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Ser el más conocido no es igual a ser el más competitivo

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Existe cierta preocupación y obsesión entre un par de aspirantes para abanderar a Morena en el 2024 de darse a conocer a como dé lugar, sin importar que la opinión sea buena o mala, pero que sean lo más reconocidos entre el electorado poblano.

Que hablen bien o mal, pero que hablen, parece ser el lema con el que algunos de los contendientes de la interna morenista están basando su anticipada precampaña.

Sin importar que en la era de las redes sociales y la infodemia un solo clic basta para conocer todo acerca de una persona, los aspirantes, quienes tienen bajos números en conocimientos, se han obstinado en pagar espectaculares, pintar bardas, tomarse fotos con decenas de acarreados o malinterpretar las encuestas para meterse con calzador a la contienda que definirá al hombre o mujer que será el candidato de Morena.

Los nombres los conocemos todos.

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Son esos mismos que todas las semanas dan acartonadas conferencias de prensa en algún hotel del barrio de El Alto o en alguna mesa de una cafetería ubicada en los portales del zócalo de la ciudad de Puebla.

La dichosa encuesta, que será uno de los dos métodos con el que la dirigencia nacional de Morena definirá al perfil que representará al partido marrón en los comicios del próximo año, ha puesto nerviosos a más de uno de los contendientes de la interna morenista que no tiene a un favorito claro.

El otro método, lo sabemos, es la bendición de Andrés Manuel López Obrador, el líder moral, fundador y única voz cantante al interior del Movimiento Regeneración Nacional.

Los resultados de las encuestas son un factor para tomar en cuenta, pero no hay nada más valioso al interior del morenismo como ser electo por “el dedo divino” del presidente de la República, quien, al final de cuentas, es la persona con mayor peso en el partido creado hace apenas una década.

Dejando fuera el aval de Palacio Nacional y enfocándonos solo en el estudio demoscópico que será levantada en todo el estado, existen elementos que deben ser bien interpretados para evitar que se siga mintiendo de forma tan descarada, como lo hemos visto en la última semana.

Lo primero que se debe decir es que ser el perfil más conocido no siempre significa que es el más competitivo.

El claro ejemplo es la exalcaldesa Claudia Rivera, quien se asumió ya como la mujer “más competitiva” entre la baraja femenina de aspirantes de Morena.

Sin ninguna encuesta pública ni privada que así lo demuestre, Rivera Vivanco está torciendo todos los resultados de los estudios realizados hasta hoy por firmas reconocidas y veraces como Campaing and Elections, Mas Data, Indicadores o BEAP, que colocan a la exedil como el peor perfil de Morena en negativos y aprobación.

Claudia tiene razón al nombrarse la mujer más conocida del partido lopezobradorista en el estado, pero eso no quiere decir que su conocimiento sea positivo ni que su rentabilidad electoral sea buena, pues en el rubro de opiniones, la expresidenta municipal encabeza esta sección como el perfil con más negativos entre todos los aspirantes en general; además de que en ningún cruce sale como ganadora, por lo que su intención al voto es bastante baja.

Es cierto que Rivera Vivanco es casi tan conocida como Alejandro Armenta, quien lidera esta sección, pero eso se debe a su paso por el Ayuntamiento de Puebla, una de las plataformas políticas que más suma en el tema de la popularidad, sin embargo, es justo su paso por la comuna de la capital lo que afecta la imagen de la exedil, quien alcanza en algunas encuestas hasta el 80 por ciento de rechazo, cifras que se deben a su muy criticada administración municipal.

Aquí se demuestra la hipótesis que no es lo mismo ser conocida a ser competitiva.

Desafortunadamente para su causa, Claudia Rivera es popular, pero carece de rentabilidad electoral.

Algo similar sucede con Alejandro Armenta y Nacho Mier, quienes están apostando todo al apartado del conocimiento entre los electores, que en el caso del senador es mayor y en el caso del diputado federal no logra crecer a niveles competitivos aún.

A los primos Mier también les juega en contra su pasado en el PRI y sus nexos y padrinazgos con personajes del Revolucionario Institucional de no muy buenas referencias como Mario Marín, en el caso del presidente de la Mesa Directiva de la Cámata alta; y con Manuel Bartlett y Enrique Doger, en el supuesto del coordinador parlamentario de Morena en San Lázaro.

La última encuesta levantada por Massive Caller en Puebla da muestras claras de ello, ya que Nacho Mier apenas logró crecer tres puntos en conocimiento –con todo y su millonaria campaña de anuncios espectaculares, que ya fueron retirados de la capital y la zona metropolitana–, pero este pírrico repunte también se tradujo en un incremente en sus negativos.

Moisés Ignacio lo mismo “creció” en popularidad que en opiniones negativas, al decir del tracking mensual de la casa encuestadora regia de Carlos Campos.

Perfiles como Olivia Salomón, Julio Huerta o María Luisa Albores están despuntado justo por esto: son aspirantes sin negativos ni ligados al PRI ni con un paso desafortunado en sus cargos públicos.

Estos tres aspirantes emergentes y con números ya bastante competitivos son proyectos sólidos con los que cuenta Morena y que se puede trabajar a corto plazo ante sus pocos negativos, que no resultan irreversibles como en los casos de Rivera Vivanco o Mier Velazco.

Por estas razones son que la encuesta del Comité Ejecutivo Nacional de Morena para elegir a sus candidatos está blindada para no ungir al perfil más conocido y sí al más “competitivo” bajo parámetros complicados y discrecionales que invariablemente serán sumados a la bendición de López Obrador.

Enfocarse solo en la popularidad o en ser el más conocido es una estrategia equivocada para aquellos aspirantes que buscan de manera obsesiva la candidatura de Morena en el 2024.

Que te conozcan, pero qué opinión tiene de ti tiene el electorado de Puebla.

El gobernador Sergio Salomón Céspedes tiene mucha razón al reiterar su llamada a evaluar a los aspirantes que quieren y los que pueden.

No dejarse llevar por lo popular y sí por lo competitivo.

Esa es la clave.


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