Por: Tonatiuh Maximiliano / @reporteroguapo
Vivimos tiempos interesantes.
Mientras un sujeto pasado de copas atropella sin más ni más a dos mujeres, causando la muerte de una de ellas, otra adolescente es encarcelada por revelar a través de YouTube que existe en su poder el material videograbado de una violación tumultuaria.
Lo interesante de estos casos, que ya son de por sí súper locos, es que fueron del conocimiento público a partir de las redes sociales. En ambas situaciones, las plataformas digitales que existen en internet le dieron visibilidad a las faltas, hasta el punto en que la autoridad tuve que intervenir.
Antes de que el internet cambiara para siempre nuestras vidas y la dinámica social en la que nos desenvolvemos, ocurrían también tragedias insólitas, cosas inauditas que sin embargo, difícilmente llegaban a ser tan populares, por lo difícil que era vencer el filtro que imponían antiguamente los medios de comunicación.
Mas la aparición de plataformas como Twitter, Instagram o Facebook, volvieron realidad el pronóstico que una vez hizo el artista Andy Warhol, quien en los años sesenta del siglo pasado vaticinó que en el futuro todos seríamos famosos, aunque sea por 15 minutos.
Las redes sociales no sólo nos logran tener más comunicados y permiten la visibilidad de casos tan increíbles como estos (si nos ponemos a pensar es realmente sorprendente que una jovencita tenga en su poder el video de un abuso sexual y lo diga tan quitada de la pena a través de YouTube), sino que también vuelven más compleja la interacción entre los seres humanos, sobre todo cuando no se tiene consciencia plena de dónde está el límite entre lo legal y lo ilegal.
Ilegal es por ejemplo, manejar en estado de ebriedad y casi todo mundo lo sabe. Sin embargo, pocos son los que tienen la precaución de, o no beber si van a conducir, o darle las llaves del auto a un amigo cuando ya se sienten borrachos.
Ilegal es desde luego, abusar sexualmente de alguien con una botella, pero también es ilegal almacenar o difundir material en video sobre esa violación, sobre todo si la víctima es menor de edad. No muchos están conscientes de que la sola posesión de esa cinta constituye un delito.
Y no sólo es ilegal, ¡si no una cuestión de sentido común!, enojarte porque te corren de una fiesta y pasarle el auto por encima a dos de las invitadas.
Cuando analizamos estas dos historias bajo el matiz de la consciencia y la responsabilidad social parece escandaloso, inverosímil y «chocante», pensar que cosas tan bizarras suceden en el día a día del mundo de hoy. Pero ambos sucesos no son en realidad poco cotidianos y tienen que ver con la parte animal de todo individuo, esa perversidad que vive en casa uno de nosotros.
Muchos dirán que ningún ciudadano «normal» se vería involucrado en problemas tan fuertes como en los que se han metido Diego Helguera y Yoseline Hoffman. Argumentarán incluso que tales hechos son el resultado de la modernidad, de la pérdida de valores, de la mala educación de sus padres, de la frivolidad de la juventud o incluso, hasta podrían pensar que tiene que ver con la posición socioeconómica de ambos individuos.
No obstante, insisto en que tales tragedias tienen que ver más con la falta de consciencia y la dominación del instinto personal.
Consciencia es aquello que en cuestión de segundos te hace detenerte antes de actuar, pensar dos veces las cosas, dudar de lo que tu instinto te mandata y tomar la determinación de por ejemplo, no aventarle al auto a nadie, por mucho que estés enojado o hayas bebido de más -casos se han visto de gente totalmente sobria que atropella a manifestantes porque la furia les invade cuando se quedan atrapados en una protesta -.
Instinto es aquel que alguien sigue cuando, en aras de ser popular, revela que es poseedor de material pornográfico violento, sin estar consciente de la revictimización que provoca al revelar el nombre de la persona agredida.
Todos estamos expuestos a reaccionar de manera equivocada ante la serie de decisiones, fáciles o difíciles, que se nos presentan cotidianamente. En ocasiones una mala determinación nos lleva a tomar otra mucho peor y cuando nos damos cuenta ya estamos metidos en serias dificultades.
La facilidad que nos lleva a actuar por instinto, ignorando incluso esa voz que nos dicta la consciencia, puede ser el perfecto caldo de cultivo para que nos veamos envueltos en situaciones sumamente desagradables. En algunas de esas situaciones tampoco estaremos al tanto de que la cámara de un celular nos estaba grabando.