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El barco de Claudia Rivera se hundió al tercer día

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Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc

Existen elecciones que desde antes de iniciar ya tiene una tendencia marcada y es difícil de revertirla durante las campañas.

En la elección del 2016, Blanca Alcalá aceptó ser candidata del PRI al gobierno del estado sabedora de que no tenía ninguna posibilidad de vencer a Tony Gali y a toda la maquinaria electoral morenovallista.

Pese a ello, la abandera del tricolor hizo una campaña bastante digna y logró que su inminente derrota fuese más decorosa.

Ver: Una elección sin encuestas

Alcalá Ruiz, quien sí fue víctima de violencia política de género, jamás agachó la cabeza a pesar de la feroz guerra sucia en su contra y en contra de su familia.

La dignidad fue el estandarte de la ex senadora de la República.

Un escenario similar se presentó en los comicios extraordinarios del 2019 cuando Enrique Cárdenas, ex abanderado del PAN, participó en una elección que desde su arranque ya estaba perdida.

A diferencia de Blanca Alcalá, Cárdenas Sánchez, en su debut electoral en Puebla, no se cansó de cometer error tras error y de hundirse al caérsele su figura de un académico reconocido e impoluto tras su paso por la rectoría de la UDLAP.

Enrique Cárdenas no solo perdió la elección al gobierno del estado contra Miguel Barbosa, el panista dilapidó su prestigió por apostarle a la mentira, la intolerancia y la incapacidad.

Sin embargo, ni la priista ni el panista se hundieron tan rápido como lo está haciendo hoy Claudia Rivera.

Y es que, la repudiada candidata de Morena, quien está obsesionada con su reelección, comenzó con su caída libre en apenas tres días de campaña.

O, dicho de otra forma: la Nave de Locos, que timonea Rivera Vivanco y cuya tripulación está integrada de marginales y radicales de poca monta, no aguantó ni una semana en mar abierto.

Tanta es la desgracia en la que vive la abanderada del Movimiento Regeneración Nacional en la Angelópolis que la cúpula nacional del partido ya la dejó morir sola con la plena certeza que su imposición era una condena a la derrota.

Ver: Claudia Rivera y su caótico primer día de campaña (Lo que mal inicia, mal termina)

¿Por qué Mario Delgado ni Bertha Luján ni Alfonso Ramírez Cuellar ni Tatiana Clouthier ni Ricardo Monreal se han parado en Puebla capital para alzarle la mano a la deprimida y deprimente Rivera Vivanco?

¿En dónde está Alejandro Armenta, el aliado de la edil con licencia y que no tarda en clavarle la cuchilla trapera?

Nadie de las vacas sagradas de Morena se quiere hacer responsable de la catástrofe de Claudia Rivera y de su ola de repudio que ya está arrastrando no solo a los candidatos a diputados locales y federales, de la capital, sino a otros de la zona metropolitana.

El efecto AMLO, pero a la inversa.

La decisión de enviar a Nora Merino como ‘bomberazo’ en el Distrito 10, de la Angelópolis, no se puede entender de otra forma más que por la desesperación de la dirigencia nacional de Morena por rescatar un poco de lo mucho que Rivera Vivanco les hará perder al partido lopezobradorista.

El enroque de Merino Escamilla, en lugar del liluputinese Iván Camacho, no es más que la carta de disculpas al gobernador Miguel Barbosa y a su grupo político por excluirlos de las principales candidaturas en juego el 6 de junio.

La mala noticia es que ni una joven promesa de la política poblana como Nora Merino puede salvar de la derrota anunciada a Morena en la Angelópolis.

Y algo más, si en las mentes perversas de los padrinos de la repudiada Claudia Rivera aún vive la idea de que el barbosismo va a morder el anzuelo de apoyar a la candidata impuesta al mandar a un perfil cercano como la presidenta del Congreso del estado a pedir el voto, que de una vez abran los ojos.

El grupo del gobernador Barbosa Huerta no dejará que lo mezclen con el caos y la vergüenza que representa la postulación de Rivera Vivanco.

Ver: Algo apesta en el IEE

Ahora a la repudiada candidata solo le queda nadar de muertito de aquí al 6 de junio.

El final no podía ser otro para alguien a quien la soberbia le cerraron los ojos.

El barco de Claudia Rivera se hundió al tercer día.

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