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Manual para gentrificar Puebla

Seguro los expertos encontrarán las respuestas, lo cierto es que, los problemas de uno son los anhelos de otros, y ante las recientes protestas en la colonia Roma y Condesa de la Ciudad de México
Columna Harakiri Luis David 1

¿Cuál sería en Puebla el símil de las colonias Roma y Condesa de la Ciudad de México? ¿De verdad la gentrificación es el nuevo “masiosare” del que todos deben estar pendientes? ¿Este es el inicio de los problemas ocasionados por la sobrepoblación o puede ser una llamada de atención para la implementación de nuevas políticas públicas?

Seguro los expertos encontrarán las respuestas, lo cierto es que, los problemas de uno son los anhelos de otros, y ante las recientes protestas en la colonia Roma y Condesa de la Ciudad de México el concepto de la gentrificación está de nuevo en el centro del debate.

En estas zonas populares de la CDMX, los vecinos han comenzado a resentir los efectos del encarecimiento de la vivienda, el crecimiento del turismo masivo y la transformación acelerada de sus barrios, sin embargo, lo que para la capital representa un exceso de visitantes y presiones sobre los servicios, para otras entidades puede convertirse en una oportunidad estratégica de desarrollo.

Me pregunto; ¿Qué estado de la República no quisiera una de estas colonias con los beneficios que implica?

Puebla, por ejemplo, podría posicionarse como una alternativa viable ante la saturación metropolitana, y es que la llegada de inversiones, visitantes y nuevos residentes no tiene por qué convertirse en sinónimo de despojo. Si se gestiona de forma ordenada, puede dar pie a una revitalización urbana que impulse la economía, fomente la cultura y reactive zonas hoy abandonadas.

Un punto clave es el primer cuadro de la ciudad de Puebla, donde muchas casonas históricas, aunque valiosas, enfrentan décadas de abandono o uso inadecuado. Su restauración, más allá del valor estético, representa una apuesta por recuperar el centro como corazón social, económico y cultural de la capital. Esta lógica puede extenderse a otros municipios con vocación turística como Atlixco, Cholula, Zacatlán o Chignahuapan, donde el rescate del patrimonio construido puede atraer inversión, generar empleo local y reforzar la identidad regional.

El contexto nacional también empuja en esa dirección. La nueva administración federal ha puesto sobre la mesa el objetivo de colocar a México entre los cinco países más visitados del mundo. Puebla tiene condiciones para ser parte fundamental de esa estrategia, ampliando la oferta turística del país con destinos seguros, atractivos y culturalmente ricos.

En ese marco, la reciente designación de Carla López-Malo al frente de la Secretaría de Turismo estatal, junto con la instalación de los Centros Estratégicos de Seguridad y Atención Turística, son señales de una apuesta por modernizar la experiencia del visitante y fortalecer la infraestructura necesaria para recibir más turismo. Estos centros, que combinan vigilancia, atención médica y promoción de productos locales, buscan garantizar un entorno confiable para quienes recorren el estado.

Al mismo tiempo, iniciativas como la “Tienda Puebla Cinco de Mayo”, que promueve café, mezcal y artesanías poblanas, apuntan a integrar a los pequeños productores y negocios locales al circuito económico del turismo, permitiendo que sus beneficios se distribuyan más equitativamente en el territorio.

El desplazamiento de flujos turísticos y de inversión desde la Ciudad de México hacia ciudades medias como Puebla puede ser una ventana de oportunidad si se maneja con una visión integral. Y es que no solo se trata solo de atraer visitantes, sino de construir un modelo de crecimiento urbano que contemple vivienda asequible, movilidad sustentable, infraestructura cultural y participación comunitaria.

En ese sentido, el rescate del patrimonio arquitectónico no debe verse únicamente como un acto de conservación, sino como una inversión que posiciona a Puebla con una ventaja comparativa frente a otros destinos. La identidad visual, la atmósfera histórica y la calidad del entorno construido son activos que pueden ser capitalizados en el mercado turístico internacional.

Puebla está en condiciones de convertirse en un ejemplo de cómo una ciudad puede crecer sin perder su esencia. Frente a los retos que enfrenta la Ciudad de México, el estado tiene la oportunidad de ensayar un modelo distinto: uno que combine turismo, identidad y desarrollo económico con responsabilidad social. La clave está en planear, incluir y ejecutar con visión de largo plazo.

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