Si algo caracteriza a Ricardo Monreal es su colmillo largo y su agudo olfato político.
Al zacatecano de forma difícil se le puede sorprender o tomar el pelo.
No, Monreal Ávila es lo que se conoce en el círculo rojo como un “animal político”.
Nada de lo que ha sucedido en el Senado de la República durante las votaciones de la Reforma Energética, de la Fiscal o la de la Guardia Nacional, tan en boga de todos, es producto de la casualidad o la ocurrencia.
Tampoco lo fue la elección de la Mesa Directiva para el cuarto año de labores de la Cámara alta del Congreso de la Unión.
Mucho menos el voto en abstención que el coordinador de los senadores de Morena hizo durante la presentación de las reformas constitucionales que el presidente Andrés Manuel López Obrador impulsó para prolongar la estadía del ejército en las calles hasta el 2028.
Monreal, sobra decirlo, no deja cabos sueltos ni da palos de ciego.
Todo es un cálculo político y tiene un propósito electoral.
Lo es el rompimiento con López Obrador, lo fue la traición a Claudia Sheinbaum en las elecciones intermedias del 2021 y lo será en las negociaciones para los comicios sucesorios del 2024.
En la última entrega de las Serpientes y Escaleras titulada “Los malabares de Monreal y el rompimiento con AMLO”, el periodista Salvador García Soto dio una muy reveladora radiografía de la enemistad entre AMLO y Ricardo Monreal, quien ahora busca rehacer la amistad con el residente de Palacio Nacional.
Cuando se tocó el tema de los mensajes del Verde y los ataques a Manuel Velasco, el Presidente volteó de pronto con Julio Scherer y le dijo muy serio: «Yo te encargué a ti que el SAT dejara de sacar cosas contra Manuel Velasco, y lo siguen haciendo». En ese momento todos se quedaron callados al oír el tono enérgico del Presidente. El único que habló fue Ricardo Monreal, que dijo: «Y la verdad Presidente, con todo respeto, Manuel siempre ha jalado bien con usted y con nosotros en la bancada, no se merece que le hagan eso». Y ahí, según cuentan quienes lo vieron, López Obrador se giró completamente hacia donde estaba Monreal y apuntándolo con el dedo elevó el tono de voz y su molestia:
«Tú, ya me tienes harto con tus traiciones y tus deslealtades. Tienes tu propio juego y solo ves por tus intereses y no te importa traicionar al movimiento». El silencio fue total ante el grito del Presidente. Todos agacharon la cabeza y la incomodidad se sintió en todo el salón. Después de un silencio con el rostro descompuesto, Monreal trató de defenderse: «Pero Presidente, eso no es cierto, yo he caminado contigo por más de 20 años, nunca he traicionado ni he jugado sucio con el movimiento», balbuceó Monreal, pero López Obrador ya se estaba levantando de la mesa. «Ahí terminen ustedes la reunión, yo ya no quiero saber nada», les dijo y se salió. Todos voltearon a verse sorprendidos y varios de los asistentes ya ni siquiera se acercaron al senador zacatecano.
Esa fue la última vez que se vieron, frente a frente, López Obrador y Monreal. A partir de ahí no hubo más desayunos con tamalitos de chipilín los jueves, cuando se reunían el líder del Senado y el Presidente para revisar los temas de la agenda legislativa.
Apuntó en su columna el muy atinado García Soto.
Nadie puede negar que el senador de Morena con capacidades de negociación y una voz que se escucha dentro de la oposición es, precisamente, Monreal Ávila.
Ni Olga Sánchez Cordero, Higinio Martínez, Gabriel García, José Narro y, mucho menos, Alejandro Armenta tienen los oficios y peso político que el coordinador de la bancada lopezobradorista en el Senado.
Solo el zacatecano puede reconciliarse con Andrés Manuel.
Sin intermediarios o portavoces.
Y es aquí en donde Ricardo Monreal sospecha, casi con certeza y seguridad de que se hará realidad, que su subordinado, Alejandro Armenta, lo traicionará en las próximas semanas.
Conocedor de su historial de traiciones y su ADN marinista, Monreal espera ya la cuchillada por la espalda de su pupilo, a quien decidió apadrinar de manera incomprensible en el 2018 como su carta para abanderar a Puebla en las elecciones del 2024 al ser parte de su proyecto presidencial.
El zacatecano no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que el ahijado de Mario Marín no es más que una farsa y un político que vende humo.
Armenta es un muy buen showman, pero un muy mal político con un valor menor que un cero a la izquierda.
Ahora, Armenta Mier tiene todas las intenciones, desde su encargo como presidente de la Mesa Directiva del Senado, de entregar la cabeza de su padrino Monreal con tal de que López Obrador ya no lo vea como su esbirro ni mucho menos como uno de sus incondicionales.
Armenta tiene la ilusa idea de que AMLO lo puede excluir del paquete de senadores monrealistas y con esto darle su visto bueno para ser el candidato de Morena en Puebla al gobierno del estado.
El ahijado del góber precioso está bastante desorientado.
La sospecha de que Armenta traicionará a Monreal es ya una certeza.
Una cabeza más a la larga lista de traiciones del que fue el proyecto de Marín para consolidar su régimen de 18 años.
Armenta se autodestruye en tiempo récord.
Pobre ahijado marinista y pobres sus voceros que juran que es el mejor candidato de Morena.
Puro atole con el dedo.