Una apuesta seria por el agua: inversión, tecnología y voluntad política

En un momento donde los discursos abundan, pero las soluciones escasean, el gobernador, Alejandro Armenta ha dado una señal que merece ser destacada: enfrentar de forma decidida y con inversión el complejo reto hídrico en el estado. Y es que no se trata de aplaudir o desechar proyectos pasados como los “barcos” —de utilidad aún incierta— sino de reconocer el ánimo de meterle recursos, estrategia y tecnología a uno de los temas más postergados en la entidad.
Durante años, el saneamiento del Río Atoyac y la presa de Valsequillo ha sido un pendiente histórico. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, se habla no solo de diagnóstico, sino de soluciones. Se ha anunciado una inversión estatal superior a los 500 millones de pesos, a lo que se sumará lo que se logre gestionar con la federación. Esta cifra, aunque ambiciosa, adquiere sentido al comprender que no se trata de resolver un solo problema, sino de atacar varias aristas a la vez: el saneamiento de cuerpos de agua, la tecnificación del distrito de riego y la incorporación de tecnología de bajo costo de mantenimiento.
El nombramiento de Raymundo Atanacio como el encargado de coordinar los trabajos y la participación de otros personajes clave en este plan no es casual. Se trata figuras cercanas al mandatario, con experiencia y capacidad de interlocución con el gobierno federal. Su papel será esencial para alinear esfuerzos, desatorar trámites y garantizar que los recursos fluyan, pero, sobre todo, que se usen bien.
Uno de los anuncios más relevantes es la intención de construir una nueva planta, además de implementar tecnología moderna para el riego agrícola. En lugar de sistemas obsoletos y caros de mantener, se optará por modelos eficientes, adaptados a la realidad económica y ecológica de la región. Este enfoque apunta a la sostenibilidad, no a soluciones temporales.
Por supuesto, aún no se construye nada. Pero lo importante es que se ha dejado de hablar en abstracto para comenzar a diseñar un plan con objetivos claros. Y más allá del gesto político, lo que está en juego es la salud ambiental del estado, la productividad agrícola y la calidad de vida de miles de personas.
El reto es enorme. Pero también lo es la oportunidad de transformar un problema crónico en un ejemplo de coordinación efectiva entre estado y federación. Hoy, más que barcos, lo que se necesita es visión, liderazgo y compromiso. Parece que, esta vez, los hay.
