Desquiciar: Desencajar o sacar de quicio algo. Descomponer algo quitándole la firmeza con que se mantenía. Trastornar, descomponer o exasperar a alguien.
Sí, en Puebla existió un tiempo en el que el poder lo descompuso todo.
El poder trastornó a los políticos que se sintieron intocables y que perdieron las cabezas mareados en sus ladrillos.
Ver: Las tres muertes (políticas) de Ignacio Mier
Juraron que el poder prestado por algunos años sería eterno.
Fueron capaces de todo.
Se atrevieron a todo.
Mejor descripción no se pudo encontrar para las infamias y atrocidades cometidas al amparo del poder en las últimas dos décadas en Puebla: un poder desquiciado.
El gobernador Miguel Barbosa calificó así a la forma en la que los marinistas, dogeristas y hasta morenovallistas ejercieron el poder en Puebla.
Un poder desquiciado.
“En Puebla había un poder desquiciado, eso es lo que había. Los hombres que ejercían funciones públicas no tenían límites y se sentían capaces de hacer todo. Nunca volverán esos tiempos, esa época, ese poder desquiciado, del marinismo o del dogerismo, que nunca vuelvan”.
Cuánta razón hay en las palabras de Barbosa Huerta.
¿Qué tiene el poder en Puebla que a todos desquicia?
Mario Marín fue el primero en desquiciarse tras ganar la gubernatura en el lejanísimo 2005.
Los excesos, los abusos y las perversidades que se cuentan de él y de su grupo dejaron de ser un secreto y se convirtieron en parte del anecdotario local.
Nada mejor para dibujar de cuerpo completo el poder desquiciado como el escándalo con Lydia Cacho en el que tramó una tortura y una aprehensión ilegal contra la periodista y escritora por vincular al socio y cómplice del góber precioso, Kamel Nacif, con una red de pederastia internacional.
La corrupción, el abuso de autoridad y el desvío atroz de recursos públicos fue un juego de niños en comparación con lo anterior.
El feminicidio de la abogada y activista Cecilia Monzón orquestado por Javier López Zavala y dos de sus sobrinos, que fueron los actores materiales de la ejecución, es la descomposición total de la generación que ostentó el poder en Puebla y que abusó de todas las instancias públicas para beneficiarse en detrimento de todos los poblanos.
Lo mismo sucedió con el grupo que encabezan los infames Enrique “El Sultán” Doger y el inútil Ignacio Mier.
El marinismo y el dogerismo son dos polos que se encuentran.
Así como los escándalos de faldas marcaron la carrera política de Marín Torres, Enrique Doger también tuvo los propios.
El poder desquició a quien fuera el peor rector en la historia de la BUAP a tal grado de hacerse de un sinnúmero de propiedades en las que acomodaba a sus múltiples parejas sentimentales, muy al estilo del hoy preso Javier López Zavala.
Quien esto escribe descubrió en un reportaje de tres entregas durante la campaña del 2018 la riqueza oculta del “Sultán” Doger, quien fue otro político aldeano que perdió la cabeza bajo el halo de impunidad que le brindaba el poder.
La trama de la Operación Angelópolis, en la que está implicado su socio Nachito Mier por maquilar junto con Arturo Rueda una red de lavado de dinero y de operaciones con recursos de procedencia ilícita, forma parte de este trastorno del poder del que muchos políticos son víctimas.
El poder desquiciado hizo una vez de las suyas con esta triada de impresentables que siempre se sintieron que la ley y la justicia jamás los alcanzaría.
Los morenovallistas también terminaron desquiciados de poder.
El psicólogo Manuel Nevado, miembro de Psicólogos sin Fronteras de Madrid, expuso en una entrevista con el periódico español El Mundo que «El poder genera mucha adicción porque te crees omnipotente y omnipresente pero, cada persona tiene su propia forma de expresarlo. A unas se les nota más que a otras. Hay dos rasgos de personalidad muy característicos que se asocian con esta ambición: la narcisista y la paranoide, entendida esta última como o estás conmigo o contra mí”
Nevado continua: “Piensan que todo gira en torno a ellos y que pueden hacer lo que quieran sin rendir cuentas a nadie, ni siquiera a los de su propio bando. Tienen una personalidad muy totalitaria. Hay veces en las que se pierde el rumbo y hasta la referencia de los tuyos».
El poder desquicia, es cierto.
Los desquiciados de poder en Puebla abundan.
Su caída está ya anunciada.
Ver más de «Historias de un reportero»: Las tres muertes (políticas) de Ignacio Mier
