La explosión en San Pablo Xochimehuacán es sin duda una tragedia horrible que no se debe minimizar por el hecho de que sólo arrojó una víctima mortal.
Más allá de las cinco personas que continúan en estado de salud muy grave -con diagnóstico del «gran quemado» -, la pérdida del patrimonio de casi medio centenar de familias es una condición que no debe pasarse por alto y lo peor es que nos puede suceder a cualquiera.
Dado la cantidad de ductos de PEMEX que recorren los municipios del país y la proliferación del delito de robo de combustible, común en varias regiones de la geografía nacional, los hechos del 31 de octubre pudieron ocurrir lo mismo en Xochimehuacán que en Santa Rita Tlahuapan, San Martín Texmelucan, San Lorenzo Almecatla o San Jerónimo Caleras.
Cualquier demarcación, municipio o junta auxiliar, cualquier colonia en Puebla o en Tlaxcala, en Guanajuato o en Veracruz se encuentra susceptible a que la voracidad de unos se transforme en la tragedia de otros. Tal como lo demostró la terrible explosión de Tlahuelilpan, Hidalgo en 2019.
El pasado fin de semana, decenas de familias de Xochimehuacán se quedaron sin vivienda. La mayoría salvó la vida gracias a la oportuna evacuación de los inmuebles, pero los damnificados pudieron correr con menos suerte.
Esa suerte de la que habla López Obrador y que, aunque parezca una frivolidad, es en el fondo cierto. Porque si en vez de tener a la suerte de nuestro lado, lo que se tiene es «mala suerte», entonces la próxima ocasión estaremos hablando no solo de casas destruidas y personas lesionadas, sino de vidas extinguidas por medio de una de las formas más horrible de morir, que es morir quemado.
El robo de combustible, en todas sus modalidades, es un delito que sin duda se tiene que combatir por parte de la autoridad en turno, pero aquí vale la pena destacar también el papel que juegan las empresas que se dedican a la venta de gas, muchas de las cuales -ya quedó demostrado -obtienen el combustible de forma ilegal.
A la luz de la tragedia, hoy no sabemos si aquel cilindro que compramos con nuestro gasero de siempre fue obtenido de la manera o se sustrajo por medio de arriesgar la vida de cientos de seres humanos.
Lo destacable de este hecho, ocurrido el pasado 31 de octubre, es la vulnerabilidad en la que nos encontramos todos. Debemos hacer conciencia de lo fácil que puede cambiar la vida de todos, prácticamente de un minuto a otro, y de lo cerca que estamos en cualquier momento de ser el blanco de una tragedia de enormes proporciones, sólo porque unas personas hicieron del huachicoleo su modo de vida.
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