Esta es la tercera parte de las historias SAD que llegaron al correo de ALMANAQUE para ser contada este 14 de febrero: Empecé “una relación” con un compañero del trabajo, que casualmente era uno de mis subordinados.
Todos los días por las dinámicas de la empresa nos estábamos comunicando para sacar proyectos. La jornada es muy demandante por lo que en las noches tenía que escribir o llamar para planear los proyectos.
Ambos rompimos la barrera de la confianza y las noches de pláticas de horarios de trabajo se convirtió en un canal para hablar cosas de nuestra vida privada, de música, de gustos, de comida y hasta de datos curiosos relacionados con la historia, porque este hombre es muy ilustrado.
Entre broma y broma, salieron los coqueteos, la dedicación de canciones, el tuteo, los sobrenombres de amor. Una noche me invitó a cenar, platicamos, bebimos y tuvimos una noche romántica.
En el trabajo nada cambiaba pero lo mejor de la jornada era las noches de llamadas hasta la madrugada, en la que desnudaba mi alma y el también.
Después de unas cuantas noches en su cama, me dijo que lo que hacíamos no estaba bien, que era su jefa, claro está y que no quería perjudicar a nadie.
Un día en la oficina me pidió que lo acompañara por un café y en plena esquina del Oxxo fue sincero conmigo, pues me dijo que ya no quería salir más conmigo porque “no sentía ese clic del amor” y que conoció a una chica joven con la que si tenía “el clic”.
Todas sus promesas de amor, se rompieron de inmediato y pues ni modo, un corazón roto, otra vez. Si le llore cuando llegue a mi casa, pero oigan chavos, no anden emocionando, enamorando y luego abandonado a corazones que a lo mejor si tienen ganas de amar.
