertz Manero, inventar delitos y corromper a ministros de la SCJN para fallar a su favor.

Mientras a nivel mundial esto sería un escándalo y costaría el cese inmediato del servidor público, en México seguimos demostrando que somos el país del “no pasa nada”.

A esto se suma el cada vez más peligroso narcoestado.

La cultura del narco, que es el ejemplo y modelos a seguir para varios jóvenes, quienes ven ahí una forma de salir adelante y aspirar a una mejor vida, así como su filtración en diferentes niveles de la sociedad ha provocado que desgracias como las de San José de Gracia, Michoacán, o la del Estadio La Corregidora, de Querétaro, pasaran de ser de hechos aislados a ya una costumbre de cada fin de semana.

Ahora sabemos que el narco se ha infiltrado en las barras de los equipos de la Liga MX.

Las noticias de ejecuciones, balaceras y matanzas ya no causan ninguna sorpresa y ya son más vistas con morbo que con indignación.

Lo mismo pasó el sábado con las decenas de fotografías y videos que circularon a través de las redes sociales en los que se veían las brutales y sórdidas golpizas entre los aficionados de los Gallos Blancos y el Atlas.

Una buena parte de la sociedad las veía con dolor e indignación, pero otra lo hacía más por morbo y curiosidad.

La barbarie en tiempo real vista de una pantalla inteligente o desde un teléfono celular.

Lo que pasó en Querétaro, como lo que sucedió en Michoacán hace una semana, parecería un capítulo más de Black Mirror o El Juego del Calamar, pero estremece que fue la vida real.

Nada más enfermo en una sociedad que alguien prefiere grabar el momento en que un hombre muere a manos de otro, que brindarle ayuda o detener dicha masacre.

Y si bien la violencia en el deporte no es putativa de México, ya que las escenas del fin de semana lo mismo las hemos visto en Estados Unidos, que en Inglaterra, Alemania, Argentina, Brasil o Italia, lo que sí resulta increíble es que tres días después no exista una sanción ejemplar en contra del Querétaro, del Atlas y de sus directivos.

Ayer fue un partido de fútbol que terminó en una masacre.

Hace una semana un funeral que terminó en una ejecución a plena luz del día.

Antes fue Ayotzinapa, la Guardería ABC, el Casino Royale.

¿Qué será mañana?

En México hemos pasado de la barbarie a la indiferencia.

Insisto: ¿en qué momento se pudrió todo?

Qué días más difíciles nos han tocado vivir.

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