Del PRI al RIP
El PRI firmó este fin de semana su sentencia de muerte.
El golpe asestado por Morena, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum el pasado 2 de junio lo metió en una larga agonía y a la espera que un milagro, que jamás llegó, lo regresara a la vida.
El Revolucionario Institucional no pudo salir de la terapia intensiva que se ha prolongado por más de un mes.
Y es que, el PRI
Todo indica que el Partido Revolucionario Institucional, que está a tan solo seis años de cumplir el siglo de vida, fenecerá como lo conocemos hasta ahora.
El dinosaurio ya no seguirá ahí.
Lo visto este domingo en la sesión plenaria de la XXIV Asamblea Nacional Ordinaria, que más bien pareció una misa de cuerpo presente del otrora ‘partidazo’, era más que previsible: Alejandro Moreno, alías “Alito”, logró su cometido de perpetuarse en la dirigencia nacional del tricolor con el único objetivo de otorgar los Santos Oleos y extraer los últimos huevos de oro de aquella gallina que vive ya en el ocaso.
En total clandestinidad y rodeado por sus benefactores disfrazados de incondicionales, Moreno Cárdenas pudo, a pesar de la humillante derrota en los pasados comicios, culminar su plan de extender su mandato hasta el 2023 con la reforma a los principios y estatutos priistas.
Con un silencioso grito de guerra encerrado entre cuatro paredes, “Alito” Moreno dejó más que claro que durante el último sexenio se dedicó a infectar al Revolucionario Institucional con el virus de la sumisión y la genuflexión frente al poderío de AMLO y su movimiento social.
Tampoco es que alguien esperara algo diferente de un partido en vías de extinción.
Tras perder el poder en el 2018, el PRI pudo encontrar una nueva ruta para reinventarse, como sucedió en las administraciones panistas, pero prefirió rendirse frente a uno de sus hijos pródigos que conocía desde las entrañas al partido que instauró una dictadura por casi 70 años.
El brillante análisis realizado por el agudo periodista Raymundo Riva Palacio en la entrega de su columna Estrictamente Personal bajo el título “El PRI (que conocimos) se pudrió” no tiene desperdicio.
“López Obrador vio con buenos ojos que Moreno fuera el dirigente del PRI para que lo apoyara en la agenda legislativa para sacar sus reformas. Palomeado por López Obrador, Velasco habló con Peña Nieto para decirle que López Obrador quería a Moreno en la dirigencia del partido. Con la incidencia que mantenía en el PRI desde Madrid, donde se autoexilió por sugerencia del Presidente, traicionó a José Narro –uno más en la cuenta peñista– para que Moreno fuera ungido como líder tricolor. Moreno no fue lo funcional que esperaba López Obrador, porque sin la fuerza interna para vencer la oposición priista a la reforma eléctrica que propuso incumplió con sus compromisos. Moreno trató de compensar a López Obrador con las gubernaturas de Campeche e Hidalgo, que aunque entregó no satisfizo al Presidente por haber roto los acuerdo previos, y avaló su persecución política en Campeche. Sobrevivió porque no era tan importante como para descarrilar a un adversario político que, en realidad, estaba haciendo trabajo de zapa dentro del PRI.
Bajo Moreno el PRI continuó perdiendo gubernaturas, incluido el Estado de México, el histórico bastión del partido. Al mismo tiempo, Morena se fue nutriendo de priistas. Sus cúpulas, casi en pleno, se mudaron principalmente a Morena y al Partido Verde, incubadora de López Obrador mediante la cual abrió espacios a los tránsfugas del PRI. Las dirigencias que se quedaron, bajo la mano dura de Moreno y su aliado estratégico Rubén Moreira, el diputado cuya esposa, Carolina Viggiano, es la secretaria general del partido, se apoderaron de lo que queda del partido, cargos políticos y presupuesto, lo único tangible en términos reales, en el agonizante tricolor”.
En Puebla la crisis es aún más grave, pues el líder estatal priista Néstor Camarillo condenó al tricolor a ser una simple rémora en el próximo sexenio armentista.
Un peón más en el tablero geopolítico del estado.
Camarillo carece de la gracia cínica de negociador como la que sí tiene Alejandro Moreno.
Por el contrario, el dirigente priista es solo un vulgar ambicioso adicto al poder y al dinero público.
Sin talento ni capacidad para reorganizar al partido que alguna vez dominó todos los cargos de elección popular en Puebla.
La democracia no creo que esté en peligro –como muchos afirman– pero sí creo que el país necesita verdaderos contrapesos al poder en turno.
Contrapesos reales y no de membrete como los que planteó y busca continuar Alejandro Moreno y Néstor Camarillo.
El PRI ahora será el RIP.
Requiescat in pace.