En este país abundan los progres, los “burgueses con corazón de masa” tal como los llamaba Monsiváis. Hoy son los más consentidos por los morenistas y se encuentran en las altas esferas del poder gubernamental, cobrando con la derecha. Son esos personajes que bajo el privilegio vociferan y añoran la revolución, pero se burlan de quienes salen a marchar en contra del autoritarismo. Son esos marxistas trasnochados, de carnet, los mismos que no aceptan la caída del Muro de Berlín ocurrida hace más de treinta años, quienes se hacen de la vista gorda ante el fracaso del socialismo en Latinoamérica, aquellos que ven la Historia como si fuera un juego de buenos contra malos, los que desean desmembrar las libertades en honor de un panfleto rancio en nombre de la igualdad. Hipocresía pura en favor de los designios del presidente.
Así las cosas, la izquierdita mexican tunas, alias rococó, está echando espuma por la boca porque su ideólogo en el poder cada vez más tropieza con la misma piedra, con ese pasado que intenta trastocar y distorsionar la vida democrática del país. Es por quincuagésima ocasión la izquierdititita maniquea berreando porque en su reflejo sólo observa fracasos y castillos en el aire. Es la izquierdititita de caché, la retro, la que se llena la boca de buenondismo, la que ya no sabe cómo decirle al presidente que su gobierno es un proyecto en ruinas, la que debería sentirse traicionada, terriblemente decepcionada, porque las peores prácticas del lopezobradorismo arropan a los que había que vencer. Porque los que antes hicieron fraudes, hoy juegan cartas en la CFE, detrás del escenario de las mañaneras. Es la izquierdita mexican tunas que visualiza en la izquierda social los mejores clientes para engañar, porque en las calles se vende mejor el discurso de la reproducción de la pobreza, un discurso ramplón que la izquierda política ha vuelto negocio, y que se replica en el Congreso, a través de los acólitos ultra recalcitrantes de la izquierdititita santona y santera.
Y en este contexto es donde se revela Fernández Noroña como figura del clásico político merolico, de quien uno esperaría cánticos y aplausos para el presidente, pero que al parecer en los ensayos del chabacano dictador, ha empezado a refunfuñar pues su corazón de masa ya no le alcanza para abrazar a sus amigos y enemigos en la República del amlove. ¿Qué seguirá para este representante de la izquierdititita al no destacar como una de las corcholatas destapables? Creo que la marcha del pasado domingo está germinando nuevos problemas para los asesores de Palacio.