Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc
Además del voto de castigo a los gobiernos ineficientes en la capital y la zona metropolitana, el alto costo que pagó Morena por imponer a candidatos con nulas esperanzas de triunfo y el referendo que sí logró el gobernador Miguel Barbosa, la última elección intermedia nos dejó más lecturas que deben ser mencionadas.
Los comicios, que ahora pasarán a la etapa de los cómputos en los consejos distritales o municipales, según sea el caso, sirvieron para acabar con varios mitos y leyendas urbanas que nos han contado en cada una de las temporadas electorales.
Elección tras elección no faltan los oportunistas que venden estructuras que no son más que humo, aparecen los “grandes” operadores y movilizadores que se presentan como los generales infalibles que no han perdido ningún proceso.
Estas aves carroñeras no son más que auténticos engaña bobos y fantoches que solo buscan aprovecharse de los políticos obsesionados con el poder y con vivir del erario por tres años o más.
Hasta en estos vividores existen clases.
Uno de los grandes mitos en la aldea es el que se forjó alrededor de Fernando Mazanilla.
Desde la irrupción del oscuro régimen morenovallista hace más de una década, muchos de los aún adictos al líder de la Banda de los Conejos nos juraron que Manzanilla Prieto fue el cerebro electoral del grupo que encabezó el siniestro Rafael Moreno Valle.
Sus fieles plumas aseguraban que “Tigre Blanco” Mazanilla era el ingeniero de la maquinaria electoral morenovallista. Tras su exclusión del primer círculo y su rompimiento con el expriista, los candidatos impulsados por Rafael siguieron ganando los cargos de elección popular en juego aún sin la “operación” del excuñado del difunto.
En el 2018, Fernando Manzanilla se subió a la ola lopezobradorista, pero desde un partido satélite de Morena. El ex titular de la SGG fue el candidato más votado en dicho proceso gracias a la estrategia que Miguel Barbosa, a la sazón abanderado del Movimiento, diseñó en todo el estado y la capital para que AMLO mantuviera a la Angelópolis como uno de sus bastiones en el país.
Tres años después la historia es muy diferente,
En su primera aventura en solitario y sin las bondades del presupuesto, Manzanilla Prieto dejó claro que su “capital político” y sus antecedentes de ser un “gran operador electoral” no son más que un mito, una leyenda urbana.
Y es que, no es lo mismo enfrentar elecciones como le segundo a bordo que hacerlo como el capitán.
Los resultados de los comicios del pasado domingo demostraron que Manzanilla Prieto jamás logrará ser gobernador, un sueño que lo ha obsesionado desde hace más de 10 años.
La decandencia de “Tigre Blanco” es más que latente.
Fernando Manzanilla tenía la encomienda de convertir al PES en Puebla en la cuarta fuerza política del estado, pero fracasó.
El Partido Encuentro Solidario no alcanzó ni el mínimo requerido por las leyes electorales para conservar el registro, por lo que su desaparición es evidente.
El ridículo del líder de la Banda de los Conejos fue tal que el PES obtuvo 2.2 por ciento de la votación total en el acumulado de las elecciones por las 217 alcaldías de la entidad; el mismo porcentaje obtuvo en los comicios por las 26 diputaciones locales por mayoría relativa.
Manzanilla Prieto regresó a su triste y marginal realidad: sin partido, sin fuero y sin curul en la próxima legislatura de la Cámara de Diputados.
Al igual que la leyenda del Tigre Blanco, otro mito que terminó por caerse fue el de Alejandro Armenta, el ex priista, quien también está obsesionado con suceder a Barbosa Huerta en el Ejecutivo local.
La elección del 6 de junio fue la prueba de fuego del ahijado de Mario Marín.
Armenta Mier terminó quemado, más de lo que ya estaba.
El Soldadote de las Derrotas le hizo honor a su apodo, pues ninguno de sus candidatos, más que Raymundo Atanacio, logró ganar en las urnas.
A pesar del agandalle de las principales candidaturas en la capital y la zona conurbada, Alejandro Armenta no pudo construir su proyecto político rumbo al 2024.
En el presupuesto del Ahijado PRIcioso estaba ganar las alcaldías de Puebla capital, San Pedro Cholula, San Martín Texmelucan, Coronango y Cuautlancingo.
No está de más recordar la traición de Armenta a Claudia Rivera cuando vio que la Nave de los Locos se hundió antes de zarpar.
En ninguna pudo imponerse.
Es más, el desastre de Armenta arrastró hasta con el impresentable e infame de Pablo Salazar, quien fue humillado en el Distrito 18, de San Pedro Cholula.
La leyenda de la estructura armentista no es más que otra gran mentira que se cayó el pasado domingo.
Alejandro Armenta no se cansó de vociferar, antes del inicio de las campañas, que no necesitan del gobernador Barbosa para ganar la elección recién concluida.
Apenas un día después del fracaso de Morena, del cual es padre, el ahijado del góber precioso no tuvo otra alternativa que rendirse ante los pies de Barbosa Huerta.
El mandatario poblano le dejó claro a Armenta Mier que en política hay niveles.
La cortesía que Barbosa tuvo con Alejandro Armenta de recibirlo en Casa Aguayo el pasado lunes, pesar de los agravios en el proceso interno morenista, fue una cachetada con guante blanco.
Armenta fue a besarle la mano al gobernador de Puebla para reconocerlo como el líder al que intentaron excluirlo de su propio partido y al que le quisieron arrebatar su Congreso.
El gobernador poblano solo necesitó una foto para ridiculizar al Soldadote de las Derrotas.
Así de claro.
La elección del 6 de junio sirvió también para acabar de una vez por todas con los mitos de Manzanilla y de Armenta.
El sueño del 2024 para Fernando y Alejandro duró muy poco.
Dos enanos que volvieron a su estatura tras creerse gigantes.
Gigantes con pies de barro, eso sí.