Un operativo migratorio federal sorprendió a la comunidad el 3 de octubre y dejó a numerosos niños expuestos a gas lacrimógeno, detonando una fuerte crisis emocional en la zona.
«Tenemos que portarnos bien o nos llevará el ICE»: Redada migratoria desata caos y terror infantil en Chicago

Lo que parecía un tranquilo viernes de otoño en el barrio de Logan Square, en Chicago, terminó convirtiéndose en una escena de pánico para decenas de familias debido a una redada migratoria.
Un operativo migratorio federal sorprendió a la comunidad el 3 de octubre y dejó a numerosos niños expuestos a gas lacrimógeno, detonando una fuerte crisis emocional en la zona.
Molly Kucich, quien hacía compras con normalidad, recibió una llamada desesperada de su esposo: “Hay una redada… están lanzando gas”.
Sin pensarlo, dejó el carrito en medio del pasillo y condujo hasta el café donde su hijo de 2 años y su bebé de 14 meses pasaban la mañana con su niñera. Cuando llegó, encontró a los pequeños asustados y a la comunidad sumida en el caos.

El operativo tomó por sorpresa a todos
Minutos antes, los menores jugaban cerca de la Escuela Primaria Funston cuando una camioneta SUV blanca, seguida por varios autos, recorrió la calle. Vecinos tocaron el claxon para alertar sobre la presencia de agentes federales. En segundos, botes de gas lacrimógeno comenzaron a salir por las ventanas de la camioneta, llenando el aire con una nube blanca que pronto se tornó verde.
Padres desesperados corrieron, saltaron señales de alto e incluso subieron autos a las aceras con tal de rescatar a sus hijos. “¿Qué está pasando?”, repetían los pequeños mientras las sirenas se acercaban.
El ataque con gas terminó afectando directamente al café Luna y Cielo Play, un espacio donde niños de distintas edades aprenden español mediante el juego.
Su dueña, Vanessa Aguirre-Ávalos, tuvo que resguardar a los menores y consolar a las niñeras, muchas de ellas ciudadanas o residentes legales, que temían ser detenidas pese a su estatus. Una de ellas le suplicó: “Si me llevan, asegúrate de que los niños lleguen a casa”.
Redada migratoria tuvo secuelas emocionales para las familias
Aunque el operativo terminó en minutos, el impacto permanece. El hijo mayor de Kucich ahora se sobresalta con cualquier sirena y pregunta constantemente por su niñera. Otra pequeña de seis años juega con sus muñecas recreando escenas de captura.
“Si no te portas bien, ICE te agarra”.
Aguirre-Ávalos asegura que el daño ya está hecho. “Estos niños no se van a olvidar de esto”, dijo mientras recordaba cómo tuvo que ayudar a limpiar los ojos irritados de vecinos y niños.
La maestra Liza Oliva-Pérez, testigo directo del momento en que una granada de gas fue lanzada hacia ella, confesó haber tenido que ocultar el miedo frente a sus alumnos. Muchos de ellos viven con el temor diario de que sus padres no regresen a casa.
Un barrio marcado por el miedo constante
La llamada “Operation Midway Blitz”, desplegada por el gobierno de Donald Trump, ha mantenido en vilo a Chicago desde septiembre. Agentes encapuchados en vehículos sin identificación han patrullado la zona, generando tensión entre residentes y deteniendo incluso a ciudadanos estadounidenses.
El Departamento de Seguridad Nacional asegura que sus elementos han sido agredidos y que el uso de gas ocurrió tras intentar dispersar a una multitud.
Sin embargo, vecinos afirman que no hubo advertencias previas y que la zona no estaba llena de manifestantes, sino de familias y trabajadores realizando sus actividades cotidianas.
Ahora, Logan Square se encuentra lleno de carteles con mensajes de resistencia y advertencias sobre qué hacer durante una detención migratoria. Muchos padres, incluso quienes tienen ciudadanía, viven con angustia. “Nuestro color de piel nos define”, dijo Ava, una madre que pidió anonimato. Su hijo teme perder a sus abuelos y ella lucha cada día por tranquilizarlo.
Comunidad paralizada y negocios afectados
Aguirre-Ávalos, quien abrió Luna y Cielo Play para fomentar el aprendizaje del español en un ambiente seguro, teme no poder mantener su negocio. Los parques están vacíos, las heladerías cerradas y muchas familias evitan salir. Incluso algunas niñeras se visten cada noche por si deben huir repentinamente.
Para muchas de estas mujeres, el episodio reactivó traumas de las guerras que vivieron en Guatemala y El Salvador antes de emigrar. Una de ellas, abuela y cuidadora, lo resumió con un suspiro: “Esto no es vivir”.
Mientras la comunidad intenta sanar, madres, maestras y cuidadoras insisten en que lo ocurrido dejó una marca profunda. No solo en quienes presenciaron el gas lacrimógeno, sino en todos los niños que ahora temen por su futuro y el de sus familias.
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