La mezcla de sentimientos, recuerdos y hechos paranormales, son parte de la cotidianidad de un sepulturero en Puebla, de hecho, se habla poco de ellos, pero tienen la gran encomienda de abrir fosas, rascar tumbas y hacer exhumaciones.
En entrevista con ALMANAQUE, Mauricio Almaraz, quien lleva más de una década trabajando en los panteones, confesó que en muchas ocasiones llora luego de sepultar a una persona, porque a su mente vienen recuerdos de sus familiares fallecidos.
Relata que, a pesar de los años que lleva en el negocio y la experiencia que tiene, le impacta ver los sepelios, porque son reuniones en los que prevalecen la tristeza y el sufrimiento que embarga a las personas presentes.
«La parte más difícil son los sentimientos, porque la gente viene con su dolor, su pena y en mi caso, he perdido familiares también, a veces cuando estás sepultando y ves el dolor de la gente, siento la nostalgia, a veces me hago a un lado y me pongo a llorar, porque me acuerdo de mi familiar».
Nos cuenta que, comenzó a trabajar en el Ayuntamiento de Puebla en 1994 pero, después lo «castigaron» y fue enviado al Panteón Municipal. Hecho que calificó de injusticia, porque defendió sus derechos laborales, así como de sus compañeros.
«Yo llegué trabajando al ayuntamiento en el año de 1994 y entré al departamento de alumbrado público, yo siempre he defendido mis derechos y los de mis compañeros y por eso me mandaron castigado a esta área del panteón, porque antes era un castigo», reveló.
Don Mauricio reconoce que al principio, trabajar en el Panteón Municipal eran más difíciles, porque no estaba familiarizado con la limpieza en áreas públicas, abrir una fosa, rascar para el sepelio de una persona o su exhumación.
Además, cuando empezó, tenía mucho miedo, pero se le quitó de a poco gracias a las bromas pesadas que le hicieron sus compañeros.
Dice que en los 14 años que lleva de servicio en el Panteón Municipal, ha vivido múltiples experiencias paranormales como la aparición de una niña que constantemente les hace bromas a los trabajadores, aunque asegura que para ellos ya normal.
«Se aparece una niña como de ocho, 10 años y nos hace maldades, nos quiere espantar y no solo es ella, hay muchas cosas que me han tocado ver, al principio si me daba miedo, pero ahora ya no».
Otra de sus anécdotas se remonta años atrás cuando le tocó quedarse a velar el recinto, una mujer vestida de blanco con un ramo de flores llegó después de cerrar solicitando el acceso para visitar a alguien, a lo que don Mauricio accedió por humanidad, pero únicamente le dio quince minutos.
Al concluir el tiempo, fue a la tumba donde estaba la mujer y se sorprendió al ver que no había nadie, únicamente las flores con las que ingresó.
Pese a los inconvenientes, asegura que disfruta su trabajo al que le pone entusiasmo y le permite adquirir nuevos conocimientos como sepulturero.
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