En su corta vida como partido, Morena vivirá en las elecciones del 2024 su mayor reto para consolidarse en la actualidad como la fuerza política más grande del país tras ascender al poder en tan solo cuatro años desde su fundación con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza.
Luego de ganar la presidencia de la República en el 2018, el Movimiento Regeneración Nacional ha logrado gobernar en 22 estados y encabezar importantes alcaldías a lo largo del territorio nacional.
Nadie puede minimizar el poderío político y el ejército electoral con el que el partido lopezobradorista cuenta y con los que buscará no solo retener el gobierno federal por un sexenio más, también controlar con mayoría absoluta la Cámara de Diputados y el Senado de la República para impulsar las iniciativas que AMLO dejará como asignaturas pendientes al terminar su gestión, las reformas judicial y electoral.
En los comicios del próximo año, Morena también pretende arrebatarle al PAN dos de sus principales bastiones con los que aún cuenta, Yucatán y Guanajuato, para demostrar que pueden y quieren ver a la oposición reducida a nada y en rodillas por los próximos seis años.
En estos seis años, al PRI ya le lograron quitar al Estado de México e Hidalgo, entidades en las que no se había logrado nunca la alternancia y que ahora son gobernadas por el Movimiento Regeneración Nacional.
Sin embargo, el lopezobradorismo ve reflejado en su propio espejo a su principal enemigo.
Las divisiones internas, las fracturas y el canibalismo que impera entre sus militantes, corrientes y aspirantes en los nueve estados que renovarán sus gobiernos han comprometido de manera preocupante los planes que López Obrador y Claudia Sheinbaum tienen para el corto plazo.
Los casos de la Ciudad de México y Puebla son los ejemplos perfectos para ilustrar esto que comento.
El choque de trenes en la capital del país entre Clara Brugada, la carta de los morenistas puros y aparentemente de Palacio Nacional, y Omar García Harfuch, alfil de Sheinbaum Pardo, han complicado de forma seria las opciones de Morena para retener la jefatura de gobierno de la CDMX y entregarle al bloque opositor el principal bastión de la izquierda en México.
La división de Morena en la Ciudad de México es ya un foco rojo en Palacio Nacional y en el cuarto de guerra de Claudia Sheinbaum.
El escenario en Puebla es similar al de la capital del país.
Las fracturas entre los principales aspirantes a la candidatura al gobierno del estado ya no solo son notorias, sino, preocupantes.

Para nadie es un secreto la guerra intestina que viven Alejandro Armenta e Ignacio Mier en la interna morenista poblana. A diario, el senador y el diputado federal se agreden, dan golpes bajos, se descalifican y ordenan guerras sucias y campañas negras para lastimar la imagen del otro.
Ni en uno ni en otro bando hay un solo guiño de reconciliación y posible tregua.
Por el contrario, si Armenta es ungido como el abanderado de Morena en Puebla, Mier hará todo lo posible para hacerlo perder –como ya lo hizo en las elecciones del 2018 contra su propio partido y su entonces candidato, Miguel Barbosa– y viceversa.
Pero, Nacho Mier no solo debe preocuparse por Alejandro Armenra, ya que su soberbia e insolencia han provocado que el resto de los y las aspirantes como Julio Huerta, Olivia Salomón, Rodrigo Abdala, Lizeth Sánchez o Rosario Orozco tampoco lo vean como un factor de unidad al que se podrían sumar en un acto de disciplina partidista.
La creación del Bloque por la Unidad de la Transformación en Puebla conformado por los antes mencionados es un claro ejemplo de que la unidad será la base del triunfo para las complicadas elecciones a las que Morena se enfrentará en el estado el próximo año.
Este frente que tienen como promotores a Olivia Salomón y Julio Huerta no se puede tomar a la ligera, ya que son un grupo que cuenta con el poder territorial, electoral y político suficiente para hacer competitivo a cualquier aspirante del partido marrón.
Me explico.
Huerta Gómez ha dejado claro su extraordinaria capacidad de movilización y de creación de nuevas estructuras, además de controlar a un buen número de alcaldes; Rodrigo Abdala es el poseedor de toda la estructura de apoyos del gobierno federal en Puebla; Olivia Salomón y Liz Sánchez estuvieron al frente de los programas sociales y de economía a nivel estatal; el doctor José Antonio Martínez tejió una importante red social a su paso por la Secretaría de Salud; y Norma Layón cuenta con importantes lazos empresariales y controla a la perfección su región en San Martín Texmelucan.
Quien desperdicie o menosprecie este paquete estará cometiendo un grave error.
Alejandro Armenta, uno de los dos ausentes en la presentación de este bloque, ha lanzado algunos guiños con Julio Huerta, que se interpretaron como un pacto entre ambos.
Mier Velazco, quien con su actual equipo ha demostrado que no tiene la capacidad para ganar una elección estatal, sigue cegado por su altanería.
Cuando Morena ha ido fracturado en las elecciones, como sucedió en Nuevo León, Coahuila y Durango, los resultados siempre han sido negativos.
La unidad, reitero, será punta de lanza para que Morena pueda pelear por retener el poder en Puebla en el 2024.
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