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El Ayuntamiento de los pretextos

columna historias de un joven reportero Gerardo Ruiz 1

Es un mes exactamente, Claudia Rivera estará fuera del Ayuntamiento de Puebla para convertirse, de manera oficial, en la peor alcaldesa de la historia de la capital.

Rivera Vivanco, por mucho, fue el gran error de Morena en el 2018, que terminó por condenar al partido lopezobradorista en las elecciones intermedias de este año en la Angelópolis y cuyo repudio logró expandirse a la zona metropolitana, en donde el Movimiento Regeneración Nacional se hundió de forma dramática en apenas tres años.

A la fecha, nadie entiende qué hizo la edil morenista en tres años.

Ver: ¿Y los orígenes indígenas de Genoveva Huerta?

No hubo obra pública, no se diseñaron programas efectivos para reactivar la economía ni formar nuevos empleos ni mucho menos se concretó un gobierno municipal diferente e incluyente, como lo prometió la ex analista del INEGI.

En lo político, Claudia Rivera tampoco logró crear una estructura electoral propia que la colocaran como un perfil competitivo para pelear por su relección, tampoco formó cuadros propios que le sumaran a su proyecto político, que tenía la mira puesta en la sucesión del 2024, ni consiguió que su imagen permeara entre los capitalinos como una política fresca alejada de los vicios del pasado.

De hecho, fue todo lo contrario.

Como lo he mencionado en otras entregas, Rivera Vivanco tuvo todo puesto para ser la gran política emergente en la entidad, pero sus carencias, limitaciones, soberbia y su adicción al poder y al erario la sumieron muy pronto como la peor edil del país.

La caída libre jamás pudo controlarse ni revertirse.

Desde los primeros meses de su gestión, Claudia nadó a contracorriente, por su falta de autocrítica, por entregarle el control del Ayuntamiento a su mamá Eloísa Vivanco, a su “hermanito” Andrés García Viveros, y a su “novio” Roberto Zataraín.

Ante cada escándalo o cada problema del quehacer municipal, Rivera Vivanco siempre tenía un pretexto.

El Ayuntamiento de Claudia se convirtió en el Ayuntamiento de los pretextos.

Nunca hubiera soluciones.

Mucho menos un cambio de ruta.

Si la inseguridad en la capital aumentó de forma considerable en los últimos tres años, la alcaldesa se lavó las manos de su inexistente estrategia de prevención de los delitos al asegurar que era “tarea de todos los poblanos cuidarse” y no de su gobierno.

Si sus allegados acosaban a sus subordinadas, como el pervertido de García Viveros con Magda Karina N., Rivera Vivanco fingía demencia y juraba desconocer los hechos a pesar de que ella protegió al acosador a cambio de que siguiera controlando la maquinaria con la que su gestión saqueó las arcas del municipio.

Si su hermana entregó despensas con sobrecosto y ocupó la leche del SEDIF para coaccionar el voto a su favor, la alcaldesa recurrió al lugar común de la guerra sucia y las campañas negras para justificar la corrupción de Mayte Rivera.

Ver: La sucesión en Puebla que no ha arrancado

Si todos sus grandes proyectos de infraestructura fueron cancelados, Claudia Rivera ocupó, de forma recurrente, el pretexto de “la violencia política con razón de género” para deslindarse del fracaso de su Ayuntamiento, aunque dicho pretexto no tuviera ningún fundamento.

Si diferentes encuestadoras y estudios la colocaron como la peor alcaldesa de México, la morenista ‘se tiraba al piso’ al asegurar que todo era parte de la cacería mediática de la que era objeto y que nunca una edil fue tan criticada y señalada como ella.

Si fue barrida en las elecciones del 6 de junio, Rivera Vivanco justificó su fracaso al señalar traiciones y conspiraciones en su contra, que solo vivían en su momento, y decidió encontrar en los medios de comunicación su justificante para evitar reconocer que los poblanos no la quieren ver ni en pintura y la repudian de una forma nunca antes vista.

Si los ambulantes convirtieron al Centro Histórico en un asco (Lalo Rivera, dixit) y sus obras de rehabilitación fueron un fiasco, la deprimida y deprimente edil hizo gala de su amnesia selectiva y su corta memoria al precisar que su gobierno fue el único en invertir en el primer cuadro de la ciudad borrando de un plumazo a todos sus antecesores que dignificaron al zócalo y sus calles aledañas como Luis Paredes, Blanca Alcalá y hasta el impresentable Tony Gali, además de que justificó la presencia del comercio informal al jurar que esto reactiva la economía.

Ver: La BUAP: una cita con la historia

Claudia Rivera siempre tiene una justificación para no reconocer que gobierno municipal fue un fracaso y un caos.

La alcaldesa pudo trabajar, corregir y castigar, pero prefirió nadar en su mar de pretextos y mediocridad.

Rivera Vivanco es la alcaldesa de las excusas.

Lo único bueno es que esta larga pesadilla acaba en 30 días.

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