Nadie puede negar que en Puebla se está encaminando un proyecto y las señales están a la vista de todos.
Señales claras e inequívocas.
Las elecciones intermedias del 2021 y sus resultados contundentes a favor de barbosismo fue el primer viso que mucho no quisieron ver.
En Morena hubo solo un gran ganador y muchos perdedores.
Los malquerientes del gobernador que hoy buscan acomodo con Ignacio Mier y Alejandro Armenta –con ellos a la cabeza– engrosaron la lista de los grandes derrotados en los comicios del año pasado que renovaron las 15 diputaciones federales, las 41 curules del Congreso del estado y las 217 alcaldías de la entidad.
Los acuerdos políticos y una gran operación electoral fueron los ingredientes que llevaron al gobernador Miguel Barbosa a empoderarse en lo más alto de la cima al salir avente en su intermedia del año pasado.
Barbosa es, claro está, el único gran jefe político en Puebla.
El modelo empleado en las elecciones del 2021 se repitió para la consulta de revocación de mandato, en la que la entidad poblana fue la segunda, solo debajo de la Ciudad de México, en registrar más votos a favor de la permanencia de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de la República.
El barbosismo fue el único grupo, aunque Mier Velazco intentó subirse al barco de los buenos resultados sin ningún éxito, en hacerse cargo de la operación para la consulta ciudadana para el referendo que AMLO prometió en campaña justo a la mitad de su sexenio.
Barbosa y su equipo demostraron, como sucedió en la elección intermedia, que solo ellos controlan el tablero geopolítico de Puebla.
Nadie más.
El grupo del mandatario poblano vale, hasta el día de hoy y con bastantes opciones de sumar más, 850 mil votos como base.
El famoso voto duro.
Una cifra que resulta demoledora a la hora de las ecuaciones en los tiempos de campañas electorales.
Como grupo hegemónico de Morena en Puebla, la clase política, que comanda Barbosa Huerta, arrasó en la interna para renovar el Consejo Político Estatal del partido.
Los 124 consejeros (de los 150 que conforman este órgano partidista) afines al gobernador hundieron aún más en su miseria y su mediocridad a Nacho Mier y a Alejandro Armenta, quienes no tienen ningún valor ni peso político en el Movimiento Regeneración Nacional en el estado.
La elección de los integrantes del Comité Directivo Estatal fue mero trámite y el barbosismo asumió casi todas las carteras de la dirigencia nacional, incluyendo la presidencia y la secretaría general.
Todo esto forma parte del master plan que desde Casa Aguayo se está orquestando con miras al 2024.
Quién controla el juego, controla el balón.
Una vez más: las señales son inequívocas.
Y es que, nadie puede pasar por alto que serán el Consejo Político Estatal y el Comité Ejecutivo Estatal los que propondrán y vetarán a los perfiles que serán medidios en las encuestas para definir los candidatos a gobernador, senadores y alcaldes.
Entre sus facultades también estará la de validar dichas nominaciones.
Por supuesto que López Obrador tendrá la última palabra, que el o la abanderada presidencial tendrá un voto de bastante peso al igual que el gobernador Barbosa, pero las instancias partidistas también tendrán su peso específico.
Las visitas a territorio poblano el viernes y el sábado de Andrés Manuel López Obrador y de Adán Augusto López, respectivamente, son otras señas de que Miguel Barbosa cuenta con todo el respaldo y reconocimiento de Palacio Nacional.
Lo mismo sucedió con la adhesión de las “corcholatas” de Barbosa a Claudia Sheinbaum del fin de semana pasado.
Todo tiene un hilo conductor.
En la cúpula lopezobradorista saben que solo Barbosa Huerta es capaz de sacar adelante la operación electoral en Puebla para que el estado sume una gran cantidad de votos para el proyecto presidencial y que Morena repita en el gobierno del estado por un sexenio más.
Ni Mier ni Armenta son capaces ni tienen los tamaños ante su carencias y enanez política de sacar adelante una elección estatal ni mucho menos con el cuarto padrón electoral más abundante del país.
Las señales son inequívocas.
Es el barbosimo.
No hay más.