Mucho, mucho antes de que concluyera la discusión de la Reforma Eléctrica y se presentara su votación escribo este artículo.
Poco más de 8 horas pegado al Canal del Congreso, escuchando las posiciones parlamentarias, solo concluí que el debate legislativo se presentó por todos lados muy pobre.
Los legisladores de MORENA con la misma posición que se escucha y dicta desde palacio nacional todas las mañanas, los de la oposición si no van a favor son “traidores a la patria”.
Los de la oposición, sin esgrimir argumentos sólidos, sin desmarcarse de cada una de las acusaciones en su contra.
Una reforma eléctrica que no solo divide a los legisladores, sino a todos los sectores de la sociedad.
División es la función aritmética que le ha funcionado al presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, sabiendo que no sabe gobernar, la lleva acabo.
Las campañas políticas es lo del tabasqueño.
Ayer escuché discursos endebles, tímidos y sin fuerza.
Ayer vi a dos personajes centrales en la participación de la reforma eléctrica, dos ex priistas, Manuel Bartlett Díaz, Director de la Comisión Federal de Electricidad e Ignacio Mier Velazco.
Bartlett, con toda su historia negra sobre sus endebles y descalcificadas espaldas.
Y un Ignacio Mier Velázco, que votará un día -1994- por la aprobación de la creación del FOBAPROA.
Ni a quién irle.
El poder legislativo federal no representa el contrapeso que le urge a la nación, vi un poder legislativo -como muchos otros que también se observan en los estados, meras mesas de trámite del ejecutivo.
Para todo ello, señores, no se hagan bolas, no es la reforma eléctrica la que los divide o nos divide.
Sino un solo hombre que ha demostrado que no ha sabido gobernar y que a menos tres años de que concluya su mandato, seguirá el trabajo de dividir al país, en los que piensan y no como él.
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