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No era “aplanar la curva”, era eliminar al virus: científico que salvó a Nueva Zelanda

Hace una semana, la Primera Ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, dio las gracias a su “equipo de cinco millones”, que son los habitantes de un país que había conseguido “eliminar” el coronavirus dentro de sus fronteras. Por primera vez, no había casos activos y llevaban 17 días sin nuevos contagios. La respuesta de la isla, que se ha caracterizado por tomar medidas estrictas y tempranas –decretó el confinamiento con apenas 100 casos y ha contabilizado 22 muertes– ha sido elogiada mundialmente.

Michael Baker, profesor de la Universidad de Otago, es uno de los epidemiólogos que están detrás de esta estrategia, asesorando al Gobierno de Ardern. Baker atiende a ElDiario.es por videoconferencia desde Wellington. Es un férreo defensor de lo que denomina el modelo de “eliminación”, basado en tomar pronto medidas fuertes para interrumpir la transmisión de la enfermedad. El especialista lo diferencia de la estrategia de “supresión”, que busca reducir los casos a niveles controlables, pero pasando por confinamientos prolongados hasta que haya vacuna o tratamiento eficaz. Según su análisis, este es el enfoque que han adoptado la mayoría de los países occidentales para hacer frente a la pandemia.

El lunes pasado, Nueva Zelanda entró en su nivel más bajo de restricciones, lo que ha permitido a la población retomar poco a poco su vida diaria sin limitaciones de distancia física. Ahora el objetivo es mantener el virus alejado de sus fronteras, que de momento se mantienen cerradas a extranjeros mientras a los residentes y nacionales que vuelven a su país se les aplica una cuarentena de 14 días. El Gobierno ya había adelantado que lo más seguro era que se volvieran a registrar casos. La buena racha de 24 días sin nuevas infecciones se ha interrumpido este martes, después de que dos mujeres llegadas desde Reino Unido hayan dado positivo. La noticia ha caído como un jarro de agua fría y evidencia que los desafíos persisten, incluso para una nación prácticamente aislada que en estos momentos cuenta con una posición aventajada.

Desde hace una semana ya no hay limitaciones en la vida diaria de los neozelandeses. ¿Cómo es eso de recuperar la normalidad?

Sin duda, la vida es mucho más fácil. De hecho, la vida ha vuelto básicamente a la normalidad. Para algunas personas es difícil porque han perdido sus trabajos y sus empresas. Pero para personas como yo, que somos académicas, nunca hemos trabajado tanto como en la pandemia. Y es casi un alivio ahora que todo ha terminado en Nueva Zelanda. Aunque seguimos con las fronteras cerradas y obviamente eso requiere un poco de esfuerzo.

Usted ha sido uno de los impulsores de lo que denominan la estrategia de “eliminación” del virus, que diferencian de la “mitigación” o “supresión”. ¿Por qué su enfoque es diferente?

En general, todo el mundo tiene planes para una pandemia. Durante más de 20 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha ayudado a todos los países a redactar planes para la gripe pandémica. Es bastante razonable tener planes para la gripe, porque causó grandes pandemias en tres ocasiones en el siglo pasado. Este es un modelo de mitigación en el que no puedes evitar la pandemia: la ola va a arrasar con tu país y, entonces, todo lo que podemos hacer es aplanar la curva para reducir el impacto. Eso es lo que ha hecho el mundo occidental. Y era un buen plan, pero era el virus equivocado.

Necesitábamos un plan para un virus del tipo del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), que realmente se puede detener.

A finales de febrero y principios de marzo, obviamente, ya teníamos casos en Nueva Zelanda y, viendo la experiencia de China, pensé que, en realidad, podíamos detener este virus. Estaba en el grupo de asesoramiento técnico del Gobierno para la respuesta a la pandemia y dije que teníamos que cambiar el rumbo. Dije públicamente, y también directamente a los ministros que necesitábamos adoptar un enfoque de eliminación. Luego redacté la estrategia y la publiqué, y sigo abogando por eso. En muy poco tiempo, a mediados de marzo, en Nueva Zelanda vimos la experiencia de lugares como el norte de Italia, donde la pandemia estaba siendo muy intensa. La gente vio que podíamos estar así en unas pocas semanas y el Gobierno actuó de manera muy valiente, cambió de rumbo y adoptamos un enfoque de eliminación.

Las herramientas básicas son las mismas, hay tres principales. Una de ellas es la gestión de las fronteras. La segunda son las pruebas y el rastreo de contactos. Y la tercera es debilitar, interrumpir la transmisión en la población. Y aquí es donde usamos un confinamiento intenso para eliminar, básicamente, la transmisión del virus. Hemos tenido uno de los cierres más intensos del mundo durante seis semanas y luego hemos salido de él gradualmente. El propósito era extinguir las cadenas de transmisión, algo que el confinamiento logró de manera muy eficaz. Y los contactos se trazaron con el rastreo. Por supuesto, en las fronteras había una cuarentena estricta. Y el virus llegó a su fin.

¿Cuál diría que ha sido la principal clave dentro de esa estrategia?

La clave es una buena ciencia y un buen liderazgo, y tener un plan y luego actuar con decisión. Porque, para mi sorpresa, en ninguna parte del mundo occidental se perseguía un objetivo de eliminación. Y dada la experiencia de Asia, me pareció que lo que había que hacer era ir a por ella. Al principio, la gente me miraba como si estuviera un poco loco. Algunos de virólogos me decían: “Michael, no puedes eliminar este virus. Es demasiado difícil… hay tanta transmisión silenciosa, nunca se irá”. Yo no sabía en ese momento si iba a funcionar, pero había funcionado y funcionaba en China, y alguna islas específicas habían logrado evitarlo cerrando las fronteras por completo.

El Gobierno ordenó el confinamiento cuando apenas se habían registrado un centenar de casos. En aquel momento, la medida corría el riesgo de ser desproporcionada. ¿No cree?

En ese momento, por supuesto, había un grupo bastante fuerte en Nueva Zelanda que decía que era una reacción enormemente exagerada, que era como matar moscas a cañonazos.

Ha dicho recientemente que uno de los riesgos actuales es la autocomplacencia. ¿Qué viene ahora? Me refiero sobre todo a la posibilidad de nuevos brotes.

Sí, siempre hay un riesgo de brotes porque la gente está cruzando las fronteras y porque este virus no siempre hace que la gente se enferme, por lo que nunca va a ser fácil de controlar. Así que eso es un desafío. Ahora hay grupos que pueden solicitar una exención por razones económicas y humanitarias, así que el volumen de viajes aumentará en nuestro país. Hace unas semanas, hubo un día en que nadie entró ni salió de Nueva Zelanda y nadie recuerda cuándo fue la última vez que pasó eso, probablemente hace muchas décadas. Ahora hay una media de unas 200 personas al día vienen a Nueva Zelanda, es un número pequeño. Hay cerca de 3 mil en instalaciones de cuarentena. Por supuesto, se cometerán errores. Y ese es uno de los riesgos ahora.

De hecho, se han registrado las dos primeras nuevas infecciones en 24 días, dos mujeres que habían viajado desde Reino Unido. ¿Suponen un riesgo?

Los casos son de dos personas llegadas de Reino Unido a las que se les permitió romper antes de la cuarentena para visitar a su padre moribundo. Se les efectuaron pruebas que resultaron positivas, por lo que ahora están en aislamiento. Se considera improbable que hayan infectado a otros, pero las investigaciones continúan. Esto es un revés para Nueva Zelanda y sin duda tendrá como resultado un endurecimiento de las normas de la cuarentena fronteriza.

Todos los países que persiguen la eliminación sufrirán reveses. El riesgo de que estos dos casos en Nueva Zelanda causen un brote es pequeño, principalmente porque las autoridades sanitarias los conocen bien y han tomado precauciones para minimizar su contacto con la población local. Este contratiempo en Nueva Zelanda es un problema mucho menor que el gran brote que estamos viendo actualmente en Pekín, donde la fuente es desconocida y por lo tanto difícil de controlar.

¿Cómo se pueden evitar esos errores que mencionaba?

Hay que diseñar los procesos para hacer frente al riesgo y luego hay que tener un montón de controles para asegurarte de que tus protocolos se siguen. Uno de los principios en la protección de la salud es este enfoque de barreras múltiples, donde no solo se depende de una defensa, sino que se tienen múltiples líneas de defensa. Y por ejemplo, nos gustaría que la gente usara más las mascarillas, porque en Nueva Zelanda no hay una cultura de mascarillas, para la gente es algo muy ajeno.

En Europa estamos en plena desescalada. Nueva Zelanda parece haber superado con éxito su salida del confinamiento. ¿Cuál ha sido la clave?

En Nueva Zelanda tenemos un objetivo completamente diferente. Nuestro objetivo es salir con cautela del confinamiento y no tener ningún virus circulando. Esa es la diferencia. Así que sales y vuelves a tus actividades normales. Puedes estar con un extraño en la calle si quieres. Ya no es un problema. Lo que se llama la “nueva normalidad” en Nueva Zelanda no es muy diferente de lo que se conoce como business as usual [lo de siempre]. Así que es muy diferente a salir del confinamiento en Europa, donde el virus todavía está circulando.

 

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