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Respuesta a mi muy querido y muy admirado Zeus Munive

No, querido Zeus, no es cierto que “la verdadera operación cicatriz sería ahora para los soldados, no para los generales, ellos, ambos, ya ganaron”. La realidad es que los ataques y descalificaciones solo fueron del lado de Nacho Mier, mientras que los otros aspirantes solo soportaron los agravios del diputado…
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Leí, como lo hago todos los días, la última columna de Zeus Munive, quien es una de las plumas con mayor influencia, pero que en los últimos meses siento que perdió el rumbo por creerse –como muchos lo hicieron– las mentiras de Ignacio Mier, que llevó por título “Conjugando la operación cicatriz” en la que hace una serie de apuntes sobre el proceso interno de Morena y la tregua entre los seis aspirantes fallidos y el candidato ganador, Alejandro Armenta.

No suelo debatir en columnas con otros colegas, pero creo que el cariño y respeto que le guardo, a pesar de su actitud mostrada en el programa “Cena de Negros” y un par de comentarios en mi contra, al director de la Revista 360 Grados, a quien admiro desde que lo entrevisté por primera vez en la redacción de Diario CAMBIO hace más de una década, me lo permite.

Creo que “El Joven Zeus”, como un gran número de empresarios, políticos, periodistas y demás seguidores de Nacho Mier sufrieron más la derrota del exlíder priista que él mismo, pues se vieron engañados y hasta insultados tras comprobar que el diputado federal les mintió en la cara y mirándolo a los ojos.

Sus reacciones, sus llantos y sus silencios son muestras de ello.

Considero que una buena parte de los Morenachos se creyeron ya “Dioses en el poder” y con la suficiente seguridad de comenzarse a repartir puestos en el gobierno, prometer contratos y hasta cerrar negocios sin ni siquiera haber asegurado la candidatura de Morena al gobierno del estado.

En mi opinión, creo que la soberbia de Nacho Mier contagió a sus seguidores y la enanez política de su primer círculo, en el que figuraban Moisés Villaverde Mier, alías “El Moi”, “Mike Corleone” o “MM”, Fernando Manzanilla o Francisco Ramos, quienes fueron los principales orquestadores de la discordia, amenazas y autores de la guerra sucia en contra de Alejandro Armenta, Julio Huerta y Olivia Salomón.

En su columna, Zeus Munive asegura que “la verdadera operación cicatriz debería ser entre los operadores y matraqueros de los dos principales contendientes. La guerra aún se mantiene ahí. Los otros cinco competidores, exceptuando a Claudia Rivera, al final fueron de chocolate. La disputa siempre fue entre dos: Alejandro Armenta e Ignacio Mier. 

Por ello, los seguidores de ambos, entre operadores, políticos, periodistas, matraqueros, matraqueras y matraqueres, continúan confrontados. Amenazas, actitudes soberbias, comentarios hirientes imperan en este momento hasta en las redes sociales”.

Lo que el periodista, porque si alguien ejerce con rigor este oficio y me consta, es Zeus Munive, omite comentar es que fueron ellos, los Morenachos, los primeros en sonar los tambores de guerra, aventar al ventilador bolas de mierda para salpicar a todos y tirar línea a sus plumas para desacreditar cualquier opinión, reportaje o encuesta que no favoreciera a Mier Velazco.

Durante semanas, el equipo de Nacho Mier fue el responsable de hostigar, amenazar y hasta acosar a cualquier persona que no se creyera el cuento de que el gran perdedor de la interna morenista era “el legislador más cercano a AMLO”.

Fueron los Morenachos quienes jugaron a ser mafiosos, se vistieron como ellos y hasta se creyeron miembros de las Cinco Familia de la Cosa Nostra (nada más peligroso en un país como México que enaltecer el culto por la mafia) para consagrar a Moisés Ignacio Mier Velazco como “il Capo di tutti capi”.

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Los feligreses de Mier atacaron con descalificativos como “matraqueros”, “encuestadores cuchareados”, “Vero Boys”, “Matraca News”, “licenciados”, “ambas mañas”, entre otras muchas ocurrencias, para congraciarse con Nacho y con ello asegurar un lugar en su mesa durante los próximo seis años.

Fueron los Morenachos, quienes ahora claman por unidad y paz, y que piden que no haya ni persecuciones, represalias o “cacerías de brujas”, los que ordenaron que a Alejandro Armenta se le llamara “elefante”, “gotitas de miel” o “hijo pródigo de Marín”, y también fueron los que se burlaron de José Luis García y se referían a él de manera despectiva con un apodo que dejó de ser frecuente desde hace años.

Si alguien o algunos fueron los responsables de que la fractura en Morena estuviera a punto de generar un daño irreparable para la 4T en Puebla fueron Nacho Mier y sus seguidores.

No, querido Zeus, no es cierto que “la verdadera operación cicatriz sería ahora para los soldados, no para los generales, ellos, ambos, ya ganaron”. La realidad es que los ataques y descalificaciones solo fueron del lado de Nacho Mier, mientras que los otros aspirantes solo soportaron los agravios del diputado federal que pretendió romperlo todo.

Claro que la operación cicatriz está en marcha, pero tampoco se puede olvidar que en su total desesperación y en su soberbia fue Ignacio Mier el que sí tiene las manos llenas de sangre.

En frases de la mafia, esa a la que tanto le gusta jugar a los Morenachos y cuyo lenguaje entiende muy bien: “Cada hombre tiene su propio destino”.

Para que exista una operación cicatriz tuvo que haber una herida.

Mi querido y admirado Zeus, fue Nacho Mier, su Nacho Mier, el único responsable de esa herida.

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