Paola Schietekat Sedas, es una mexicana que denunció abuso sexual mientras trabajaba en Catar, en el Comité Organizador del Mundial de Futbol, mismo que arrancará el próximo 21 de noviembre y que enfrenta una condena.
Y es que las autoridades de aquel país le impusieron una condena a la mexicana de 100 latigazos y siete años de cárcel.
Paola Schietekat es economista, antropóloga y politóloga, y gracias a su profesión logró salir de Doha, lugar al que no puede volver por lo que califica como «una injusticia».
Mexicana denuncia abuso sexual y es condenada
Aunque los hechos ocurrieron el 6 de junio del 2022, hasta ahora se dieron a conocer en un artículo reciente en el que la mujer narró la violencia que vivió.
“Tenía 16 años cuando mi primer novio me encerró en su departamento, me violó y amenazó con matarme después de darme una paliza que dejó marcas visibles por varias semanas, todo por un arranque de celos”.
https://twitter.com/paola7kat/status/1491846681888972803?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1491846681888972803%7Ctwgr%5E%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.sinembargo.mx%2F17-02-2022%2F4126116
Mencionó que se sentía culpable por el abuso sexual del que fue víctima e incluso le ocultó a sus padres lo ocurrido.
“Recuerdo el camino de regreso a mi casa, pensando en qué iba a decirle a mis papás para justificar las horas en las que no les contesté el teléfono, en cómo iba a ocultar las marcas, porque claramente sentía que era mi culpa, y porque era una niña, sin la capacidad de racionalizar que lo que acababa de vivir era un intento de feminicidio, y porque era una víctima de violencia sexual, que interiorizó, como hacen muchas, la culpa y la vergüenza de lo sucedido”.
Este hecho se convirtió en un trauma para Paola, quien tuvo que tomar terapia y medicamentos para superarlo.
“En esos diez años, mi agresor se casó y tuvo una hija. Me enfurecí conmigo misma por no haber denunciado, por no haberme querido y respetado lo suficiente como para denunciar a alguien que hizo semejante daño. No faltaron ocasiones en las que, personas en quienes confié mi testimonio, me preguntaron, extrañados, por qué no había denunciado. Eso sólo añadía leña a un fuego que ni siquiera yo había iniciado, y que tampoco me correspondía apagar”.
Pasaron años y la joven estudió Relaciones Internacionales, Ciencias de la Conducta, Antropología y Políticas Públicas en México y en el extranjero, en universidades en Kuwait y en Oxford.
Trabajando como economista conductual en el Comité Organizador del Mundial, un conocido a quien consideraba su amigo se metió a su departamento mientras ella dormía para atacarla.
“Después de un forcejeo breve, pues su fuerza sobrepasaba la mía, terminé en el piso. Horas después, me salieron moretones en todo el brazo izquierdo, el hombro y la espalda. Mantuve la cabeza fría: le avisé a mi mamá, a un colega del trabajo y documenté todo con fotos, para que mi memoria, en un intento de autoprotección, no minimizara los eventos o borrara por completo parte de ellos”.
Denunció la agresión ante las autoridades e incluso obtuvo un certificado médico. Posteriormente, le llamaron de la estación policial para enfrentar a su agresor, quien aseguraba que eran novios y que ella había dado su consentimiento.
La mujer pasó de ser víctima a ser culpable de un delito, debido a que en Catar las relaciones extramatrimoniales son ilegales.
Por ello, el 25 de junio logró salir de ese país con la ayuda del Comité Organizador del Mundial y de Human Rights Watch, y volver a México.
Denunció que las autoridades mexicanas no la ayudaron en ningún momento, a pesar de que también denunció la indiferencia e incapacidad con la que había actuado el Cónsul.
Catar absolvió al agresor y a ella se le condenó a 100 latigazos y siete años de prisión por haber tenido una relación extramarital.
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