4 de julio: La oscura y sangrienta historia oculta del Día de la Independencia de EEUU

Mientras los libros de historia escolar en Estados Unidos lo narran con tintes heroicos —el té lanzado al mar en Boston, la cabalgata de Paul Revere, Washington cruzando el Delaware—, las páginas más oscuras del conflicto han permanecido en las sombras, por lo que aquí te contamos la sangrienta historia del día de la Independencia de EEUU.
A dos siglos y medio del inicio de la Guerra de Independencia, voces académicas como la del historiador Rick Atkinson invitan a repensar ese relato fundacional desde una perspectiva más crítica y compleja.
La periodista británica de la BBC Katty Kay que entrevistó a Atkinson para hablar de su más reciente libro, The Fate of the Day, reconoce que, al igual que muchos en Reino Unido, nunca aprendió en la escuela sobre esta guerra. Fue hasta que sus hijos crecieron en EE.UU. que se enfrentó a la narrativa glorificada con la que se enseña este capítulo de la historia.

Pero Atkinson, ganador del Premio Pulitzer, desmonta esa visión romántica para revelar la crudeza del conflicto.
Día de la Independencia de EEUU: Más de 25 mil soldados murieron en la guerra
Según el autor, al menos 25 mil estadounidenses murieron en la guerra —una cifra que podría ascender hasta los 40 mil—, lo que representa una proporción de muertes mayor que la de casi cualquier otro conflicto bélico estadounidense, con excepción de la Guerra Civil.
Pero a diferencia de esta última, que quedó registrada con imágenes de campos de batalla y soldados caídos, la Revolución Americana permanece como una litografía descolorida, sin los rostros de sus muertos, sin sus gritos ni su sufrimiento.
“La sangre se ha desvanecido”, afirma Atkinson, al recordar que miles de adolescentes murieron congelados en batallas como la de Saratoga.
El historiador insiste en que los Padres Fundadores no fueron los semidioses que durante siglos se ha querido retratar, sino hombres de carne y hueso, con contradicciones. George Washington, por ejemplo, tuvo casi 600 esclavos durante su vida, una realidad incómoda en un país que se construyó sobre los ideales de libertad, pero también sobre la esclavitud.
Además, la revolución no fue una lucha limpia entre dos bandos claramente definidos. Fue un conflicto interno, un desgarramiento social. Hubo colonos que seguían siendo leales a la Corona, estadounidenses que no querían combatir y hasta familias divididas, como la del propio Benjamin Franklin, cuyo hijo William defendió a la monarquía británica, fue encarcelado y finalmente exiliado.
La guerra también tuvo implicaciones devastadoras para los pueblos originarios. Las Seis Naciones iroquesas, aliadas históricas entre sí, se vieron obligadas a tomar partido, y terminaron luchando unas contra otras.
“No fue solo una guerra entre nosotros y ellos, sino entre nosotros mismos, en varios niveles”, subraya Atkinson, quien encuentra paralelismos entre ese contexto y la sociedad estadounidense contemporánea: dividida, conflictiva y marcada por la violencia.

EEUU ganó con ayuda de Francia
Una de las ideas que el autor combate en su libro es la noción de que Estados Unidos ganó la independencia sin ayuda. Desde el inicio, la diplomacia fue clave: Benjamin Franklin trabajó incansablemente para convencer a la monarquía francesa de aliarse con los revolucionarios.
Francia, motivada por sus propios agravios contra Inglaterra, terminó prestando apoyo decisivo. Luego se sumaron España y Países Bajos.
“Sin los franceses, no hubiéramos ganado en 1783”, reconoce Atkinson. Y lanza una advertencia que resuena hasta hoy: despreciar a los aliados puede ser un error costoso. “Los hemos necesitado antes y los volveremos a necesitar”, añade, recordando las palabras de Winston Churchill: “Lo único peor que luchar con aliados es luchar sin ellos”.
