La herencia lopezobradorista del poder está más que enrarecida a tan solo unas semanas de conocer a el o la gran sucesora que tendrá bajo sus hombros la cada vez más complicada empresa de mantener para la 4T el gobierno de la República.
La ruta que se suponía ser un camino en línea recta y llano se convirtió en un verdadero laberinto difícil de descifrar para Andrés Manuel López Obrador, quien jamás imaginó que sus ‘corcholatas’ sufrieran la desidia y menosprecio del pueblo.
Un gravísimo error de cálculo.
El muy adelantado proceso sucesorio de AMLO dejó más que claro que por más impulso que se les dé a Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López o a Ricardo Monreal, los positivos del tabasqueño solo le pertenecen a él y es imposible transferirlos a alguno de sus alfiles.
Resulta increíble de comprender que el único aspirante presidencial que ha crecido en el decaído ánimo de los simpatizantes cuatroteistas es el atípico Gerardo Fernández Noroña, quien con un discurso crítico hacia Morena y PT ha logrado más que los cuatro jinetes favoritos del “ciudadano”.

El estancamiento en el crecimiento de Sheimbaum, Ebrard, López y Monreal, así como el poco interés mostrado por los propios militantes de Morena, del Partido del Trabajo y del PVEM y del resto de los ciudadanos demostró que el fenómeno electoral que se vivió en el 2018 difícilmente se repetirá en los comicios del 2024.
López Obrador es y será un político único con una capacidad extraordinaria de conectar con la gente –cualidad que no se había visto desde más de dos décadas en el país–, sin embargo, sus ‘corcholatas’ no encontraron, a la fecha, ese talento de movilizar masas como la que mostró el hoy presidente de la República, quien desde mucho tiempo antes ya era visto como el sucesor de Enrique Peña Nieto.
Mario Delgado, el muy confundido líder nacional de Morena, conoce a la perfección el riesgo que corre la 4T en las elecciones federales del primer domingo de junio del 2024.
Hasta antes del banderazo de salida de los aspirantes morenistas, en el CEN del partido marrón al igual que en Palacio Nacional estaban seguros de que la otrora alianza Juntos Haremos Historia no tendría contratiempo alguno en arrasar en los comicios presidenciales (alcanzar el 66% del total de la votación eran las proyecciones) y ganar la mayoría simple en las dos cámaras del Congreso de la Unión.
El escenario cambio drásticamente debido a tres factores: la nula aceptación social de las corcholatas en sus recorridos por todo el país, la irrupción de Xóchitl Gálvez en la carrera presidencial y el violento enfrentamiento entre los aspirantes lopezobradoristas.
Este último aspecto orilló al presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena a modificar en los últimos días la metodología de la encuesta que servirá para elegir a la o al futuro abanderado presidencial del Movimiento Regeneración Nacional.
El periodista Arturo Luna brindó en su última entrega de “Garganta Profunda” una serie de datos claves que el propio Delgado Carillo concedió en una entrevista con el reconocido periódico El País, en su edición local.
La encuesta que antes era un revoltijo de preguntas con puntajes extraños para imponer candidatos con ecuaciones que solo López Obrador entendía, ahora se reducirá a una simple pregunta con la que se evitarán dos cosas: inconformes y malpensados.
Al decir del líder nacional de Morena, el tedioso, ríspido y devaluado proceso interno de Morena se resumirá a la siguiente pregunta: “¿A quién prefiere como coordinador o coordinadora de los comités de defensa de la Cuarta transformación rumbo a las elecciones de 2024?”.
Tan simple como votar en una elección a presidente, gobernador o alcalde.
¿Entre Claudia Sheinbaum, Ebrard, Adán Augusto, Morenal, Noroña o Manuel Velasco a quién prefiere usted para ser el o la gran heredera del lopezobradorismo?
Esta pregunta valdrá el 75% mientras que otras cuestiones como la identidad con los valores de la 4T, la honestidad, lealtad y el trabajo a favor de las mujeres serán rubros que casi no tendrán valor, o sí, solo el 5%.
En Puebla, el método de manera casi segura será el mismo.
Un escueto concurso de popularidad.
No podemos olvidar que en la entidad solo habrá un universo de mil 534 encuestas, que sen limitarán solo a 14 municipios como máximo de los 217 con los que cuenta la entidad poblana, como así lo publicó en exclusiva el director de La Jornada de Oriente, Fermín Alejandro García.
“Una fuente confiable y bien informada de Morena, con conocimiento de las discusiones en la cúpula nacional del partido, estima que, para el caso de Puebla, el Partido de Regeneración Nacional va a aplicar con su propio departamento de sondeos una encuesta que tendría mil 534cuestionarios.
De estos, entre el 38 y 40 por ciento de esas entrevistas cara a cara se aplicarían en la zona metropolitana de Puebla, es decir en los municipios de la capital, San Pedro y San Andrés Cholula, Cuautlancingo, Coronango y Amozoc.
Por el tamaño de la densidad poblacional, los otros municipios que entrarían en este ejercicio demoscópico serían: San Martín Texmelucan, Tehuacán, Atlixco, Izúcar de Matamoros, Teziutlán y probablemente Huauchinango”, reveló el autor de la columna Cuitlatlán.
Tantas decenas de millones derrochados, tantos golpes bajo la mesa, tantas ofensas, tantas demandas entre los aspirantes, guerras sucias y campaña negra para que la candidatura al gobierno de Puebla, así como a la presidencia de la República, se defina a una pregunta tan sencilla a unos cuantos encuestados.
Algo tan simple, pero muy complejo a la vez.
El fantasma de las traiciones y el peligro de la división en Morena cambió radicalmente el escenario de la herencia lopezobradorista.
El premio mayor bien vale una misa.
O solo una sencilla pregunta, dirán algunos.