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No, señor Rueda, usted está preso por enfermarse de poder

columna historias de un joven reportero Gerardo Ruiz 1

Qué pésima consejera es la soberbia.

Aventar la mierda al ventilador y culpar todos antes de reconocer los errores propios y hacer un mea culpa siempre será una salida, aunque sea indigna, para los sociópatas.

Está en su naturaleza.

Son rehenes del ego.

La agresiva carta convertida en columna enviada desde el Penal de San Pedro Cholula por Arturo Rueda tal vez es su último gran error en este largo y tortuoso escándalo de la extorsión cometida en contra de Jorge Estefan Chidiac.

Cuando todos imaginamos que el empresario de medios de comunicación recapacitaría tras los miserables tuits publicados la tarde del sábado previo a su detención en la Ciudad de México con los que lucró de manera vil con la muerte de Cecilia Monzón, su soberbia dio muestras de que aún falta mucho por ver.

En su íntima intimidad, un deprimido Rueda tomó pluma y papel para victimizarse, seguir al pie de la letra los pasos del affair Cacho-Marín —no por nada se ganó el mote de “Lydio”— para encontrar ahí una última esperanza para recobrar su libertad.

El abogado ya entró en la fase de la negación.

El socio del inútil Ignacio Mier tuvo la oportunidad de sincerarse, reconocer sus excesos como director de uno de los periódicos más importantes de Puebla y ofrecer disculpas a sus lectores por los años en los que convirtió a su pluma, a sus silencios y a sus chantajes, en un modelo económico que hoy lo tienen sumergido en tremendo lío.

La suerte de catarsis no llegó.

La exculpación tendrá que esperar para otro día.

Es más, ni en su periódico pudieron mantener publicada su entrega por un día.

Hoy nos toca leer otra vez los odios y las mentiras del puño de Arturo Rueda.

El jefe de prensa de Mier Velazco sigue sin entender la compleja situación por la que atraviesa.

A la fecha nadie ha comprado su versión de víctima, de torturado o censurado.

Nadie ha hecho eco a sus lamentos.

Cada día Arturo Ruedo está más solo.

Nacho Mier ya dejó claro que su sacrificio fue entregar la cabeza de su socio y abandonarlo a su suerte en un intento desesperado de rescatar su decadente carrera política y su desahuciado proyecto rumbo al 2024.

Un lastre menos, bien podría comentar el encargado de despacho de la coordinación de diputados federales de Morena.

Nada en política en casualidad.

La reunión de los diputados ‘mieristas’ con el gobernador Miguel Barbosa en sus oficinas de Casa Aguayo a días de la detención de Rueda evidenciaron la sumisión y las pleitesías que los legisladores de Nachitito tuvieron que rendirle al mandatario poblano.

Resulta aún más reveladora la fotografía de Daniela Mier aferrándose al brazo de Barbosa Huerta, quien siempre confirma que solo él domina los cómos y los cúandos.

(Cuentas los presentes de esa reunión que la hija de Nachito Mier le aseguró al gobernador que Arturo Rueda “siempre se mandó solo y delinquía en nombre de su familia”).

Ni que decir de la conferencia de prensa en la sede de la Cámara de Diputados en la que Mario Delgado y Alejandro Armenta fueron oradores y en la que Mier tuvo que estar presente a pesar de sus dichos frente a los micrófonos de Carmen Aristegui en contra del ahijado de Mario Marín.

¿En dónde quedó la conspiración de “los tres cochinitos” que tanta ha vociferado Nachito?

La carta de Arturo Rueda, quien ya duerme en el penal de Tepexi de Rodríguez, será el último agravio recordado en contra del gobernador de Puebla, quien no tiene nada que ver con el historial delincuencial del director de Diario CAMBIO por el que ahora tiene que hacerse responsable y responder.

Utilizando el lenguaje del propio Rueda, es él “el lugar común”.

Arturo Rueda es un lugar común, pues es muy fácil culpar a un gobernador, sea cual sea el nombre, de una aprehensión justificada.

Lo mismo hubiera hecho con Rafael Moreno Valle, Antonio Gali o Martha Erika Alonso.

Y es que no fue Barbosa el que entregó la grabación de una llamada interceptada para perjudicar a un adversario político ni mucho menos fue él quien planeó la extorsión contra Estefan Chidiac.

Fue usted, señor Rueda.

Tampoco fue Miguel Barbosa el que le concedió el perdón a cambio de que su periódico se volcara a favor de Alonso Hidalgo en el 2018.

Fue usted, señor Rueda.

El gobernador no recibió de manos de Moreno Valle millones de pesos como sí lo hizo usted y sus socios Mier y Enrique Doger para aliarse en los comicios de hace 3 años.

Fue usted, señor Rueda.

No fue el mandatario poblano el que diseñó un esquema de empresas fantasmas y de operaciones off shore para lavar cientos de millones de pesos y defraudar al fisco en complicidad con Francisco Romero e Ignacio Mier.

Fue usted, señor Rueda.

Miguel Barbosa tampoco recibió información ni dinero del Toñín para culpar a militares de una supuesta ejecución extrajudicial en Palmarito.

Fue usted, señor Rueda.

Ya deje, por favor, los lugares comunes de una persecución política y una conspiración entre poderosos en la que muchos de su calaña han caído para no reconocer sus delitos, como Eukid Castañón, Mario Marín o Facundo Rosas.

Ahora usted tiene la calidad moral para calificar de “cartesianos, sicofantes y hampa de los medios” al resto de periodistas que traicionó y ofendió a pesar de la supuesta amistad que los unía.

En su soledad ojalá encuentre la congruencia y la serenidad.

No, señor Rueda, usted está preso por enfermarse de poder.

Un poder con fecha de caducidad.

Un poder que le prestaron a su socio Nacho Mier.

Un poder que no supo controlar y ahora lo condenó al infierno.

No, señor Rueda, usted no es perseguido.

Usted es culpable de sus propios pecados.

Ese sí es un lugar común.

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