¿Qué lleva a los políticos a asociarse con verdaderos delincuentes de cuello blanco sin ningún pudor ni cuidando las formas?
La respuesta resulta bastante obvia: el dinero sucio.
El dinero público siempre une más que cualquier pacto político.
Las complicidades nacen ahí.
A los hombres y mujeres de poder el erario es lo primero que los enloquece antes que el poder.
Los políticos de primera línea entienden a la perfección que los acuerdos que implican divisas son alianzas baratas al igual que sus promotores.
Por lo que se lucha es por el poder no por el desvió de recursos públicos.
La cruzada anticorrupción barbosista ha demostrado que las operaciones con recursos de procedencia ilícita, las empresas fantasmas y las “factureras” fueron una plaga que solaparon los gobiernos del PRI y del PAN, pues fueron benefactores de estos esquemas fiscales ilegales.
Ahí están los claros ejemplos de Francisco Romero, Alfonso Esparza, Eukid Castañón y Arturo Rueda.
Desde el marinismo y hasta el morenovallismo, el dirty money corrió en camionetas y maletas cargadas a reventar que eran entregadas en las principales oficinas del gabinete estatal que encabezaron los infames Mario Marín y Rafael Moreno Valle.
El efectivo, sobra decirlo, ya no se contaba sino se pesaba al estilo del Cártel de Sinaloa.
Pero, para que este dinero pudiera usarse debía primero blanquearse.
Y es ahí en donde entran los famosos asesores fiscales, que en realidad eran los dueños de las lavanderías, quienes eran los encargados de convertir el dinero sucio en útil y no rastreable.
El gran alquimista fiscal de Marín Torres fue Sergio Castro, quien tras darse a la fuga por al menos cinco años al ser perseguido por la Interpol, que giró ficha roja en su contra por los delitos de defraudación fiscal en diferentes estados de la República por un monto global de 135 mil millones de pesos, regresó desde el 2018 a la ciudad de Puebla para radicar en una casa en el Fraccionamiento Las Ánimas tras ser indultado por Tony Gali, a la sazón minigobernador del estado.
Incluso, Castro se convirtió en el asesor fiscal de Eukid Castañón, quien lo utilizó para lavar el black moneyque sería utilizado para el fraude electoral de ese año para imponer a Martha Erika Alonso como la sucesora de Gali Fayad.
Hoy, el nombre del expropietario de la empresa IDN está otra vez en boca de todos.
Y es que, Castro López está detrás de la millonaria adquisición del Hotel Royalty, que la mañana de este lunes reabrió sus puertas en el Centro Histórico de la Angelópolis.
De acuerdo con información oficial, el nuevo dueño del Royalty, que en realidad es el prestanombres del “Rey Facturero”, es Francisco López Aragón, quien habría desembolsado la inverosímil cantidad de 10 millones de dólares para adquirir el icónico inmueble ubicado en el Portal Hidalgo, Número 8, del Centro Histórico de la Angelópolis, como así di cuentas en este mismo espacio.
¿Quién es Francisco López Aragón?
Este empresario originario de Jalisco es una de las piezas principales de la red de lavado de dinero de Sergio Castro.
Al decir del acertado periodista Darío Celis, López Aragón forma parte de las personas investigadas por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) al ser parte del entramado de Castro López y su maquinaria de lavado de dinero.
Fue el ahora “dueño” del Hotel Royalty el encargado de operar el desfalco a las arcas oaxaqueñas en el gobierno del infame Ulises Ruiz, quien, a través de su exsecretario de Finanzas, Miguel Ángel Ortega Habib, desvió más de mil 300 millones de pesos, de acuerdo con diferentes medios locales de la entidad istmeña.
“La SIEDO acusó a los parientes de Ortega Habib de haber depositado y manejado mil 123 millones de pesos, de los cuales no pudieron acreditar su procedencia; el Ministerio Público Federal consideró que provienen de una actividad ilícita, por lo que abrió el proceso penal 291/2010/III”, precisa un reportaje publicado en el periodico En Marcha.
En Oaxaca, Sergio Castro y Francisco López fueron bastante cercanos a Diódoro Carrasco, cuando este fue secretario de Pleneación en el sexenio de Heladio Ramírez, amistad que después trascendió cuando el extitular de la SGG en Puebla gobernó esa entidad.
El vínculo entre Castro y Diódoro era Alberto Vargas Varela, exsecretario de Administración y parte de la red de lavado de dinero del dueño de IDN.
El portal de noticias Real Politik de Oaxaca publicó un revelador reportaje sobre los vínculos entre Carrasco, Castro y Vargas.
“Según datos hemerográficos, el vínculo de Alberto Vargas con el gobierno estatal se formó durante el sexenio de Heladio Ramírez López (1986-1992), cuando Diódoro Carrasco se desempeñaba como secretario de Planeación.
Carrasco aperturó en el banco Serfín (hoy Santander), del que Vargas era gerente, las cuentas para administrar el erario que recibía la dependencia, precisan los archivos periodísticos.
Tiempo después, sin embargo, el banco comenzó un procedimiento administrativo por supuesto fraude en contra de Vargas Varela, por lo que éste fue destituido”.
Hoy, el Hotel Royalty une a Tony Gali, a Diódoro Carrasco y a Sergio Castro.
Lo dicho: el dinero sucio formas las peores complicidades.
Vaya triada tan infame.