Romper el histórico rezago social en Puebla, la otra cara del legado de Barbosa

Una vez que la euforia panista pasó tras concluir la elección interna del pasado domingo que ganó Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro y que, como la pésima perdedora que es, Genoveva Huerta busca judicializar, no está de más recordar que Puebla aún tiene gobernador para los próximos tres años y que su nombre es Miguel Barbosa.
Y es que, algunos inquietos ya están colocando a Eduardo Rivera, quien luce como el rival a vencer y el proyecto más sólido en los comicios sucesorios del 2024, como el nuevo político con más poder en la entidad sin recordar que a Barbosa Huerta aún le restan tres largos años como el titular del Ejecutivo local y que es el único hombre quien controla las riendas del estado y que, por si fuera poco, también tiene mayoría en el Congreso local.
Existe otra corriente que buscan acomodo en el barco de Ignacio Mier, el poblano que coordina a los diputados federales de Morena y que preside a San Lázaro. De manera clandestina, como le gusta operar al ahijado de Manuel Bartlet, se han presentado reuniones con diferentes hombres de poder, encuestadores, empresarios, dueños de medios de comunicación, periodistas, columnistas y comunicadores para “pedir su ayuda en lo que viene”.
De un lado o del otro, está cometiendo un grave error al ya perfilar y escoger bando cuando el camino hacia el 2024 aún está muy lejano y faltó muchísimo por recorrer y por verse.
A Lalo Rivera le queda consolidar su gobierno municipal que comenzó con el pie derecho tras el aciago paso de la impresentable Claudia Rivera; mientras que a Mier aún le falta cumplir con la aprobación de la Reforma Energética que podría ser su ataúd en caso de que consiga los votos necesarios para su aprobación en la Cámara de Diputados.
Bien dicen que en política un día es un año.
Por lo pronto, el gobierno de Miguel Barbosa en los próximos días pondrá en marcha la segunda etapa del programa “Hacer Vivienda, Hacer Futuro”, el cual es su primera fase incluyó la construcción de 870 casas, que beneficiaron directamente a 3 mil 480 poblanos.
Ahora, el reto del gobierno del estado será triplicar la apuesta para el próximo año con la edificación de 3 mil casas en diferentes zonas de alta marginación en la entidad con el único objetivo de impactar de manera positiva en la lucha contra el rezago social en que se sumió la entidad durante el morenovallismo, que solo se enfocó en obras de relumbrón en la capital y en ocupar de manera clientelar a los pobres del estado.
Además de la cruzada contra la corrupción y la cero tolerancia contra los corruptos del pasado y los actuales, el legado por el que Miguel Barbosa busca ser recordado incluye, en su otra cara, combatir la desigualdad y la pobreza en Puebla, esa gran elefante que vive en la sala del gobierno, pero que sus antecesores optaron por ignorar.
Solo basta recordar que, durante las gestiones de los impresentables Rafael Moreno Valle y Mario Marín, Puebla se hundió en la miseria y en la pobreza al caer hasta el tercer lugar como el estado más pobre de México.
Otro dato que resulta abrumador es que, en Puebla, 0.5 por ciento de los hogares, es decir, uno de cada 20, se catalogan como de clase alta, es decir, cuentan con integrantes que al sumar sus ingresos alcanzan un promedio de ingresos de 77 mil 975 pesos o más al mes.
La pobreza en Puebla creció en medio de los efectos de la pandemia por covid-19 10.1 por ciento y, actualmente, cuatro millones 136 mil 558 habitantes de la entidad se encuentran con alguna carencia.
Con obras con un real enfoque social y con un diseño ciudadano alejado del clienterismo electoral, Barbosa Huerta planea llegar a los municipios que han sido históricamente olvidados y que solo ven a sus gobernantes cuando son tiempos de campaña.
El lema que marca la segunda mitad del gobierno barbosista, “¡Que Reviva Puebla!”, no es una promesa al aire sino un verdadero compromiso que el mandatario poblano asumió para mejorar las condiciones de la entidad que cayó en una espiral de saqueos, corrupción y abuso de autoridad durante el marinismo y el morenovallismo.
El 2024 aún es muy lejano y en Puebla existe más problemas que atender que las calenturas electorales de unos cuantos, que ya quieren ver a Miguel Barbosa fuera del gobierno y a sus preferidos despachando en Casa Aguayo.
El legado de Barbosa Huerta está tomando forma y no hay que perderlo de vista.
Romper el histórico rezago social en Puebla es la otra cara del legado del gobierno barbosista.
Una bolsita de hielo en la cabeza para todos aquellos que ya tiene calentura electoral prematura, por favor.
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