El 21 de mayo, Puebla se conmocionó. La mañana de aquel sábado, la abogada y activista, Cecilia Monzón fue ejecutada a sangre fría por dos sicarios que desde una motocicleta le dispararon en seis ocasiones.
Dieciséis días después, la opinión pública pasó de la conmoción al horror. El autor intelectual fue Javier López Zavala, el otrora todopoderoso priista del sexenio de Mario Marín, quien contrató a su sobrino, y éste a su vez a un tirador de Veracruz para ejecutar el plan.
López Zavala no solo mató a una activista que defendía a mujeres víctimas de violencia familar, le quitó la vida a la madre de su hijo de tan solo tres años, quien crecerá en la orfandad y ahora la familia Monzón busca la custodia.
Este priista perteneció a uno de los grupos políticos más retorcidos que han pasado por Puebla. No es casualidad que los peces gordos de ese régimen estén presos o hayan pisado alguna celda.
Las nuevas generaciones que vieron desfilar al morenovallismo no tienen el contexto de los excesos que se vivieron en la Puebla de Mario Marín.
El escándalo Lýdia Cacho fue lo más escuchado por la relevancia nacional que tomó. Pero en lo local, se quedaron señalamientos como los nexos con los Beltrán Leyva, el saqueo de las finanzas estatales y el gusto por las menores de edad de Mario Marín y sus secuaces, incluido López Zavala.
El Góber Precioso eligió como su delfín para sucederlo a este personaje, quien por múltiples factores perdió la elección a gobernador en 2010 y desde entonces se convirtió en un apestado político que paulatinamente perdió peso y poder, aunque no influencias.
Por varios años, López Zavala era visto como el loco que un día quiso ser gobernador y que deambulaba por las calles de Puebla para encontrar cabida en un nuevo grupo político. Pero en la frente tiene tatuada la M de su mentor.
Hasta esta semana, su nombre volvió a tomar relevancia en la escena mediática. En esa irrealidad en la que viven muchos políticos, el chiapaneco planeó sin tapujos la muerte de su ex pareja sentimental. Compró una pistola y se la dio a dos sicarios.
Muchos nos hemos preguntado, ¿y si hubiera sido gobernador, que Puebla habríamos visto entre 2011 y 2017? Seguramente no mejor que la de Rafael Moreno Valle, pero sí un estado en el que los opositores hubieran desaparecido al estilo de Javier Duarte en Veracruz.
Como lo dijo el gobernador, Miguel Barbosa hace unos días: si así sin poder hizo esta aberración, qué no habría hecho con poder.
Conforme pasan los días nos escandalizamos de las revelaciones del caso. Sin remordimiento, vergüenza y sabiendo que mandó a matar a Cecilia Monzón, contactó a la familia y puso una serie de condiciones para no pelear la custodia de su hijo.
En esa irrealidad pensó que la justicia no lo alcanzaría y que su crimen quedaría en una carpeta de investigación archivada, como cuando el era parte de la estructura de gobierno.
López Zavala será condenado en próximas semanas y tendrá que estar en prisión 60 años. Terminará sus días en una celda, sin solver a ninguno de sus privilegios y será recordado como el feminicida que quiso ser gobernador de Puebla.