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Generación depresión (o los dementores existen)

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En memoria de Martha Leticia Pérez Barranco.

El domingo por la noche veía el inicio de La Academia y me llamó la atención el gran número de “alumnos” que se dijeron con síntomas de depresión.

Fue sorprendente descubrir que una generación de jóvenes quienes aparentemente tienen la vida “más fácil”, por toda la tecnología con la que cuentan, por el avance en la conquista de derechos y libertades que otros quienes llegamos antes a este mundo no gozamos en su momento, y por la permisividad que hoy existe, pueda sentir que su vida no tiene sentido o no encontrar un ahínco de vida.

Giré mi mente como en un giratiempo y comencé a recordar todas las frases injustificadas o rebosantes de ignorancia que tan sólo en los últimos meses he escuchado, como “en mis épocas no había nada de eso” o “la depresión es un asunto de moda“. ¡Cuánto desconocimiento hay sobre un problema tan serio que diariamente cobra tantas vidas!

Algunas de estas vidas son jóvenes pero otras no tanto. De acuerdo con cifras del INEGI, en México, las personas de entre 50 y 54 años de edad superan la media nacional en cuanto a la la tasa de suicidios, con 5.5 casos por cada 100 mil habitantes. Mientras que en los jóvenes de entre 20 y 24 años la cifra es de 9.3 por cada 100 mil habitantes, siendo de este modo el sector más propenso a suicidarse.

¿Qué puede llevar a que una persona pierda el interés en vivir? Normalmente, todo ser vivo tiende a la supervivencia y nuestro instito sexual o primario es una clara muestra de ello: ante la imposibilidad de vivir eternamente, los humanos, junto con los animales, las plantas, los virus, las algas, hongos o bacterias, buscan siempre la reproducción para con ello perpetuar la especie, como una forma de sobrevivir a través de hijos y nietos.

Sin embargo no siempre ocurre así. Factores como la modernidad, la desintegración del núcleo básico, los problemas o incluso, situaciones económicas o generacionales como la pandemia que actualmente vivimos, son desencadenantes de depresión, ya sea en su modalidad más leve o hasta incluso llegar a su forma clínica, en la que sólo a través de medicamentos o intervención profesional altamente calificada existirá una puerta de salida.

Tampoco podemos pasar por alto que hay factores químicos (de la química del cerebro) que intervienen de manera determinante en la aparición de episodios depresivos. Recuerdo claramente la alegoría de Harry Potter con los dementores y puedo afirmar que la autora, J. K. Rowling, inventó eses seres mágicos basándose en su propio estado de ánimo cuando se quedó sin empleo, pasaba por un divorcio y tenía que hacerse cargo sola de su hijo.

En efecto: los dementores existen y su efecto es más real de lo que quisiéramos. Esa sensación de angustia, tristeza extrema, desánimo y la visión clara de que toda la alegría del mundo se esfuma de momento a nuestro alrededor la hemos sentido muchos en algún momento de nuestra existencia.

Hay que entender que la depresión es una enfermedad y como tal no debemos minimizarla, así como del mismo modo no deben hacerse menos las causas que la originan, por muy pequeñas que éstas parezcan. Lo que para unos puede ser un gran problema, para otras personas puede ser un asunto insignificante y por el contrario, algo que muchos juzgarían como un obstáculo mínimo, para otros representa un reto sumamente difícil de sortear, que muchas veces lleva a la idea de que para eso “no existe la salida”.

La depresión es al igual que tantos otros problemas de nuestros tiempos: un síntoma del malestar que aqueja a nuestras sociedades. Para unos desemboca en alcoholismo, para otros en bulimia u otros trastornos alimenticios. Algunos más canalizarán esa frustración o miedo, ansiedad, por medio de las drogas y otros tantos estallarán en crisis de neurosis, atracones en el juego y las apuestas, relaciones codependientes o incluso, laceraciones físicas del tipo “cutting”.

Ninguno de estos males debe juzgarse a la ligera. Tampoco se deben ignorar bajo la creencia de que “ya se le pasará” o que sólo es una forma que alguien tiene para llamar la atención. Si alguno de sus seres queridos experimenta síntomas como tristeza, frustración, ira, cambios en el estado de ánimo, baja autoestima o culpa; si recientemente vivió la pérdida de un ser querido (así sea la mascota de la familia), si no quiere salir de su cuarto o siente que sus problemas no tienen salida, busca ayuda de inmediato.

Existen muchas posibilidades que podrían acompañarte en este momento difícil de tu vida, desde un simple acercamiento a la religión que tú prefieras (aquí yo hablaría más de espiritualidad que de religión en sí), hasta asistencia profesional a través de médicos o psicólogos que están capacitados para ello.

Los grupos de autoayuda no deben descartarse tampoco y ciertamente, Alcohólicos Anónimos tiene muchas variantes (Neuróticos Anónimos, grupo Al-Anon, 4to y 5to paso, etcétera) especializadas en este tipo de problemas que cuentan con profesionales de la vida, capacitados altamente a través de su experiencia propia experiencia. Al final, como señalé anteriormente, la enfermedad es la misma.

Nunca olvides las palabras de un gran mago: “la felicidad puede hallarse hasta en los momentos más oscuros, si somos capaces de usar bien la luz“.

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