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El laberinto panista

¿El panismo poblano realmente quiere regresar al poder del que fue desterrado en 2019 o solo busca ser –como hasta ahora– un partido sectario que solo ve por el beneficio de unos cuantos?
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Mas allá de intentar dilucidar cuál será el método con el que será elegida la nueva dirigencia estatal del PAN en Puebla entre los tres principales grupos que hoy se disputan el control de lo que queda del partido azul, estos mismos personajes deberían enfocarse en reencausar y reinventar al panismo local, que tras la apabullante derrota del 2 de junio no se le ve ni pies ni cabeza.

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Está bien alzar la mano, pero la verdadera interrogante es ¿para qué?

¿El panismo poblano realmente quiere regresar al poder del que fue desterrado en 2019 o solo busca ser –como hasta ahora– un partido sectario que solo ve por el beneficio de unos cuantos?

En las últimas semanas mucho se ha dicho sobre quién podría ser el relevo de Augusta Díaz de Rivera y de Marcos Castro en la presidencia y la secretaría general del Comité Estatal, sin embargo poco se ha planteado sobre la ruta política y electoral con la que Acción Nacional transitará otros seis años como el partido de oposición “más fuerte” en la entidad, que deberá contrastar, cuestionar y señalar al gobierno de Alejandro Armenta y las gestiones municipales de Pepe Chedraui, Tonantzin Fernández, Juan Manuel Alonso, Alejandro Barroso, Ariadna Ayala, Beatriz Sánchez o Karla Martínez, por mencionar a las alcaldías más importantes de la entidad que serán gobernadas por Morena.

Insisto, al PAN en Puebla no se le ve cómo pueda sobreponerse a su estrepitosa caída en las elecciones de junio que lo llevó a perder el gobierno del estado casi dos a uno frente al Movimiento Regeneración Nacional, la ciudad de Puebla, los 26 distritos locales y los 16 federales ni tampoco existen visos de que a sus principales liderazgos les interese llegar a acuerdos para que con la ayuda de todos se rescate al partido que logró ganar tres comicios seguidos, los del 2010, 2016 y 2018, por el gobierno del estado.

El grupo de Eduardo Rivera, que hoy mantiene el control del CDE y del Consejo Político Estatal, insiste en impulsar a Adán Domínguez como su principal carta para suceder en la presidencia a Augusta Díaz, sin embargo el proyecto del edil capitalino no termina por convencer a todos los militantes ni liderazgos con los que aun cuenta el partido azul y que no han saltado a Morena ni colaboran de manera no oficial con el gobierno del estado.

También esta ala del panismo local plantea que el método para definir a su próxima dirigencia sea por elección del Consejo Político Estatal, el cual, está en su control con más de cien consejeros que son afines al excandidato al gobierno del estado.

El acertijo panista es bastante complicado para Rivera Pérez y sus aliados, pues la derrota del 2 de junio, a pesar de todos los esfuerzos del exalcalde de la Angélopolis, desgastó su figura como el gran líder político de Acción Nacional en Puebla, por lo que deberá –en mi particular punto de vista– impulsar a un candidato que logre consensos y unidad en el partido con miras a una reingeniería que les ayude a plantarle cara, ahora sí, a Morena en el 2027 y luego en el 2030.

Considero que una imposición del próximo líder azul podría deslegitimizar a la dirigencia entrante, la cual tendrá no solo la titánica tarea de reinventar al panismo poblano, sino también, la de ingeniar una fórmula para ganar adeptos en tres años y después en seis para recuperar el gobierno del estado, que Morena ya le arrebató y que plantea dejarlo en el corto ni el mediano plazo.

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Lalo Rivera y su grupo debería darle cabida a cuadros con un arraigo y un peso específico en el PAN como al edil sanandreseño, Edmundo Tlatehui, o a la dupla conformada por Mario Riestra y Jesús Zaldívar, quienes podrían aliarse para pelear por la dirigencia estatal que deberá renovarse en noviembre próximo.

El gran error del panismo poblano sería caer en ese sectarismo que fue una de las claves que lo llevó a la aplastante derrota en contra de Morena y sus candidatos.

Tampoco sería descabellado pensar y sería bastante sano que otros cuadros como Genoveva Huerta, Mónica Rodríguez Della Vecchia o Rafael Micalco sedan un poco en sus intentos por desestabilizar al PAN desde el interior y mermar la imagen de Eduardo Rivera, quien podría también asumir la dirigencia estatal en caso de que Adán Domínguez no convenza para llegar a la presidencia estatal.

Por ahora, en la casa azul hay muchas sombras y muy pocas luces.

La derrota del 2 de junio los metió en un laberinto que no han podido descifrar.

Un laberinto, que hasta hoy, luce sin salida.

Sí, el PAN en Puebla está perdido en su propio laberinto.

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