Nombre no tiene; o al menos, no quiere compartirlo en la muy breve charla que tuvimos con él. Nos encontrábamos mirando a ‘Pancha’, la enorme cocodrilo que habita el canal de Los Tules (pero esa es otra historia). Entonces, detrás de una reja, donde se encuentra un antro y dos restaurantes, dos perritos muy pequeños pero bien cuidados, llamaron nuestra atención.
Les tomamos una foto; muy tierno, juguetones, y en una zona peligrosa pues a metros, un gran cocodrilo merodea las aguas. “¿Quieres tomarles una buena foto?”, de repende un hombre nos dice. Al voltear, vemos a un adulto menor a los 40 años, desaliñado, con ropa desgastada, de tez morena.
Es el dueño de este par de perritos; “yo los cuido, vamos a comer ahora”, nos dijo el hombre, sosteniendo una orden de pollo frito, apenas suficiente para una persona y que con mucho esfuerzo pudo comprar, pero que compartió con ambos caninos.
Sin hogar y habitante de las calles de Puerto Vallarta, estos perritos forman parte de su única familia. De repente, los sube en una cubeta que está puesta en la parte delantera de la bicicleta que es suya. Da un breve paseo de 4 vueltas, nos muestra como suele moverse por la ciudad con sus dos peculiares mascotas.
“Los rescaté de la calle, los baño para que estén limpiecitos, ahorita está muy dificil la cosa y hay poco que comer, pero pues hay que sobrevivir, y aquí estamos a ver que comemos”, nos cuenta, sosteniendo el pollo del que esta tarde se alimentaron.
No tienen un lugar fijo para estar, aunque dice, esta zona la frecuentan mucho. Los perritos, muy lúcidos, no parece que pasen carencias ni pobreza, y en todo momento son curiosos y cariñosos. El hombre se sienta a comer con sus dos perritos, dice que tiene más en otros lugares, les da de comer, pero este par es al que lleva a todas partes en su cubeta.
Nos retiramos de la zona mientras el hombre se queda degustando el pollo estilo KFC, con ambos perritos. En medio de la contingencia y la soledad en la que se ha sumido Puerto Vallarta, a este hombre no parece faltarle compañía ni un propósito en la vida. Únicamente, un techo donde dormir diario con su par de fieles compañeros. Y ese, si nos contó, le toca al día según donde se encuentre.
El padre anónimo de dos cachorros que, a simple vista, lucen muy saludables.
